El Gobierno de Mariano Rajoy ha tenido bastante con quince días. El presidente español advirtió en su investidura que el reto más grave al cual tenía que hacer frente esta legislatura era el desafío catalán, y su gabinete ha dado un giro -de momento, sólo gestual- que en dos semanas ha situando este objetivo en el punto de mira. Las primeras maniobras ya han dejado sentir su impacto y el Govern de Carles Puigdemont se prepara para el contraataque. Es la nueva operación de Rajoy, la operación Diálogo.

El presidente español sigue sin querer ceder ni un milímetro en nada que tenga que ver con el debate independentista, pero ha decidido derribar la imagen de impermeabilidad con que responde a los llamamientos al diálogo de Catalunya. No hablará de referéndum, pero sí se ha apresurado a decir que está dispuesto a hablar de financiación o de algunas de las 46 reivindicaciones que Puigdemont le dejó el pasado mes de abril sobre la mesa de la Moncloa. En la plaza Sant Jaume no ha pasado desapercibido el giro estratégico y el Govern estudia como combatir el intento de Madrid de cambiar las tornas y hacer aparecer, ahora, la política catalana como la que esquiva la negociación.

Cambio de portavoz

Desde el 22 de diciembre del 2011, día del sorteo de la lotería de Navidad, en que los ministros del primer Gobierno Rajoy tomaron posesión de su cartera, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, se había convertido en la voz implacable del ejecutivo, y las ruedas de prensa del consejo de ministros, en toda una exhibición de mayoría absoluta.

Durante cuatro años, desde la sala de prensa de la Moncloa, Santamaría ha hecho desfilar hacia el Tribunal Constitucional todas y cada una de las leyes y decretos del Govern o sencillamente resoluciones del Parlament que abordaran, ni que fuera de soslayo, alguno de los aspectos del proceso o insinuaran la más mínima invasión de competencias, incluidas las iniciativas contra la emergencia habitacional y energética. De esta intransigencia el Gobierno español ha hecho bandera.

El pasado 3 de noviembre, sin embargo, una vez superado el puente de los difuntos y después de casi once meses con un ejecutivo en funciones, Rajoy dio a conocer los nombres de su nuevo gabinete y el nuevo portavoz. La implacable abogada del Estado era sustituida por el ministro Iñigo Méndez de Vigo, un perfil más amable, de aire decimonónico, y aromas diplomáticos labrados en la política europea. El gobierno español opta por sacar contenido a las ruedas de prensa, pero también crispación. De repente, el mensaje se relaja y pierde agresividad.

Soraya, empatía y diálogo

En el movimiento de piezas, Rajoy ha reservado para Sáenz de Santamaría otro reto. La vicepresidencia ha perdido la tarea de portavoz pero ha sumado la de Administraciones Públicas, que los últimos cuatro años había capitaneado Cristóbal Montoro, otro perfil arisco, que ha atado las finanzas de las autonomías regulando el grifo del déficit en función de los intereses del gobierno del Estado y ha provocado amotinamientos de todas las autonomías, incluidas las del PP.

El 8 de noviembre, al asumir el traspaso de su nueva responsabilidad, Santamaría activó desde el minuto cero el cambio de imagen del gabinete Rajoy en la carpeta catalana. En el discurso de toma de posesión garantizó diálogo, empatía e imaginación. Un vocabulario nuevo para una etapa nueva. Todo aquello de lo que había carecido durante sus más de cuatro años de portavoz implacable se podía resumir en un tuit.

El cambio de rumbo no pasó desapercibido en la plaza Sant Jaume. Una semana más tarde, el consejo ejecutivo decidía pedir una reunión con la vicepresidenta. La propuesta es que Sáenz de Santamaría se reúna con el vicepresidente, Oriol Junqueras, y lo haga en Barcelona.

Fue este un encargo directo del president Puigdemont al vicepresident Junqueras, y fuentes del gobierno aseguran que habrá más en este mismo sentido para las diferentes conselleries del Govern.

Aunque la propuesta formal de celebrar el encuentro no se tramita hasta hoy, la misma tarde del martes, Santamaría respondía desde los pasillos del Congreso declarándose "encantada" de acudir a la reunión en Barcelona. Mientras la vicepresidenta hacía estas declaraciones en los pasillos de la Cámara baja, el PP asistía impotente a un nuevo revolcón parlamentario de su exministro Jorge Fernández Díaz, rechazado por la oposición como presidente de la Comisión de Exteriores.

La vicepresidenta quiso remachar su disponibilidad a estar en Barcelona, recordando que aquel mismo jueves estaría en la capital catalana, acompañando el rey Felipe VI en un acto de Fomento, donde compartiría la mesa presidencial con Puigdemont. Precisamente, en aquella cita en Fomento, Puigdemont aprovechó para cantar las cuarenta en el Gobierno español, con un memorial de agravios 3.0 ante el monarca y la vicepresidenta.

Al tomar acto seguido la palabra, Felipe VI no cambió ni una coma de su discurso protocolario, Santamaría sencillamente no intervino. Si tres años atrás batalló en el mismo escenario para pasar por delante de Artur Mas, entonces president, en el protocolo hasta provocar la plantada del jefe del ejecutivo catalán a la cita anual de la patronal catalana, el jueves optó directamente por no intervenir en los parlamentos y dejar todo el protagonismo al rey y el president.

No sólo eso. Al finalizar la cena, Puigdemont intercambió unas frases con la vicepresidenta. Fue un saludo protocolario y breve, según fuentes del Govern, aunque no pasó por alto al president el hecho de que la contundencia de su discurso no había afectado a la disciplinada voluntad de cordialidad de la vicepresidenta.

Lo que sorprendió en el Govern fue que al día siguiente apareciera en un medio de comunicación aquel intercambio de saludos como si se tratara de un inicio de deshielo entre las dos Administraciones, y que incluso se apuntara que se había hablado del listado de los 46 puntos con reivindicaciones del Govern, cuando este tema en realidad no había sido ni citado.

Tercera Vía

Desde el Govern se prevé que la operación Diálogo irá acompañada de una reactivación de la denominada Tercera Vía, aquel sector que desde Catalunya defendía el camino del medio entre la independencia y el inmovilismo y que acabó agonizado por la inanición a que lo sometió el consejo de ministros con su negativa al diálogo o a aflojar en la estrategia de estrangulamiento económico de Catalunya.

Este sector aparece como un puntal de la nueva estrategia del gobierno español. No es casual que Sáenz de Santamaría hiciera su primera intervención en Catalunya precisamente en un acto de Fomento, uno de los baluartes económicos de la Tercera Vía, junto con el Cercle d'Economia. La negociación de la nueva financiación le permitirá a la vicepresidenta mostrar algún gesto hacia esta clase empresarial también damnificada por las estrecheces económicas del Govern y por la sequía de inversiones del Estado, que perjudica gravemente el tejido empresarial y lo ha hecho asequible a la causa independentista.

Este fin de semana, el secretario de Estado de Hacienda, José Enrique Fernández de la Moya, garantizaba en S'Agaró "diálogo hasta la extenuación" para el nuevo modelo de financiación. Toda una declaración de principios viniendo de un ejecutivo que, a pesar de disponer de mayoría absoluta, todavía no ha renovado el acuerdo caducado en el 2014.

Batalla por la bandera del diálogo

Después de unos años en que la imagen que quería transmitir el gobierno del PP era precisamente de intransigencia ante el discurso independentista, ahora se esfuerza por abanderar el estandarte del diálogo. Por su parte, la Generalitat tratará de evitar que se le arrebaten el discurso del diálogo que estos últimos años había ido ondeando ante la indiferencia de su rival.

La cumbre de presidentes se perfila ya como uno de los principales frentes en esta batalla por la bandera del diálogo. El president ha dejado claro que no acudirá, que las reclamaciones catalanas están en otra pantalla y que su exigencia es por el diálogo bilateral, tal como dejó claro en la intervención en el foro económico de S'Agaró el pasado viernes. Y, sobre todo, que ninguna negociación evitará que el ejecutivo saque adelante el referéndum independentista comprometido para el mes de septiembre.

Desde Madrid se intenta mostrar aquel rechazo a asistir a la cumbre de presidentes como una negativa a dialogar en el primer y emblemático foro que propone Mariano Rajoy. "No se pierde nada para asistir a una reunión de estas características", advirtió el lunes al presidente español que no ha dado respuesta a la propuesta de Puigdemont para mantener una reunión.

Nuevo delegado del Gobierno

Hoy se pone en marcha otro paso de la operación Diálogo. La delegada del gobierno español en Catalunya, María de los Llanos de Luna, que se ha convertido estos años en flagelo contra los Ayuntamientos que han querido mostrar sus posiciones a favor de la independencia, será sustituida por el diputado Enric Millo, un político que empezó en las filas de Unió dentro de las listas de CiU y que llegó al PP después de intentar un acercamiento a ERC.

El talante amable y dialogante de Millo, que conoce en profundidad la política catalana no tendrá excesivos problemas para superar la gélida relación entre la delegación del Gobierno español en Catalunya y el Govern o los Ayuntamientos catalanes.

De nuevo, Sáenz de Santamaría estará esta mañana en Barcelona para rubricar este giro en Catalunya. La Operación Diálogo a toda máquina.