Èric, como muchos aficionados azulgranas, siguió las indicaciones de las entidades soberanistas y se vistió con una camiseta amarilla para ir a la final de la Copa del Rey, una prenda de ropa, que en su caso llevaba un mensaje de apoyo a los Comités de Defensa de la República, 'Yo soy CDR' se podía leer. A simple vista no se le veía, la llevaba camuflada bajo dos camisetas más, la una normal, el otro del Barça, pero en uno de los controles policiales en las puertas del estadio, lo pararon y le pidieron que se la sacara.

Según ha explicado a El Nacional, de entrada se negó y preguntó por qué razón se lo tenía que sacar. Los agentes le respondieron que tenían órdenes de retirar "todo aquello que tuviera contenido político" y Èric, que estaba rodeado de banderas españolas, los cuestionó si todos aquellos símbolos no eran también contenido político. Como la respuesta no gustó a los policías, decidió quitarse la camiseta y entrar en el Wanda Metropolitano con el torso desnudo. ¿Delante de lo qué consideraron una provocación, los agentes le dijeron que así "tampoco podía entrar" y él respondió "en qué quedamos? con camiseta no y sin camiseta tampoco"?.

El enfrontamiento de Èric, que mantenía este estira y encoge ante la mirada de sus padres y su hermano pequeño, no gustó nada a la Policía Nacional que decidió llevárselo en la furgoneta del cuerpo policial. Allí le explicaron que no podía actuar de aquella manera, que no podía "cuestionar" la autoridad policial y que tenía que acatar las órdenes. En aquel momento, la conversación entró en punto muerto, Èric reconoce que "iba caliente" y que los policías "tampoco tenían ganas de escuchar".

Lo retuvieron durante cerca de una hora y le levantaron un acto por desacato a la autoridad. Le exigieron que la firmara y él pidió poder leerla antes. Según Èric, que no quiere dar su apellido, el policía le dijo: ¿"no quieres firmarla? pues ponemos que no lo ha querido firmar". Él pero mantiene que el problema no era firmarla, era "leerla antes". No sabe ni como ni porque, después de amenazarlo con multas de 6.000 euros y de no dejarlo entrar en el campo, lo dejaron entrar en el campo. Ahora, espera que le llegue a casa un acta de la que todavía no sabe exactamente qué le puede suponer.