El Gran Juego es el nombre que el imperio británico dio a la guerra fría con el imperio ruso por el dominio de Asia central durante el siglo XIX y principios del XX (a esa rivalidad estratégica los rusos la llaman El Torneo de las Sombras). Como un eco de aquella guerra fría de hace doscientos años, algunas portadas abren con el acuerdo no firmado entre Israel y Estados Unidos por el cual estos hacen la vista gorda al asalto militar sobre Rafah, la gran ciudad del sur de Gaza, e Israel detiene la represalia contra Irán para el ataque con misiles y drones del sábado 13 de abril.

Esa no es más que la parte más cínica de este nuevo Gran Juego. La administración Biden también presiona al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para que acepte comprometerse a explorar un camino hacia un futuro Estado palestino a cambio de que Arabia Saudí reconozca Israel, según han dicho funcionarios estadounidenses y saudíes a The Wall Street Journal, el diario del mundo financiero de los EE.UU. Al mismo tiempo, la Casa Blanca ofrece en Riad algunos incentivos: un acuerdo militar más formal, asistencia para el desarrollo de energía nuclear civil, y convencer de la necesidad de dotar a Palestina de un Estado, una idea que tiene muchos detractores en Israel. Otro objetivo de las discusiones, según la Casa Blanca, es limitar la influencia de China a la región.

Un acuerdo de normalización con Riad, el vecino árabe más poderoso, sería histórico y una recompensa grande para Israel. Los EE. UU. ya han hecho ver a Netanyahu que el éxito del esfuerzo multinacional por derribar los misiles y drones iraníes demuestra que su seguridad ante las amenazas de Teherán mejora con una integración más estrecha con Arabia Saudí. Demasiadas jugadas y muy sofisticadas para resumir la partida en un solo título de primera página. El País prefiere centrarse en la parte bélica de la operación, mientras que La Vanguardia intenta ampliar el foco y dar al tema un aire más diplomático y situarlo en el horizonte de los pactos que, poco a poco, Israel había atado con el mundo islámico. De momento, el Estado hebreo tiene acuerdos con los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos.

Entre los otros asuntos que ocupan las portadas de este viernes figuran el anuncio que el Govern comprará desalinizadoras flotantes en lugar de traer agua en barcos hacia el área metropolitana de Barcelona. La portada de Ara dice que este nuevo plan costará tres veces más que el transporte de agua por mar. El Periódico añade que solo supondrá el 6% del agua que consume la conurbación barcelonesa, y también que el Ayuntamiento de Barcelona se ha enfadado porque el ejecutivo catalán no le ha dicho ni palabra de este plan. Este año es el año Joan Salvat Papasseit, y El Punt Avui se suma con una portada muy bonita que evoca Las hormigas, uno de los caligramas más famosos del poeta catalán —que ilustra esta pieza.

La campaña electoral en el País Vasco también tiene su espacio en las primeras páginas de este viernes, sobre todo en las de la prensa de Madrid, que sigue haciendo campaña contra Bildu para debilitar a Pedro Sánchez carcomiendo la alianza parlamentaria de socialistas y abertzales. Aquí van todos sincronizados. L'ABC entrevista al candidato del PNV, Imanol Pradales, que reclama a Pedro Sánchez un referéndum para un nuevo estatus de Euskadi. La misma finalidad es obvia: mostrar que Pedro Sánchez está vendiendo España al separatismo. La Razón y El Mundo tocan la misma música con una letra diferente: El PSOE dice que no pactará con Bildu, pero Sánchez mantiene los acuerdos parlamentarios con los abertzales en Madrid. Es una manera de llamar hipócrita y vendido al presidente del gobierno español "sin que se note el cuidado".

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