Comentar portadas, en general, no trae más que disgustos. Es arte de opinión opinabilísima, sometido a gran volubilidad. La discusión no acaba nunca, porque todos tienen una alternativa mejor. Ciertamente, el comentario tiene fuerza si razona los juicios que emite, porque tener opinión no es nada difícil, pues las opiniones son como la nariz: todo el mundo tiene una. Es un arte injusto porque, a portada pasada, todos somos directores de diario. Encima, hay que soportar todo tipo de sarcasmos de los colegas ("Ya te llamaremos antes de publicarla, eh", "Pasa a las 8, que es cuando la hacemos", etcétera). Se sufre mucho. Instaladas estas excusas a modo de protección —no protegen nada, no nos engañemos, pero tranquilizan al comentarista— digámoslo: se equivocan mucho las portadas que no han abierto con la sentencia del Tribunal Constitucional que valida como proporcionadas las penas impuestas por el Tribunal Supremo a los líderes del procés independentista.

La gracia de la sentencia es que los magistrados Xiol y Balaguer han emitido votos particulares. Para abreviar, consideran desproporcionadas las condenas y dudan de que los hechos de septiembre y octubre de 2017 encajen en el tipo penal de la sedición. Más bien podrían considerarse un ejercicio ordinario de la libertad ideológica y de reunión, libertades que —¡bum!— la sentencia del 1-O puede haber vulnerado, cosa que justifica llamar presos políticos a los condenados. Lo que vienen a decir los dos magistrados es que sus argumentos también cuadran con las leyes españolas. Por lo tanto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos puede utilizarlos para tumbar la sentencia del Supremo y el Gobierno puede usarlos para explicar el indulto. En resumen, que han hecho la mitad del trabajo a las defensas de los presos políticos y exiliados, y a Pedro Sánchez.

¿Por qué se equivocan los diarios que no abren portada con esta sentencia? De entrada, porque ninguna de las informaciones con que La Vanguardia, El PeriódicoAra abren portada tiene más sustancia ni consecuencia política, social y etcétera que la sentencia del TC. Ni la urgencia por el dinero de los fondos de reconstrucción de los Cuatro Grandes de la UE (es la enésima vez que lo dicen), ni el retraso en la formación del Gobierno que enviaría la fábrica de baterías a Aragón (titas, titas, titas); ni la hipotética catarsis penitencial de la izquierda española si no gana a Ayuso (¡en Madrid!).

Otro porqué aparece en El camarote del capitán, libro donde Màrius Carol repasa los siete años que ha sido director de La Vanguardia. Recuerda Carol que el editor del diario, a raíz de la violenta represión del referéndum del 1-O, le dice que espera una cobertura informativa que no deje nada por decir, a la que no puedan hacer ningún reproche los lectores del futuro, ni los historiadores, etcétera, y de la que los editores que vengan no se avergüencen. Es un consejo sabio, destilado en 140 años de familia de editores. En la portada de hoy no lo han seguido ninguno de los tres diarios mencionados.

Si el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tumba la sentencia, toda o en parte, las portadas de hoy no habrán estado a la altura. Si no la tumba, tampoco. Todos esos diarios han editorializado, con más o menos énfasis, que resolver la cuestión de los presos políticos y exiliados es un inicio necesario para abordar el conflicto y que la sentencia era desproporcionada. Si esos editoriales no eran apenas un aleluya para quedar bien, hoy era el día en que debía notarse en la portada.

EPA

LV

AHORA

EPC

EP

ME

ABC

LR