Los acontecimientos vividos este domingo 1-O en Catalunya dejan claro que, a pesar de que Estado intentó evitar la votación y demostrar que controlaba –ni que fuera policialmente– su territorio, sólo lo logró de manera limitada y con un coste de legitimidad muy alto. Los próximos días veremos qué consecuencias puede tener todo esto. Ahora bien, también es evidente que el Estado consiguió que no se votara con normalidad, y el impacto que haya podido tener esta interferencia en la participación y el resultado del referéndum es difícil de calcular. Los próximos días seremos testigos de cómo se interpretan los acontecimientos del 1-O y qué escenarios políticos se abren.

Antes de estas interpretaciones, sin embargo ¿cómo podemos analizar el referéndum a partir de sus resultados?

Los 2,26 millones de votantes en el 1-O suponen el 42,3% del total del censo de 5,34 millones de electores. Los votantes favorables a la independencia suman un 37,8% del censo, mientras que los contrarios suponen el 3,3%. En términos globales, los resultados de los referéndums se contabilizan a partir de los votos válidos, esto es, de la suma de los 'sí' y de los 'no'. Así, los resultados del referéndum serían de un 92% de votos a favor y un 8% de votos contrarios a la independencia.

Los 2,26 millones de votantes en el referéndum suponen el 42,3% del censo de 5,34 millones de electores: favorables a la independencia 37,8%; contrarios, 3,3%

La participación es más compleja de establecer a causa de las circunstancias en que se produjo la votación, con intervención de las fuerzas policiales cerrando colegios, agrediendo votantes o requisando urnas y papeletas.

Según los datos oficiales, los colegios que no ha podido participar del recuento por cualquiera de los motivos anteriores cubrían a unos 770.000 electores, que habrían participado pero no han sido contabilizados. Eso situaría la participación en 3,02 millones de electores, un 56,8% del censo. El hecho de que se trata de datos sin confirmar, nos obliga a hacer estimaciones más prudentes, además del margen de error que pueden tener estos cálculos. En todo caso, es razonable asumir que una parte de electores pudieron desplazarse a otros colegios a votar, mientras que un cierto número de votos se ha perdido para el recuento, además del contexto de tensión donde un grueso de los electores pueden haber preferido no participar.

Así, en este segundo escenario, el universo de electores cubiertos por los colegios electorales que funcionaron con un mínimo de normalidad sería de 4,57 millones. Si calculamos los datos a partir de este segundo escenario, la participación llegaría al 49,5%. Vista la distribución de los votos entre las dos opciones, el 'sí' representaría un 44,2% del censo mientras el 'no' abarcaría' a un 3,9%.

Para tener un elemento de referencia comparada, el referéndum de Montenegro establecía una participación del 50% y un umbral de aprobación del 55%, además de que aquella votación se hizo con normalidad –al menos comparada con el caso catalán.

En la asunción de que todos los 770.000 votos robados hubieran optado pel 'no', los resultados serían: 60,9% pel 'sí' y 39,1% pel 'no'

En cambio, en el 1-O, si asumimos que el dato de los 770.000 corresponde a electores que emitieron su voto pero que la intervención del Estado impidió contabilizar, la participación subiría al 56,8%. En la asunción más restrictiva posible, donde todos esos votos hubieran optado por el 'no', los resultados del referéndum serían de 60,9% de votos pel 'sí' y un 39,1% de votos pel 'no'.

Es decir, a pesar de las circunstancias adversas para los electores, los resultados del referéndum son comparables con el referéndum de referencia sobre la secesión en el contexto europeo, el de Montenegro, que introducía ciertos criterios y en el que la participación fue mucho más alta, de un 86% de los electores registrados. En el otro caso reciente en Europa, el referéndum escocés,  participó un 84,6% de los electores, aunque el acuerdo entre los gobiernos escocés y británico no incluía ningún umbral de participación ni aprobación. Votaciones como las de Montenegro o Escocia señalan la evidencia de que, en general, los referéndums se caracterizan por grandes índices de participación.

En el caso catalán, el único referente reciente de una participación comparable son las elecciones del 27 de septiembre del 2015, en las que tomaron parte el 77,44% de los electores residentes en Catalunya (teniendo en cuenta el voto exterior, este porcentaje cae al 74,95%).

¿En este contexto, qué resultados podríamos esperar si el referéndum catalán se hubiera realizado con un mínimo de normalidad? Es la gran cuestión. A falta de información más esmerada sobre la votación, se pueden hacer algunas aproximaciones tentativas.

En condiciones normales y una participación como la del 27S, el 'sí' obtendría la victoria aunque el 90% de los nuevos votantes optaran por el 'no'

Aplicando el mismo porcentaje de participación que el 27S, los votos absolutos en el referéndum del 1-O llegarían a los 4,13 millones. El criterio más restrictivo es considerar que los votos absolutos se mantienen iguales, es decir, que los 2,02 millones de votos favorables al sí no varían. En este escenario extremo, descontaríamos de los 2,1 millones de votos restantes y un 3% de votos correspondientes a los blancos y nulos, y atribuiríamos el resto de votos al 'no'. Eso dejaría 2,05 millones de votos para el 'no'. Los resultados del referéndum en este escenario serían por tanto, de un 50,4% a favor del 'no' y de un 49,6% a favor del 'sí'.

Obviamente, la asunción que los dos millones de votos que habría que añadir optaran casi todos por el "no" es muy extrema. A pesar de asumir razonablemente que el 'sí' se movilizó al completo, sólo necesitaría que uno de cada 100 nuevos votos se decantara hacia el 'sí' para obtener la victoria. Este escenario cumpliría con los requisitos establecidos por el referéndum de Escocia. Pero incluso situándonos en el escenario de Montenegro, el 'sí 'superaría el umbral del 55% de votos favorables sólo que fuera capaz de obtener uno de cada diez nuevos votos, es decir, el 'sí' obtendría la victoria aunque el 90% de los nuevos votantes optaran por el 'no'.