Tras el 28-A costó hasta dos meses empezar las negociaciones. Después del toque de alerta del 10-N ha sido cuestión de horas. Este martes, visiblemente ilusionados, como si nada no hubiera pasado, han comparecido conjuntamente el presidenciable Pedro Sánchez y el vicepresidenciable Pablo Iglesias para sellar el primer gobierno de coalición desde la Segunda República. Incluso se han abrazado como si todo ya estuviera hecho. Pero parecían olvidar la variable más importante: todo pasa de la mano del independentismo. Más todavía cuando la derecha ya ha dejado claro su no a este proyecto de gobierno compartido. El PSOE quizás ha rehecho los puentes con Unidas Podemos, pero el soberanismo catalán todavía tiene mucho a decir de un Pedro Sánchez que desde la sentencia ha comprado el marco de la represión.

Sánchez no quería depender de los independentistas, pero los números son los que son: depende de ellos todavía más que antes. Ni siquiera con el apoyo de todos los grupos que no son PP, Cs y Vox —es decir Unidas Podemos, el PNV, Más País, Coalición Canaria, el BNG, el PRC y Teruel Existe—, le bastaría. Esta fórmula suma 170 escaños a favor y 180 en contra. Faltaría la participación del independentismo catalán y vasco. Con ERC (13) tendría suficiente. Haría falta un voto a favor en primera votación o una abstención en segunda votación. También bastaría con los diez Ciutadans, pero estos se han desentendido de la propuesta.

Sánchez no quería depender de los independentistas, pero los números son los que son: depende de ellos todavía más que antes

Los socialistas dependen ahora más de los independentistas y también es ahora cuando los puentes están más dinamitados. Sánchez empezó la campaña electoral desde el Palacio de La Moncloa un par de horas después de la sentencia del procés cerrando la puerta a los indultos a los presos políticos. Después ha venido una retahíla de mano dura. Desde amenazas retóricas de aplicar el 155 y la Ley de Seguridad Nacional, hasta promesas de campaña como penalizar el referéndum o "traer Puigdemont a España". También se ha vanagloriado de controlar la Fiscalía contra el independentismo. Y ha habido material bien real, como el decreto que habilita al Estado a cerrar páginas webs y redes sociales en caso de "amenazas al orden público".

El punto del preacuerdo que habla de Catalunya también se ha quedado corto: diálogo dentro de la ley y poca cosa más. El PSOE y Unidas Podemos dicen que el objetivo es "garantizar la convivencia a Catalunya y la normalización de la vida política". De esta manera, se comprometen a "fomentar el diálogo a Catalunya, buscando fórmulas de acuerdo y entendimiento, siempre dentro de la Constitución". No aparece ni amnistía, ni referéndum, ni nada que se le parezca.

Los republicanos se hacen valer

Un punto que, como era de esperar, no ha gustado nada al independentismo catalán y que, de momento, ya se ha ganado 10 no rotundos, los 8 diputados de JxCat y los 2 de la CUP, y un "ahora mismo la posición es no" de los 13 de ERC. Los republicanos lamentan que se hable de un problema de "convivencia" y no de un asunto "político" y creen que el acuerdo tendría que comprometerse a buscar "solución democrática". Un punto de partida parecido al de la declaración de Pedralbes acordada por los gobiernos catalán y español el pasado diciembre y que acabó en papel mojado.

El partido liderado por Oriol Junqueras considera que el escenario de julio, cuando se abstuvieron a la investidura de Pedro Sánchez, es "diferente" al actual, y lo atribuyen especialmente a la sentencia y a la dureza contra el independentismo empleada por el líder socialista durante la campaña electoral. Están dispuestos al diálogo y al acuerdo, como vienen defendiendo desde ya hace un tiempo, y podrían llegar a mover su posición y facilitar una investidura, pero defienden que antes faltan "movimientos".

ERC podría llegar a mover su posición y facilitar una investidura, pero defiende que antes faltan "movimientos"

Lo habían avisado durante la campaña, "los votos de ERC no son nunca a cambio de nada", y lo han rematado este martes después de saberse el acuerdo: "si quieren alguna cosa, hay que sentarse y hablar", ha defendido la portavoz Marta Vilalta poco después de saberse el acuerdo. Lo que, traducido en palabras de un alto dirigente del partido en los pasillos del Parlament, es un ahora "se lo tendrán que currar".

Por otra parte, JxCat y la CUP, como ya habían avisado durante la campaña, han dejado claro su no. rotundo La líder del grupo de Puigdemont en el Congreso, Laura Borràs, ha defendido que no modificará su posición de julio porque no ven ningún cambio en el discurso de Sánchez y acusa Podemos y los comunes de comprar "el marco mental del 155". Los 'cupaires', por su parte, se han limitado a hacer un tuit donde aseguran que sería un "error caer" en el pacto PSOE-Podemos.

'No' rotundo de la derecha

La derecha española ya se ha desentendido de este proyecto de coalición. Pablo Casado ha dicho que este acuerdo "cierra la puerta con estrépito" cualquier entendimiento con el PP". Santiago Abascal ha denunciado que "se abraza al comunismo bolivariano, a los aliados de un golpe de Estado, en mitad de un golpe de Estado". Y también se ha desmarcado Ciudadanos, hacia donde estaban fijadas muchas miradas. "Ciudadanos no puede apoyar que Sanchez y Podemos lleven las riendas del Gobierno de España. Es nefasto y contrario a los intereses de la mayoría de españoles", han asegurado en un comunicado.