Afganistán y el precio de la luz. Son los dos asuntos que ocupan los titulares principales de las portadas de este martes. La mayoría de los diarios dan preferencia a la retirada final de los Estados Unidos del país asiático, que expulsa así al ejército del tercer imperio contemporáneo tras el Reino Unido (crudamente derrotado en 1841) y la Unión Soviética (ídem, en 1989). Es un fracaso de todo el entramado institucional organizado por ese ente histórico-cultural llamado "Occidente" y "orden de posguerra". Los títulos de estos días, muy pegados al día a día de la retirada, no pueden captar la magnitud de la tragedia, las dimensiones de la conmoción geopolítica.

Los titulares se encuentran en la misma situación que el niño de San Agustín, que quería trasladar con sus manos toda el agua del mar a un hoyo que había abierto en la playa. Los títulos son un artefacto que difícilmente está a la altura de este cometido, demasiado amplio y profundo para las herramientas del periodismo, tan enganchado a la última hora que se obstaculiza con los mismos hechos de los que pretende informar y explica esta crisis dando tumbos, fragmentaria y embarulladamente. La Vanguardia, El País, El PeriódicoAra tiran por la calle de enmedio y titulan por el hecho más elemental (los EE.UU. se marchan después de 20 años). El Mundo, en cambio, se pone vacilón señalando a Biden e intentando dejar en ridículo a los norteamericanos. ABC opta por el "interés humano" y da voz a un militar español que pilota uno de los aviones de rescate y que dice que qué pena y qué mal todo. Nada.

Por la pedantería de decirlo: The Economist, la cabecera más influyente del mundo, ha encargado una explicación de la catástrofe afgana al exsecretario de Estado de los EE.UU. y überdiplomático de la Guerra Fría, Henry Kissinger. El hombre dice que cuando los EE.UU. arriesgan la vida de sus militares, se juegan el prestigio e involucran a otros países, tienen que hacerlo "sobre la base de una combinación de objetivos estratégicos y políticos". Estratégicos, para establecer los resultados por los que se lucha; políticos, para establecer el marco institucional que debe sostener esos resultados, tanto dentro del país intervenido como internacionalmente. Los EE.UU., añade, han fracasado en Afganistán por incapacidad de definir objetivos alcanzables y vincularlos a la política interna norteamericana. "Los objetivos militares eran demasiado universales e inalcanzables y los políticos demasiado abstractos y esquivos", dice. "El fracaso en vincular a unos y otros ha envuelto a los EE.UU. en un conflicto sin puntos finales definidos y ha provocado la disolución del propósito común en el pantano de las controversias políticas internas". Kissinger avisa, además, de que Afganistán "nunca ha sido un estado moderno", en el sentido de una comunidad política que comparte obligaciones y autoridad. "Construir un Estado democrático moderno en Afganistán, donde las decisiones del gobierno se ejecuten igual en todo el país, quiere muchos años, seguramente décadas, y contrasta con la esencia geográfica y etnoreligiosa del país". ¿Todo eso —y mucho más— cómo quieres decirlo en titulares de quince o veinte palabras en medio del ruido de los atentados de Estado Islámico y la brutalidad talibán, del clamor de los que no pueden huir de una muerte segura, o de la calamidad de los derechos humanos en el país?

Ribera, ministra en riesgo

Sí se puede, en cambio, decir que el gobierno español se ha puesto en un lío fenomenal con el recibo de la luz, que no hace ni cuatro meses que funciona y él solito ha hecho subir la inflación al 3,3%, un aumento  que no se veía desde hace nueve años. A ver si será peor para la economía la reforma de la tarifa eléctrica de la ministra Teresa Ribera que las consecuencias de la covid-19. El País hace muy santamente al abrir su portada con este tema y poniendo el dedo en el ojo del ejecutivo de Pedro Sánchez, que no reacciona o echa balones fuera, como señalan El Mundo y ABC. El tabloide monárquico tiene bastante mala sombra, porque dice que la ministra responsabiliza a Bruselas de la confusión de la tarifa, la misma Bruselas que tiene que hacer llegar los fondos de recuperación postpandemia. Este martes se acaba, seguramente, la preeminencia de Afganistán en las portadas. Calcula que el asunto de los precios de la luz lo sustituya. Si tenemos que hacer caso a las portadas, a la ministra Ribera la cabeza le huele a pólvora.

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