Las portadas de los diarios de Barcelona reavivan aun más la desazón del procés independentista. ¿Por qué murió los días siguientes al 1 de octubre del 2017? ¿Por qué todo aquel movimiento no acabó de la manera que quería? ¿Qué tipo de razones evitaron el propósito de aquella revuelta? ¿Las consecuencias de salir adelante habrían sido peores para la lengua y para la vida del país que las consecuencias de no hacerlo que describen las portadas de hoy en tono inofensivo, inocuo y estéril? Si pasado mañana o el otro, el Tribunal Supremo se enmendara a sí mismo, anulara los indultos a los presos políticos y los encerrara otra vez, los diarios de Barcelona seguramente tendrían el mismo aspecto aburrido y débil de hoy. En el Supremo le saldría barato, una mueca de descontento en portada y un editorial altisonante. Los recortes del Tribunal Constitucional del 2010 al Estatuto del 2005 hicieron reaccionar con mucho más empuje en los diarios de Barcelona, que ahora se han devuelto mansos como corderos con un nivel de atropellos y engaños más alto. Como mucho, reaccionan con la misma energía que un jubilado echando el triunfo sobre la mesa del bar donde juega la partida con los amigos de siempre. No gran cosa. Sólo un momento de postureo. Incluso en Catalunya hay académicos que sostienen, sin que les suden las manos, que los diarios son un reflejo de la sociedad donde se editan. Todavía podría ser aceptable atribuirles una cierta retirada con los actuales liderazgos políticos, sociales y económicos del país, que estos días más penosos para la lengua y el dinero se han comportado de manera igualmente inofensiva, innocua y estéril. Estos días y casi todos los días.

Da que pensar. Parece que los diarios de Barcelona se quejen con tantos aspavientos. Al mismo tiempo, sin embargo, es difícil que alguien se crea que el Estado español —jueces incluidos— fuera pisando a los catalanes con tanta alegría si los diarios hicieran su papel fiscalizador. Es muy dudoso que alguien crea que se hubieran producido las noticias de estos días, desde el escarnio de los presupuestos no ejecutados al espionaje a cargos públicos y líderes del independentismo, al menosprecio del TSJC por la lengua catalana y de la autonomía del Govern pasando por la Ley del Audiovisual o la confirmación que el activista indepe Tamara Carrasco no es una terrorista —la detuvieron en abril del 2018 y hasta ayer no le devolvieron la plena libertad. Los ejemplos serían decenas. Si los diarios no hacen el trabajo, un día y otro y otro —no sólo los días de después, cuando nada ya tiene remedio— ¿quién la hará? El presidente Companys decía que "todas las causas justas del mundo tienen sus defensores. En cambio, Catalunya sólo nos tiene a nosotros". Parece que este "nosotros", hoy, ya no incluye a los diarios. Lástima.

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