La portada del día es la de El Punt Avui, con un titular que entra como cuchillo caliente en la mantequilla de la conversación que ayer tendrían y hoy tendrán la mayoría de gente de bien. Luto y vergüenza. No se puede decir más ni mejor sobre el incendio de la nave de Badalona llena de migrantes. Hay tres muertos, de momento, pero podrían haber sido más de un centenar. Grau Ussetti, director del Centro Sant Jaume para jóvenes, de los jesuitas, situado a pocos metros de la nave, ha explicado a Catalunya Religió que el edificio llevaba 12 años ocupado. "Todo el mundo sabía qué pasaba y nadie hizo ninguna acción preventiva", ha añadido. "Nadie" son también las autoridades que ayer desfilaron por Badalona a decir sus cosas. Eso es todo.

Es la cara fea del país, la que desagrada y disgusta. La fotografía es aterradora. La imagen está también en Ara, El Periódico, La Vanguardia, El Mundo y El País, pero ningún titular de estos diarios, salvo el de El País, capta la tragedia como El Punt Avui ni están a la altura de la foto.

El dinero de la UE

La mejor noticia de hoy en todas las portadas es el desbloqueo de los fondos de recuperación europeo pos-Covid, que hará llegar a España unos 140.000 millones, 72.700 a fondo perdido y 67.300 en préstamos, todo avalado por deuda suscrita por la misma Unión Europea. El Banco Central Europeo también se añadió a la fiesta, al aprobar varios instrumentos para facilitar créditos baratos a los estados. Este pastón cubrirá los agujeros que la pandemia deja en la economía. Ya puedes dar gracias a Bruselas, porque el estado español no tiene dinero para cubrir la emergencia y tendría que recortar y endeudarse como no te imaginas.

La mala noticia es que el fondo se pone en marcha a costa de endulzar los requisitos para beneficiarse de él relacionados con el respeto a la democracia que se exigen a cualquier miembro de la UE. Es la condición que han impuesto Polonia y Hungría para levantar su veto. Ambos países, gobernados por la derecha populista, están advertidos y bajo observación de la Comisión Europea por cargarse la separación de poderes, corazón de cualquier sistema democrático que se precie. El primer ministro húngaro Viktor Orbán ha consolidado su control sobre el poder judicial y sofocado casi todos los medios de comunicación y las organizaciones independientes de la sociedad civil. Elimina así cualquier control eficaz a su gobierno. En Polonia, el primer ministro Mateusz Morawiecki va por el mismo camino y acorrala a jueces, periodistas y etcétera. Orbán lo llama "democracia iliberal". Morawiecki, "otro modelo de democracia". Los científicos de la cosa, "autoritarismo competitivo". Un ciudadano decente hablaría de tiranía y chantaje.

Tejemanejes y democracia

¿Por qué acepta estos tejemanejes la UE, que profesa un compromiso profundo con la democracia? Es la pregunta que se hace R. Daniel Kelemen, catedrático Jean Monnet en la Rutgers University y uno de los grandes especialistas en la UE. Kelemen piensa que actuar así sostiene a los gobiernos autoritarios europeos. Tres factores, según él, contribuyen a la existencia de este tipo de tiranos: la estructura de partidos, la financiación de la UE y la libre circulación de personas.

En primer lugar, los partidos. Para hacer frente al "déficit democrático", la UE ha fomentado el juego de partidos a nivel europeo. Un partido estatal no puede actuar si no pertenece a alguna agrupación multiestatal de fuerzas. Al mismo tiempo, estos grupos —como el Partido Popular Europeo (EPP), los Reformistas, los Verdes...— si quieren ocupar cargos y recibir fondos, tienen que reunir cuantos más partidos mejor. En consecuencia, tienden a proteger a los partidos estatales miembros aunque gobiernen autoritariamente. Es el caso de Fidesz, el partido de Orbán, que pertenece al EPP, y sus diputados se sientan con los de la CDU y el PP. "En la UE no hay demasiada política partidista ni demasiado poca, sino la cantidad equivocada", ironiza Kelemen.

Silbar y mirar al techo

En segundo lugar, los generosos fondos de la UE ayudan a sostener a las autocracias porque los tiranos controlan su distribución y los usan para reforzar sus redes clientelares y mantenerse. Además, la pertenencia a la UE ayuda a esos gobiernos a atraer inversión extranjera. Si no fuera por el "sello de calidad" de ser estado miembro, los inversores se inquietarían ante los riesgos de apostar por un país autoritario. Finalmente, explica Kelemen, el mercado único y la libre circulación de personas facilitan la salida del país de los ciudadanos incómodos con un gobierno autoritario. Si tuvieran que quedarse seguramente reforzarían la oposición y el tirano lo tendría más difícil.

El fondo pos-Covid se ha aprobado al precio de silbar y mirar al techo —como las portadas de hoy— ante la deriva autoritaria de Polonia y Hungría. Quizás no serán los últimos países en la cola de los iliberales. Bulgaria, Rumania, Chequia, Eslovenia y Malta ya están ahí. Peor para ti, otros estados, no muy lejanos, se sentirán más tranquilos con sus actitudes autoritarias y sus relevantes fuerzas políticas iliberales.

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