Decía Josep Maria Vallès hace unos días en la revista Treball que en estas elecciones se presentan tres bloques y no dos. Ante el independentismo y el bloque nacionalista español, Vallès presenta un tercero, formato por PSC y Catalunya en Común Podemos. Este estaría definido por su posición contraria a la independencia (aunque integrantes de una de las listas se definen como independentistas) y por un rechazo igual o más claro ante las actuales relaciones Catalunya-Espanya. La fuerza de este tercer bloque, que los representantes de los otros dos se niegan a reconocer por intereses electorales, abriría el abanico de opciones posibles, siempre y cuando no haya una mayoría del bloque constitucionalista, que parece improbable, ni del bloque  independentista.

Desde esta perspectiva, dentro del bloque independentista, una victoria clara de ERC con respecto a la lista de Puigdemont dejaría al expresident tocado. Se abriría la posibilidad de un gobierno de los republicanos, que pasaría necesariamente por la superación del veto mutuo entre los de Domènech y Junts per Catalunya. Aquí, la posición del PDeCAT, que no parece haber apostado decididamente por la lista de Puigdemont, podría decantar la balanza. Facilitando un gobierno en minoría de los republicanos, los exconvergentes dispondrían de una oportunidad de recomposición con vistas a las municipales. Alternativamente, un gobierno minoritario de ERC podría conformarse con la participación activa o pasiva del PSC, pero a día de hoy esta opción parece más complicada, aritméticamente y políticamente.

Atentos a los movimientos de ERC: en el "hacer república" (no declararla) se puede leer la voluntad de construir un proyecto más nacional que nacionalista

Hay que estar muy atentos a los movimientos de ERC. En cierta manera, en el "hacer república" (no declararla) se puede leer la voluntad de construir un proyecto más nacional que nacionalista. Un proyecto que ambiciona la independencia a largo plazo pero que, para conseguirlo, devuelve la política catalana a un escenario de mayor elasticidad. Es esta la vía escocesa. Un nacionalismo que encuentra en la presentación de un buen balance de gobierno la adhesión ciudadana necesaria para emprender pasos de mayor calado. Así planteado, sería un proyecto construido sobre la base de la geometría variable en un Parlament que estará sin duda fragmentado.

Esta estrategia, también, dependería en buena medida de la capacidad de ERC y de las izquierdas españolas de alcanzar una agenda de mínimos compartida. La estabilidad necesaria para llevar a cabo cualquier proyecto orientado más allá del corto plazo necesitará un partido en el gobierno de Catalunya capaz de establecer complicidades dentro de la política española.

La alianza Comuns-ERC representaría para Pablo Iglesias un obstáculo para articular el discurso atractivo para el conjunto de España que le reclaman sectores del partido

Como dice Domènech, los comunes tienen la llave para hacer funcionar cualquier escenario alternativo a un gobierno independentista. Vale a decir también, la alianza con ERC no estaría exenta de condiciones. En el caso de Ada Colau, esta apuesta podría desbloquear el gobierno de Barcelona, pero para Pablo Iglesias representaría un obstáculo para la articulación del discurso atractivo para el conjunto de España que se le reclama desde sectores del partido morado. ERC, en este sentido, sería un compañero de viaje incómodo. En función de los resultados electorales, veremos pressing y del bueno, pero hacia Iglesias.

En medio de todo eso, la estrategia Borgen de Iceta, es decir, evitar una eventual repetición electoral y convertirse en president como mal menor para una mayoría de los diputados de la Cámara, ganaría posibilidades.

Haremos bien pues en no acabarnos las palomitas durante la noche electoral. Las semanas posteriores podrían ser largas.