Mientras la economía capitalista europea presiona a España por el incumplimiento del déficit en plena precampaña para el 26-J, también se cuela en la contienda Venezuela, y el efecto que genera en el imaginario de un Estado como España la imagen del régimen de Nicolás Maduro. El puente lo tendía el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, quien sólo bajar del avión en su visita al país, hizo una alusión a Podemos por no haber votado a favor de condenar el régimen en una iniciativa en el Congreso, hace ya unas semanas.

"Podemos es el único partido que no quiere ayudar a Venezuela" explicaba el presidente de la formación naranja a los dirigentes y miembros de la sociedad civil que lo recibían. Rápidamente, los podemitas se exaltaban, ofendidos, y el número dos de la formación morada, Íñigo Errejón, se quejaba a través de twitter, alegando que C's había ido al país a rodar su spot de campaña electoral, pero "un poco más caro".

En el avión, la imagen que había visto el catalán era la de la desolación humana. Empresas multinacionales que se marchan, como Coca-Cola, porque no hay bastantes reservas de azúcar para hacer las bebidas. Lo hicieron muchas otras antes, por pánico a las nacionalizaciones empezadas con el expresidente Hugo Chávez. También vio venezolanos que llegban, cargados con pasta de dientes y papel higiénico, que no pueden comprar a su país a causa de la carestía de productos de primera necesidad. 

Rivera, que había condenado con vehemencia el régimen chavista en la distancia, ahora lo palpaba en sus carnes. Era el retrato que el Partido Popular dibujaba, a muchos kilómetros, desde el parque de Lo Retiro madrileño. El presidente en funciones, Mariano Rajoy, avivaba el miedo a "la radicalidad y el extremismo", en el que se podría instalar en la política española si los ciudadanos no votaban el PP. Es el discurso del miedo y la estrategia de polarización que Génova practirá hasta el 26-J para ganar el voto útil. 

El presunta financiación

Rivera bajaba del avión sin incidentes, a pesar de de advertencia del número dos del régimen, Diosdado Cabello, de echarlo fuera del país conforme llegase. En el aeropuerto era esperado por mujer del opositor encarcelado, Leopoldo López, para empezar un recorrido de 36 horas. Lilian Tintori no se separaba de él en ningún momento. 

La primera institución oficial donde acudirían sería la Asamblea nacional, el parlamento, invitado por la Mesa de Unidad Popular, la oposición. Constitución venezolana en mano, el catalán dio apoyo a la recogida de firmas por la celebración de un referéndum revocatorio para tumbar el gobierno de Maduro. "Es su Constitución, es su derecho" indicaba, apelando a los valores de la transición española, que según su opinión habrían permitido la reconciliación al Estado. Y añadía, que había que cerrar el proceso de paz "sin vencedores ni vencidos". Las alusiones a España eran muchas y veladas, aunque algunas distorsionadas.

En aquella misma cámara, la oposición consideraba instar a Podemos a personarse en el país por la financiación presunta que habrían recibido por parte del Estado bolivariano. Otros diputados se preguntaron por qué no se había invitado a partidos de ideología comunista,o  increpando que Leopoldo López había incurrido en hechos violentos en el 2012 y tenía un proceso judicial en curso, por este motivo. 

A muchos kilómetros, otra vez, el vicesecretario de comunicación, Fernando de Páramo, respondía Errejón. Entra en la batalla de la financiación también el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, quien afirmaba que Venezuela había llegado a España "de la mano de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero". "La vetusta izquierda obsesionada con el sorpasso", como les achacan desde las filas socialistas para escorarlos a la izquierda y recuperar algunos votos.

La jornada se volvía turbia para Rivera, a quien no le han faltado las críticas por "injerencias" en la soberanía de la República Bolivariana. Pero ello se revolvía, indicando que en España hay 200.000 venezolanos, y en el país sudamericano, 150.000 españoles. Tampoco faltaba una apostilla sobre la economía. "Es que tienen un régimen económico que no es del siglo XXI", aseguraba, con el mismo tono regeneracionista que practica en su país.

De nuevo, el capitalismo emergía en la precampaña española, así como el modelo político y económico que quiere España y que será lo que marcará el relato para el 26-J, en un frente constitucionalistas vs. Podemos que nutre cada gesto de los cuatro grandes partidos.