Nunca una comparecencia del máximo representante de un grupo municipal de dos concejales había suscitado tanta expectación en la pequeña sala de prensa del Ayuntamiento de Barcelona, donde este miércoles por la mañana un buen puñado de periodistas se han tenido que sentar en suelo. Mérito de Manuel Valls. Después de 21 días de silencio, interrumpido sólo por el discurso del día de la investidura de Ada Colau, el ex primer ministro francés ha protagonizado, nervioso, una rueda de prensa. La primera como concejal. Dos conclusiones: seguirá en el Ayuntamiento y abre una guerra cruenta con Albert Rivera.

Sobre la mesa, un montón de hipótesis y controversias que confluían en una principal: su futuro en Barcelona. Valls ha querido cortar de raíz las especulaciones sobre una posible renuncia de su cargo de concejal en el Ayuntamiento. "Mi compromiso con Barcelona sale reforzado después de los últimos acontecimientos", ha sentenciado, "la nuestra es posición una modesta pero que tendrá la fuerza de la coherencia y la ética del servicio público y el sentido de estado". De hecho, Valls llevaba perfectamente calculada la estrategia de hoy. Sacar la artillería contra Ciudadanos para dejar a la formación desnuda ante la opinión pública. De ese modo, el tropiezo sideral que representa quedarse con sólo dos sillas en el Ayuntamiento ha quedado en un segundo plano. 

La noticia, sin embargo, ha sido la crítica descarnada a Ciutadans después de que Albert Rivera decidiera romper abruptamente con él. "Yo no recibo lecciones de oposición al nacionalismo y al populismo, ni aquí ni en Francia". Ha acusado al partido naranja de utilizar como excusa el voto favorable a la investidura de Colau, que ha vuelto a justificar, y ha asegurado que lo que en realidad hay "es un problema político y grave, las razones de la ruptura son fruto de una opción muy equivocada, la estrategia de cuánto peor mejor es una estrategia equivocada y peligrosa que ha dejado huérfanos aquellos quiénes apostaron el 21-D por Arrimadas". Y ha añadido que cuando se consolidó la alianza con Cs, "era un partido liberal, centrista, europeísta y centrado, pero se fue convirtiendo en un partido diferente, lo único que frenó la ruptura tras de las elecciones andaluzas fue mi compromiso con Barcelona, yo no vine para entrar a la lucha entre las derechas, sustituí el PP o bloqueé un gobierno constitucionalista".

Mientras Cs se esfuerza en negar que los pactos con Vox, Valls lo ha definido como "el partido que pacta con no liberales, reaccionarios y antieuropeos, no se vale esconderse detrás del PP, cada uno es responsable de sus actos, es una deriva grave que no comparten muchos de sus votantes". Todo un torpedo dirigido y dedicado a Rivera.

¿Y el nuevo partido?

Entre la prensa, quedaba todavía otra incógnita por resolver. La de saber si quiere o no comandar la edificación de un nuevo partido político. Preguntado por esta cuestión, ha afirmado claramente que "yo no participaré en la construcción de un partido político en Catalunya", pero sí que ha añadido que "ayudará" y colaborará, porque "hay un espacio huérfano, el de la tolerancia y la moderación". En cierto modo, la enmienda a la totalidad a la estrategia de Cs puede entenderse perfectamente como una OPA en toda regla a su electorado. 

Es definitiva, él no será quien impulse un nuevo partido, pero deja abierta la posibilidad de subirse al carro de los movimientos que hay activos ahora mismo, por ejemplo en torno al expresidente de Sociedad Civil Catalana Josep Ramon Boshc, de Llliures, de Pascal o de Santi Vila. "Se pueden abrir muchos espacios, hay mucho trabajo". Eso sí, Valls ha pedido tiempo para reflexionar, por lo menos hasta después de las vacaciones de verano.

"No votar a Colau era votar a Maragall"

Manuel Valls ha vuelto a reivindicar su papel de salvador. De salvador de Barcelona de las garras del independentismo. Según sus propias palabras, "ignorar que Colau y Maragall no son la misma cosa es absurdo y mentir", y ha disparado contra la "falta de firmeza del ámbito constitucionalista" para "cerrar el paso al independentismo", porque "no votar a Colau era votar a Maragall".

Eso sí, ha valorado como "lamentable y reprobable" que la primera decisión de la alcaldesa haya sido volver a colgar el lazo amarillo en la fachada del Ayuntamiento y le ha pedido que lo retire por "respeto al estado de derecho y la independencia de los jueces". Valls interpreta la iniciativa como la manera de "hacerse perdonar el voto del sábado".

Sobre la decisión de Celestino Corbacho de abandonarlo e irse al grupo municipal de Ciutadans, se ha limitado a calificarlo "de incomprensible", pero no ha querido hurgar en la herida. Todos los cartuchos los había gastado ya con Rivera.