Pedro Sánchez ha mandado a Margarita Robles que destituya a Paz Esteban, la directora del CNI, para aclarar la crisis del espionaje con el software Pegasus a varios independentistas catalanes (el CatalanGate) y a los mismos Sánchez y Robles y a un grupo de ministros, entre ellos el de Interior. Robles ha obedecido y la ha relevado por su número dos, Esperanza Casteleiro. Los diarios no explican esos hechos como ahora acabas de leer, describiendo fríamente acontecimientos crudos. De ninguna manera. El Mundo arroja un gato a la cara del Gobierno —especialmente a Robles, hasta no hace mucho su favorita— y dice que la ministra, una Salomé de la política, sirve "la cabeza de la directora del CNI" a Sánchez y a ERC, acción que califica de "cesión a los independentistas". El resultado de leer esta portada es acabar pensando que Sánchez es rehén de los que quieren romper España, los filoetarras, los comunistas, etcétera. El diario hace encajar a martillazos todas las piezas de su portada dentro de esa narrativa. Paz Esteban hacía el trabajo porque Pere Aragonès, uno de los espiados, "coordinaba los CDR". Pensarás qué esto lo decían gente bañada en vodka o preguntarás qué es lo que fuman. Pues mira, este es el argumento que el CNI de Paz Esteban dio al juez Pablo Lucas Murillo de la Cueva, a quien le pareció verosímil y aprobó el espionaje y la intrusión de los móviles del President de la Generalitat. En la lista de espiados —por delirios parecidos, se supone— figuran también familiares y abogados de los juzgados por el 1-O. Todo muy normal, típico de una Democracia Consolidada™. La prensa no lo cuestiona.

Aun no te quites las manos de la cabeza, porque el tabloide ultra añade que se había informado al gobierno de todo "como siempre". Por lo tanto, Pedro Sánchez ha tenido que buscar un chivo expiatorio —no él ni la ministra, claro— que le permita apaciguar a los republicanos y mantener sus votos en el Congreso dentro del perímetro gubernamental. ¿Entonces, quien espiaba a los ministros? ¿No era el CNI con el mismo software? No. ¡Era Marruecos! ¿Sabes por qué? Porque los ministerios infiltrados son los "esenciales en las relaciones con Marruecos". Ximpum. Consecuencia: la OTAN sufre de nervios con España, que se afana por apaciguar a sus aliados. Es impresionante como una operación de espionaje que primero no existía —y no merecía portada— y después tenía toda la justificación del mundo y la ley, ha pasado a ser todavía más del que se había denunciado y a incluir entre las víctimas en el Gobierno. ¿La conclusión? Fácil: si el espionaje, la vulneración de derechos y libertades, sólo hubiera afectado al independentismo, aun estaríamos sentados esperando a que informaran, no digamos nada de que lo investigaran. El Mundo, como ABC y La Razón, han actuado como órganos oficiales de la red de inteligencia y seguridad del Estado. Seguramente a cambio de nada, claro.

La narrativa de El País no tiene tantas curvas. Es más sencilla, que no quiere decir más verdadera. Resulta que el espionaje ha sido real pero no se sabe muy bien quién ha sido víctima ("independentistas catalanes", dice) y que Sánchez se ha visto forzado a cargarse a la directora del CNI para "zanjar la crisis". ¿O sea, que sí, que se trata de una crisis, pues? Válgame Dios. El diario también deja a Robles a loss pies de los caballos diciendo que no ha explicado bien la destitución y que el relevo se ha hecho contra las preferencias del presidente del gobierno. La Vanguardia aun va más cara a barraca: Sánchez "fulmina" a Paz Esteban para apaciguar a ERC. Pam. Puñetazo en la cara. Era un embrollo político, hay una responsable castigada, se ha acabado la fiesta. Circulen, aquí no hay nada que ver. El Periódico también hace un relato meramente político: lo presenta como el resultado de una pugna interna dentro del gobierno español que ha quedado en ni para ti ni para mí: Robles, de mala gana, se carga a Paz pero nombra a Casteleiro, que es su segunda, "uno de los nuestros", según explica el diario. Consecuencia: la ministra de Defensa es un poder dentro del poder, con el apoyo, se entiende, de la comunidad militar, de inteligencia y de seguridad. Da un poco de miedo. Quizás es cierto, como dice Pérez Royo, que Sánchez ha perdido el control a manos de jueces activistas que hacen política con la toga y el mallete desde los tribunales, y los uniformados que ejecutan los fallos judiciales u obligan a su cumplimiento. Son dos relatos de las dos Españas y parece que, contra lo que decía el poeta, las dos te helarán el corazón.

El Mundo
ABC
La Razón
El País
La Vanguardia
El Periódico
El Punto Hoy
Ahora