A los periodistas a menudo se les reprocha que abusen del uso del adjetivo “histórico” pero en la microhistoria política de este pequeño país hoy será uno de aquellos días que sí, que conviene.  

Si definimos “histórico” cómo un hecho importante, inusual, que marca un punto de inflexión en la sucesión natural de los hechos, la jornada de este miércoles en el Parlament ha sido eso: histórica.

Nunca un Govern había perdido el apoyo de sus socios para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat. Todavía menos, nunca un presidente de la Generalitat se había sometido a una cuestión de confianza.

Golpe de efecto magistral de un Puigdemont a quien no ha temblado el pulso y ha anunciado que, en el mes de septiembre, se someterá a una cuestión de confianza para explicitar con qué apoyo cuenta para sacar adelante la hoja de ruta y asentar las bases de la nueva República catalana.

Puigdemont ha salido como ganador moral de una situación muy complicada y pasa toda la presión a la CUP que deberá decidir si quiere continuar como socio del Govern o no en pro de la independencia. Pero no sólo eso, con este movimiento el presidente catalán ha dejado claro que, si deciden seguir el camino juntos, el Govern no tolerará ni una rabieta más.  

Presión a la CUP

Pasaban pocos minutos de las cinco de la tarde cuando Puigdemont ha pedido el turno de palabra, justo después de que prosperaran las enmiendas a la totalidad a los presupuestos que han presentado todos los grupos parlamentarios, excepto JxSí.

“Las condiciones que dieron pie al inicio de la legislatura han cambiado radicalmente”, ha avanzado el president para después reprochar a la CUP su deslealtad tanto con el Govern –“confiaba en ustedes y los he defendido hasta el final” - como con millones de personas a quien “han decepcionado y que se han movilizado durante todos estos años para que Catalunya sea un Estado”.

Desde los escaños, los diputados de la CUP seguían la intervención del president con cara de circunstancia. La jornada no ha sido fácil para los cupaires.

Minutos antes, la cupaire Eulàlia Reguant afirmaba desde el atril que, pasara lo que pasara, “la hoja de ruta y la vía de la unilateralidad continuaba plenamente vigente” y que la CUP “no renuncia a encontrar acuerdos para que el 2017 sea el año de la desconexión”. “Tropezar, es una buena señal”, ha concluido.

Desde los escaños de JxSí, miradas de cabreo monumental que se ha explicitado en un discurso muy agresivo del presidente del grupo parlamentario de JxSí, Jordi Turull. “Hoy algunos han escogido el orgullo y JxSí la dignidad”, ha afirmado visiblemente enfadado después de recordar las horas y horas de reuniones y encuentros “para adaptarse a lo que la CUP quería”. "¿Nos pueden aguantar la mirada ahora?", ha remachado.

El portavoz junter, Roger Torrent, ha jugado con el lema de los cupaires #sensepor: “La responsabilidad pesa pero, como la soberanía, se ejerce sin miedo”.

Jornada tensa

Este ha sido el colofón de una jornada más que tensa, tanto en el hemiciclo como en los pasadizos del Parlament donde, incluso las pequeñas capillitas de diputados, eran esquivas y efímeras.  

Después del debate de las enmiendas a la ley de presupuestos -que se ha alargado hasta bien entrada la tarde- y la réplica del vicepresident económico, Oriol Junqueras, Turull ha pedido a la presidenta un remanso de 30 minutos.

Se ha celebrado así una reunión a puerta cerrada de JxSí donde el president ha aprovechado para anunciar su plan. Una veintena de cámaras y periodistas escuchaban aplausos mientras hacían guardia en la puerta de la sala de grupos. JxSí cerraba filas, una vez más, con Puigdemont.

Reacciones de los grupos

La líder de C's, Inés Arrimadas, ha descrito la situación como la “crónica de una muerte anunciada” y, a pesar de todo, los socialistas y el siempre combativo Joan Coscubiela (CSQP) han acabado extendiendo la mano al Govern para negociar el apoyo a las cuentas en un futuro.

Desde la CUP, Joan Garriga no ha escondido la sorpresa por la decisión de Puigdemont. “Nos sentimos corresponsables pero no culpables”, ha dicho.

Aun así, la cara de los cupaires -los últimos en abandonar el hemiciclo y en hacerlo en pequeños grupos- era un poema.

Escorpiones y ranas

Los detalles de la jornada han quedado eclipsados por el anuncio de Puigdemont. Atrás quedan las diversas versiones de una fábula africana que ha empezado el popular Enric Millo, que ha reinterpretado a Oriol Junqueras y, que en los pasillos, ha sido objeto de comentario de los cupaires.

En la versión de Millo, el escorpión pide a una rana que le ayude a cruzar el río con el compromiso de no picarla, porque sino los dos morirán ahogados. A la hora de la verdad, sin embargo, el escorpión “por su naturaleza”, no puede evitarlo, y los dos mueren ahogados. Para Millo, la CUP es el escorpión y, en la versión de Junqueras, el escorpión es el gobierno del PP que ataca a la Generalitat.

Metáforas que han aliñado el debate de las enmiendas a la totalidad de los presupuestos donde, incluso, los socialistas han ironizado con la idea de que parece que se eche de menos “el Dragon Khan del tripartito”.

Como matiz, destacable la réplica del vicepresidente económico, Oriol Junqueras, a la CUP que ha sido sorprendentemente blanda, como cuando la madre, cansada de repetir argumentos, vuelve a pedir al niño que haga el favor de estar quieto en la mesa. A veces, los hechos hablan más que las palabras.