La recta final de la campaña de las elecciones andaluzas aporta una novedad a la actualidad política española que traerá cola. Vox tiene muchos puntos para entrar en el parlamento andaluz, con lo que dejará de ser el partido extraparlamentario con más presencia mediática de todo el Estado.

Que un partido de ultraderecha entre en un parlamento, es decir, que tome carta de naturaleza en las instituciones democráticas, es un cambio político radical que pone el termómetro a la salud de la democracia, pero también una bofetada a una derecha española que ha ido contemporizando con Vox hasta el punto de que ahora ve que quizás el huevo de la serpiente ha eclosionado y la amenaza también a ella.

Por eso, aunque hoy el tema central de las portadas de los diarios de Madrid es el acuerdo del Brexit, hay que buscar las noticias secundarias para ver que, finalmente, en los mentideros de la villa y corte empiezan a darse cuenta de que Vox puede ser un compañero de viaje peligroso. Muy peligroso.

Atención a dos noticias publicadas en columna en las portadas de El País y El Mundo. En el primer diario mencionado se puede leer: La estrategia de Casado sobre Vox divide a los dirigentes del PP, y en el segundo, una entrevista al secretario general de los populares, Teodoro García Egea, con la siguiente declaración: "Vox le quita más votos a Ciudadanos que al PP".

el pais

el mundo

Por su parte, La Razón publica una encuesta resumida con el siguiente titular: El PP resiste como segunda fuerza ante Cs y la irrupción de Vox.

la razon

¿Qué quiere decir todo ello? Por una parte, que la opinión publicada ya da por hecho que el partido de Abascal podrá iniciar su reconquista desde Andalucía. De la otra, que PP y Ciudadanos han entrado en un debate fratricida en el que solo se animan pensando que los ultras restarán más votos a los otros, un argumento espurio, que se retroalimenta, pero que suelta una verdad temida. El votante de Vox será en su totalidad exvotante del PP o de Cs, y, desde la derecha, debatir si son de unos o de otros no es más que hacer trampas al solitario, y más cuando ni unos ni otros han sido capaces de marcar diferencias, sino que más bien han endurecido su discurso, atizando la xenofobia y la catalanofobia como recurso para evitar la fuga de votos.

Ahora que quizás ya es tarde, parece evidente que en Madrid empiezan a ver que esto de Vox será complicado de manejar. Y será por su culpa.