Retratos de campaña: Raül Romeva.

Badalona / 16-09-15 / Raul Romeva es fa un "selfie" amb simpatitzants de Junts Pel Sí al final d'un acte de campanya a Badalona. / foto: Sergi Alcazar Badia

Muy sorprendido, Raül Romeva explica en su último ensayo que sólo el 4% de su actividad en el Parlamento Europeo guardaba relación con Catalunya, pero que este 4% ha hecho más ruido que el otro 96%. Y de aquí concluye que hasta que los catalanes no hayamos resuelto nuestra tara nacional no podremos invertir todo el cerebro en temas de más alcance. ¿Como es posible que un doctor en Relaciones Internacionales necesite diez años en Bruselas para advertir una evidencia como ésta? ¿De qué mundo viene Raül Romeva?

Raül Romeva no es un comunista, como ahora dicen los de Unió para asustar a las abuelas y arañar votos al Círculo de Economía, sacando jugo a los fantasmas del país. Romeva viene de una familia de izquierdas de tradición federalista. Se sabe que nace en Madrid en 1971, donde su padre hacía de profesor. Se sabe que a los tres años toda la familia se mudó a Barcelona, y que cuando él tenía nueve se instalaron en Caldes de Montbui, donde Romeva vivió hasta los veintidós. Su padre dirigía Torre Marimon, una granja-escuela en medio de viñas donde se hacían cursos de formación profesional agraria.

En esta granja-escuela daba clases Pepe Beúnza, el primer objetor de conciencia del Estado.

Beúnza había pasado por diez prisiones españolas por negarse a hacer el servicio militar. Beúnza había rondado por toda Europa y había trabajado en varias comunidades de agricultura ecológica. Romeva queda deslumbrado por Beúnza, como años más tarde quedará deslumbrado por Vicenç Fisas, el ensayista en temas de paz y alternativas de seguridad que un día visitó su instituto. Nuestra estrella se acerca al mundo de ICV desde el pacifismo y el ecologismo que mama en la familia.

También de Alfons Garcia, entonces concejal de ICV en Caldes de Montbui y poco después presidente de ICV en el Vallès Oriental, que era amigo de sus padres y de Beúnza.

Deslumbrado por Pepe Beúnza, el primer objetor de conciencia de España, que trabajaba en la granja-escuela de su padre, y por Vicenç Fisas, el ensayista sobre paz y alternativas de seguridad que un día visitó su instituto.
El caso es que en 1991, con diecinueve años, Romeva ya forma parte de la candidatura municipal en Caldes y que en 1994 ya iba en la lista al Parlamento europeo que encabezaba Antoni Gutiérrez. Para Romeva, Antoni Gutiérrez siempre será una especie de padre político. Es quien años más tarde le hará de cicerone en el Parlamento Europeo, donde el viejo Guti practicaba el reformismo después de que Rafael Ribó se hubiera hecho el dueño del chiringuito en Catalunya. Entre 1994 y 2004 Romeva estuvo en mil listas de ICV —autonómicas, estatales, europeas. Va en lugares simbólicos, para darles apoyo con los pectorales, porque estaba bien ocupado con la licenciatura, el trabajo en la UNESCO y después haciendo investigación.

Con veintitrés años, cuando termina Económicas, Romeva se instala en Sant Cugat con su mujer, en la casa de los abuelos de ella, con huerto y ganado. Aquí la mujer de Romeva codirige ahora una librería infantil. Y lo hace con la que —el apunte parece un episodio de Sálvame pero es una señal de Dios— es la exmujer de Joan Herrera. Los Romeva hacen castells, participan activamente de la escuela pública de los niños —pública de Sant Cugat. Y además, eso no lo sé, pero seguro que él cocina y plancha y hace maravillas en todos los ámbitos de la casa. En parte, Romeva deja Bruselas al cabo de dos mandatos porque se había comprometido con su mujer a no pasar más de diez años lejos de los dos hijos que tienen.

Pero volvamos a la carrera política. El año 2003 Romeva ya llevaba diez años en la Universidad. Daba clases en la facultad de Políticas de la UAB. También en la Escola de Cultura de Pau, fundada y dirigida por aquel Vicenç Fisas que había conocido en el instituto —que, por cierto, también vive en Sant Cugat. Estos años coincidirá con Joan Subirats, Jordi Armadans, Arcadi Oliveras, Rafael Grasa. Todo ese mundo catalán de las causas terráqueas.

Romeva deja el púlpito de vez en cuando. De hecho viaja a Croacia, en el campo de Kamenajt, a la ciudad de Pula, donde hace de voluntario para los refugiados bosnios. Aquí coincidió, atención, con el ilustre Quico Homs, quien en honor a aquellas letrinas compartidas lo habría animado a sumarse a Junts pel Sí.

En la UAB coincide con Joan Subirats, Jordi Armadans, Arcadi Oliveras, Rafael Grasa... Todo ese mundo catalán de las causas terráqueas.
En el año 2003 Romeva acababa de presentar su tesis doctoral, dedicada a la construcción de la paz en Bosnia-Herzegovina. Se encontraba en eso que los coaches llaman 'un momento de impasse' y que nosotros llamaremos 'no saber hacia dónde tirar'. Es ahora cuando Joan Saura y Antoni Gutiérrez Díaz lo van a buscar y le proponen que encabece la lista de ICV en el Parlamento Europeo.

Romeva siempre defenderá a Saura. Incluso fue amable cuando éste estaba en Interior y los Mossos repartieron estopa entre los estudiantes. Lo hace porque estaba en deuda pero también porque cree que es gracias a Saura que ICV se salva de desaparecer y se convierte en una fuerza de gobierno. Para Romeva, un partido muy puro es absurdo si no puede influir en ningún sitio políticamente. A él, que apuesta siempre por el caballo ganador, le parece que toca enterrar a Gaspar Llamazares y disputar la hegemonía de izquierdas a ERC y al PSC.

Así, sólo llegar al Parlamento Europeo, Romeva saca ICV del Partido de la Izquierda Europea, que agrupa partidos excomunistas, y que de acuerdo con sus postulados anticapitalistas, acaban siempre votando en lógica estatal de finales del XIX. Al lado, dicho sea de paso, de la derecha más rancia. La saca de aquí, donde todavía está Izquierda Unida, y la incorpora al Grupo europeo Verde, que si seguís las votaciones en el Parlamento Europeo veréis que suele votar con los liberales y los partidos socialdemócratas de centro-izquierda.

Como eurodiputado, Romeva se convence muy pronto cuan absurda es una Europa de estados jacobinos. Repite y repite que los estados deberían ceder soberanía a Europa en temas como la inmigración o la política fiscal, pero también a las naciones por una cuestión de eficacia. Romeva no es ningún idealista. Es un posibilista. Y acaba sumándose al independentismo por una cuestión de gobernanza, y por el clásico cansancio del catalanista común.

Romeva no es ningún idealista. Es un posibilista. Acaba sumándose al independentismo por una cuestión de gobernanza y por el clásico cansancio del catalanista común.
Cuando en 2004 fue escogido eurodiputado, se propuso que el catalán fuera aceptado como idioma oficial en el Parlamento Europeo. Pero el panorama es tal que le resultó más fácil proteger el atún rojo. De hecho, no sólo ha fracasado intentando hacerlo oficial, sino que se ha peleado con eurodiputados populares para que no perdiera derechos ya reconocidos. Como si fuera un vulgar político catalanista autonómico, vaya.

Harto de enviar cartas al congreso español para que solicitara la oficialidad del catalán en el plenario y no recibir respuesta. Harto de perseguir a eurodiputados para que firmaran enmiendas que redactaban entre él, Tremosa y Junqueras. Harto de esperar que Martin Schulz, aquel librero calvo del Rin que ahora preside el Parlamento, tuviera un gesto de misericordia por amor a la prosa de Jaume Cabré. Harto de todo eso, y considerando que la mitad de los traductores españoles del Parlamento Europeo son catalanes y que por lo tanto no costaría ni un céntimo, Romeva llega a una conclusión: en España no hay voluntad política para velar por los derechos de los catalanes. Tantos años en la UAB dedicados a las relaciones internacionales y se da cuenta ahora, hablando con los eurodiputados del PP. Y con los del PSOE, claro está, porque de hecho es Miguel Ángel Martínez Martínez, responsable socialista de traducción y multilingüismo del Parlamento Europeo, quien se lo explica sin metáforas: "A ver si lo entendéis: nunca se hablará catalán en este Parlamento".

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Me cuenta Tremosa que, viendo el panorama, entre Junqueras, Romeva y él hicieron un pacto: en Catalunya había lógicas autonómicas y no podían hacer nada, pero en Europa funcionarían con lógica de país. Es por eso que el número de preguntas, propuestas de resolución, informes e intervenciones en sesión plenaria de todos ellos es tan elevado, porque solían aprovechar el trabajo que hacían los equipos de unos y otros.

Bruselas no deja de ser un entorno de no competencia. Y Romeva no se saltó prácticamente nunca ningún plenario ni votación. Por una parte porque los diputados de los grupos más pequeños no pueden especializarse y van de cabeza. Y después por su talante obsesivo y competidor. Sólo como ejemplo: Raül Romeva empieza a nadar porque se había lesionado haciendo atletismo. Y al cabo de poco tiempo ya se le mete en la cabeza hacer carrera como nadador. Después ve que no, que los tendones no le siguen, y decide que quiere dedicarse a la universidad. Y no sólo se licencia sino que se doctora y pasa diez años investigando.

Lo que sea, pero va a ganar.

Romeva es la estrella de última hora que cae del caballo durante la travesía europea. Musculado en el arte de la real-politik, es un mediador ideal.
Claro que tiene sus frentes. Por ejemplo los católicos no se quitan de la cabeza que insultara al Papa. O la comunidad judía que presionara para que la UE no renovara unos acuerdos con Israel. Pero también es verdad que no le han oído hablar nunca a llamaradas, como por ejemplo a Jordi Miralles. Además, había dado apoyo a Las Damas de Blanco para que recibieran el premio Sàjarov del Parlamento Europeo. Tiene sus frentes, pero no es ningún loco, ni mucho menos. Más bien parece un ejemplar pop de aquella mezcla de marxismo y cristianismo de los primeros psuqueros.

Ramon Tremosa dice de él: "Romeva no es un hombre sectario". Me cuenta Tremosa que eran vecinos de despacho y que acudía muy a menudo a hacerle consultas. Y todavía me comenta una cosa que me llega al corazón: "Romeva me daba conversación en el aeropuerto". Digo: "Hombre, Ramon, ¿por qué no te la tendría que dar?". Y entonces me explica que Salvador Sedó, de Unió, nunca se la dió y que en cinco años no pisó ni una vez su despacho.

Desde una lógica española el paso de Romeva es una traición. Pero desde una lógica europea y catalana es una alianza de sentido común elemental. A pesar, claro está, de que para los catalanes Romeva parezca el hombre que nos roba las novias. Pensemos que Oriol Junqueras picaba piedra desde la Universitat Autònoma, cuando los independentistas eran cuatro, y más en el departamento de Historia, dominado por el PSUC. Pensemos que Junqueras picaba piedra desde Sant Vicenç dels Horts para romper la lógica que convertía al votante metropolitano en moneda de cambio de los socialistas. Recordemos que Mas se encuentra todavía en plena carrera por romper los vínculos con Madrid sin perder el votante conservador. Y de golpe aterriza Romeva, que se había ocupado durante años de los fondos marinos y de escribir ecothrillers durante las noches solitarias en Bruselas, y se convierte en la estrella de Catalunya.

Desde Alfons Garcia, que le introdujo en ICV, hasta Joan Herrera, tan amigo suyo que era casi familia, todos le han comentado que no entienden su decisión ni hartos de vino.
Con camisa blanca, marcando pectorales y músculos del cuello, con los hombros anchos y sus manos fuertes, Romeva entra en los escenarios de Junts pel Sí como si fuera George Michael. A ratos parece que le ha subido el éxito a la cabeza. Tampoco es extraño: en tres mítines, no he conseguido hacerme con él ni una triste fotografía. Cualquier vitamina para su vanidad será poco para compensar el coste humano que le ha supuesto sumarse a la lista de JxS. Porque desde Alfons Garcia, que le introdujo en el partido, hasta Joan Herrera, tan amigo suyo que era casi familia, todos han comentado que no entendían ni hartos de vino su decisión.

Con los días Romeva ha ido incorporando expresiones muy propias, únicas, del presidente Mas. Habla de herramientas, de garantías y de ampliar el mandato democrático, y lo hace con una voz casi presidencial. Ha integrado la mayor del independentismo: "Mande a quien mande en la Generalitat se encontrará con un problema de fondo: falta de poder y falta de recursos", le dijo hace poco a Antoni Bassas. Yo doy fe de que es mejor en los mítines que en los debates, donde se le ve blando y lento de reflejos. Es cierto que los debates se han convertido en una embestida colectiva. Pero también lo es que Romeva no conoce muy bien nuestra política. Quizás Junqueras no sabe gran cosa de los feminicidios en México, pero sí que puede cerrar la boca a Inés Arrimadas, que no sabe absolutamente nada del país donde vive. Este debe ser el problema, que toda la relación de Romeva con el catalanismo clásico empieza y acaba con su paso por los bastoners y el grupo dansaire. Y en la amistad con Jordi Sànchez, que le anima a sumarse a la ANC.

Romeva es la estrella de última hora que cae del caballo durante la travesía europea —harto de las salvajadas de Vidal-Quadras y muy musculado en el arte del posibilismo y la real-politik. Y sí, es el hombre que nos roba las novias. Pero también es un hombre que siempre sale a ganar. Es un mediador ideal. Y Junts pel Sí le representa una buena oportunidad. En definitiva, toda su vida se ha preparado para evitar fuegos cuando impera la tensión política y para que se imponga la diplomacia cuando hay cambios en el tablero global.

Anna Punsoda es periodista y filósofa.

Serie Retratos de campaña: 1. Xavier García Albiol, por Iu Forn.