Es curioso. Mientras las portadas de El Mundo, ABC y La Razón, el Trío de la Bencina, relegan la decisión del Tribunal Supremo de encausar a Carles Puigdemont (y a Ruben Wagensberg) por terrorismo —los tres siguen abriendo con el “caso Koldo”—, el resto de diarios la considera la noticia principal del día. Da la impresión que la derecha impresa ya había descontado ese desenlace. No es extraño que les dé igual. Si la causa no quedaba en manos del TS, volvía al juez de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, y habría seguido su curso de la misma o parecida manera, con los acusados no aforados. Igualmente, sin embargo, no deja de sorprender que traten una novedad de este calibre como un asunto secundario. O no. Porque si el propósito de esos tres diarios es tumbar al gobierno de Pedro Sánchez —contra la misión periodística que se les presupone— será que consideran el caso de corrupción, del cual se acusa el exasesor del exministro Ábalos, más provechoso para satisfacer su propósito sectario.

Tampoco es que los títulos de portada del resto de diarios denoten que alguna cosa les chirría. Son factuales, administrativos, fríos: El Supremo abre causa por terrorismo contra Puigdemont. Ya está. No se ve en ninguna portada la “sorpresa e inquietud” que provoca el TS en el director adjunto de El País, Xavier Vidal-Folch. “A partir de ahora —escribe en "Los tractoristas serán terroristas"— con el auto de este jueves del Tribunal Supremo en la mano, las manifestaciones que impliquen desórdenes y elementos de violencia podrán ser calificadas de terroristas. De entrada, las protestas agrícolas actuales mediante tractoradas”. Cabe decir que este es el único diario que publica una opinión crítica con la resolución. El TS —dice el artículo de Jon-Mirena Landa, catedrático de Derecho penal y director de la Cátedra de Derechos Humanos de la Unesco en la Universidad del País Vasco— se basa “en indicios muy circunstanciales, débiles, que la Fiscalía tiende a validar y un juez de garantías a mirar con sospecha y rehusar. Aquí se han invertido los papeles en la formación de la convicción. Que cada uno juzgue por qué”. En su editorial, Ara es también muy crítico, pero arranca diciendo que “es lamentable que sea así, pero a estas alturas a nadie puede sorprender” la resolución del TS, aunque “deja indefensos a los ciudadanos, que pueden ser acusados de un delito gravísimo por el simple hecho de manifestarse”. Pues... sorprende justamente por esta razón. En La Vanguardia no hay ni editorial ni opiniones sobre la cosa. Le dedica (solo) tres cuartos de página —más otra pieza donde el presidente Aragonès acusa al TS de “traspasar todos los límites”.

Es cierto que la imparcialidad informativa pide distancia, una cierta contención y separar hechos y opiniones. Pero se hace extraño que las portadas presenten los hechos con esta, digamos, insensibilidad, como si este proceso formara parte de una causa ordinaria, de la cual Puigdemont y el resto de acusados pudieran salir indemnes porque los jueces que se encargan de ella son de plena garantía. Este caso está manchado desde el mismo momento en que García-Castellón formula la acusación de forma sobrevenida, tras cuatro años de inacción y pocos días después de que se pactara aprobar la amnistía. Lo agrava el hecho de que el presidente y diputado exiliados caen en un tribunal que encabeza Manuel Marchena —el presidente del juicio a los líderes del 1-O— y donde está Carmen Lamela —la primera que los investigó. Quizás las portadas tenían que reflejarlo de alguna manera. Aquí no solo está en juego el independentismo o Puigdemont. Lo ha dicho en X alguien poco sospechoso como el diputado de los comunes, Gerardo Pisarello, desconcertado porque la resolución dice que “el terrorismo es una noción 'constantemente ampliable' y que 'un carrito metálico' tiene una 'potencia destructiva similar a un explosivo'". Y concluye: “Hoy contra Tsunami y contra independentistas. Mañana, contra cualquier protesta ciudadana. Un despropósito absoluto”. Las portadas relatan el hecho, sí, pero quizás no acaban de informar de la magnitud de la tragedia. Y era posible hacerlo.

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