Ahora los soberanistas catalanes no saben qué hacer, si apoyar o no la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy. Deberían hacer caso de Michelle Obama, quien en plena campaña hizo la llamada más emotiva a los demócratas: When they go low, we go high, que significa que "cuando ellos vuelan bajo –refiriéndose al juego sucio de Donald Trump–  hemos de volar bien alto". Era una apelación a la exigencia moral de los ciudadanos y a la nobleza de la política.

La corrupción en España es un problema gravísimo, pero la iniciativa de Pedro Sánchez, tal como se ha planteado, no es más que un movimiento desesperado del secretario general del PSOE por su supervivencia política. Así lo ha entendido todo el mundo y todo el mundo actuará en consecuencia. Ni el PNV le apoyará. Asistiremos a un debate centrado en remover toda la mierda de todos, por eso los soberanistas tienen la oportunidad de demostrar que son capaces de construir un discurso diferente y más elevado, de volar más alto teniendo bien presente quién es su destinatario prioritario: Europa .

Hay soberanistas partidarios de apoyar todo lo que sea expulsar del poder a Rajoy, también llamado El Gran Represor, y los que no están dispuestos a pasar por alto los ataques del líder socialista y su total connivencia con la represión . Que nadie se lo tome mal, pero plantear el debate en estos términos tiene poco sentido. (Y sobre todo poco sentido independentista). Nunca se llegará a una votación cuyo resultado dependa solo de los soberanistas catalanes, pero, si llegara el caso, no hace falta decir que para hacerse perdonar Sánchez endurecería hasta el infinito su retórica españolista. Apoyarlo en estas condiciones costaría de hacerlo entender a gran parte de los dos millones.

O sea que el soberanismo no tiene nada que ganar pronunciándose a priori a favor o en contra de Pedro Sánchez, pero también sería un error hacerse el desganado e inhibirse. Sería perder una gran oportunidad de hacerse oír y hacerse notar con la reivindicación de los valores democráticos que han inspirado y caracterizado el movimiento soberanista.

La idea sería trasladar a Pedro Sánchez una propuesta solemne de diálogo y reconciliación, un acuerdo para que los catalanes puedan decidir su futuro democráticamente, como lo han hecho los escoceses y los quebequenses sin que sus líderes sean encarcelados o exiliados, sería un mensaje fácil de entender en Europa y que pondría nuevamente todos en su sitio. Rajoy lo rechazará, Rivera agitará el conflicto con el estilo de Alternative für Deutschland, y Sánchez... ¿Qué hará Sánchez? Tendrá categoría de estadista y estará a la altura de la historia? Le dejarán? Quedará más claro que nunca qué valores defiende cada uno i el soberanismo podrá “mantener la posición”.

Tal y como va todo, es evidente que el pleito catalán sólo se puede resolver en Europa, específicamente en el ámbito de la justicia europea. Sea cual sea el partido que gobierne en España no cambiará de actitud hasta que no se vea obligado por las sentencias y las condenas por el atropello de los derechos humanos. Así que tendrá más sentido que la estrategia soberanista esté más pendiente de Estrasburgo, de Berlín y de Bruselas que de la politiquería madrileña. When they go low, we go high.