El tema del día, cuando menos en Catalunya, es la exclusiva que abre la portada de El País: el Tribunal Supremo denegará el tercer grado a los presos políticos. El Supremo considera la tesis principal de la Fiscalía —que los presos no se han arrepentido— para revocar los pronunciamientos previos de la jueza de vigilancia penitenciaria número 5 de Catalunya, magistrada María Jesús Arnau Sala. La jueza había recordado al fiscal que sus argumentos equivalen a pedir a los presos políticos que abjuren de sus ideas o que renuncien a defenderlas en la arena política. Además, no mostrar arrepentimiento o defender la propia inocencia es "un pensamiento y una decisión legítimas, ya que la normativa penitenciaria no impone la obligación al condenado de arrepentirse, ni de que se declare culpable o que prescinda de su declaración de inocencia", añadía.

El escrito del fiscal sobre Cuixart decía que contiene posiciones "manifiestamente sesgadas, incompletas e incluso tendenciosas", que pretenden "castigar ejemplarmente a los condenados". También recuerda al fiscal que no existen "tratamientos contra la sedición" en los "sistemas penitenciarios modernos" o que la Constitución Española no es militante de la democracia y admite la presencia de ciudadanos que se le opongan, etcétera. Los razonamientos de la magistrada venían muy bien trabados. A ver cómo los deshace el Supremo.

Matices políticos

Esta portada tiene muchos matices políticos. La información se flitra justamente a El País —no a los diarios de la derecha extrema y al de la extrema derecha— un día después de que el Gobierno sume la mayoría parlamentaria que le permitirá sacar adelante los presupuestos del año y, probablemente, de toda la legislatura. Pedro Sánchez, que ayer celebraría como nunca haberse liberado del corsé de los presupuestos prorrogados del gobierno del PP, ha vuelto a topar con el iceberg judicial en medio de la ruta —y en la portada de su diario (no offense)—. El mismo Sánchez que se vanagloriaba de mandar en la Fiscalía. Y no sólo Sánchez: sus aliados aún deben estar blancos.

Tiene gracia, por contraste, ver la nota que cierra la portada del mismo El País, debajo a la derecha: Turquía impone 337 cadenas perpetuas por el golpe de 2016. Una referencia malvada, la Turquia de Erdogan. Una ironía amarga: siempre hay un peor. Quizás Gonzalo Boye se frota las manos, pensando que el Supremo, en este caso, le facilita la tarea de hacer ver a los jueces belgas que la justicia española actúa como un aparato de represión y venganza.

Otros destacables de las portadas de hoy. Una, el titular-acusación de La Vanguardia que pincha a Ciudadanos por "descolgarse" de los presupuestos. A ver, nunca acabaron de colgarse de ellos ¿no? Se conoce que al diario le sabe mal que Cs haya deshecho el camino para volver al redil de la derecha. La otra, la cara de mala leche que tiene Felipe González en la foto de El Mundo. Cada vez se parece más a Jose Maria Aznar, también físicamente. Una última: el notición de que Maradona quería retirarse en Barcelona, donde sus excompañeros de equipo le tenían preparado abrigo y atención. Lo explica El Periódico. Habría sido muy bonito, digan lo que digan.

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