Siempre se ha dicho que noticias son las malas noticias. El ejemplo típico es que la mayoría de los aviones del mundo aterrizan correctamente cada día y eso no merece ningún titular, mientras que por uno que de vez en cuando se estrella se hacen grandes despliegues informativos —siempre que se estrelle cerca de la ciudad donde se edita el medio o viajen unos cuantos vecinos de la ciudad en cuestión. Este martes, echar una ojeada a las portadas de los diarios una al lado de otra produce una impresión de lo más catastrófica, pues cada una tiene una mala noticia diferente. El conjunto da pavor y te da un punto de frío en la sangre y ganas de encomendarse a Santa Bárbara, porque truena. La Vanguardia se asusta por el "seísmo mundial en las bolsas". Un seísmo es un terremoto, y perdón por la sobreexplicación: quede dicho que no se trata de cualquier cosa, sino de una sacudida persistente y destructora. Se ve que los operadores del casinete de los inversores y las empresas se han horrorizado con la inflación y una de las repercusiones peores es el subidón de la prima de riesgo de la deuda pública española. Provoca nostalgia de la crisis del 2008, ¿verdad? ¡Hacía tanto tiempo que no oíamos hablar de todo eso! Será el momento de refrescar los conocimientos tan duramente adquiridos en aquellos momentos amargos. El Periódico llama la atención sobre el problema del ruido en las calles de media Barcelona y habla de "la ciudad que no puede dormir" por culpa, sobre todo, de los bares, las terrazas (que vendría a ser lo mismo que los bares) y los botellones (que, conceptualmente, también). Es decir, que mientras La Vanguardia abre su mirada al mundo y al bolsillo de los potentados, El Periódico se enfoca en la propia ciudad y la salud de su gente.

Seguimos con las malas noticias. El Punt Avui explica que ahora Esquerra Republicana vincula sus votos en el Congreso de los Diputados a que el gobierno español se apresure a invertir y desarrollar las infraestructuras prometidas en Catalunya, etcétera. El Ara quiere impresionarte con el derrumbe final de la candidatura catalana a los Juegos Olímpicos por la razón final y definitiva de que el presidente de Aragón no se presta, no le gusta. Eso es lo que tiene ser catalán hoy en día. Antes, cuando no era complicado, era cansado o todo al mismo tiempo. Hoy no ha dejado de ser todo aquello, pero es también ser perdedor y, a pesar de todo, apresurarte a mantener el estatus de minoría en tu propia casa, que es como si los mismos catalanes pidieran vivir en Catalunya protegidos como en una especie de coto de caza permanente.

Ninguno de los diarios catalanes de hoy hace mucho caso en portada a las elecciones regionales en Andalucía. En cambio, los diarios de Madrid, sí. Especialmente el Trío de la Bencina, que ve como le jour de gloire est (casi) arrivé porque el PP conseguirá gobernar Andalucía y se confirmará lo que hace cuatro años parecía un milagro que nunca se repetiría. Los tres diarios coinciden en decir que Pedro Sánchez ha perdido la suerte y que si el castañazo es lo bastante considerable, tendrá que cambiar el gobierno. Ahora lo dicen así, pero a medida que se acerque el domingo que viene, día de las elecciones, irán concretando que hay que echar a los ministros de Podemos, etcétera. El País cierra este día de noticias, de malas noticias, con otra de mayor relieve (o profundidad): PSOE, PP y Vox se niegan a limitar la inviolabilidad del Rey tal como propone el PNV. Los nacionalistas vascos se han agarrado al llamado "espíritu" de los padres de la Constitución, que entendían la inmunidad real circunscrita exclusivamente a los actos públicos del monarca pero no a su actividad privada. Pues ya ves. Los letrados del Congreso dicen que la propuesta del PNV es inconstitucional, enmendando la plana a los mismos redactores de la Constitución. A este "informe técnico" se cogerán los partidos dinásticos para mantener la inviolabilidad total del Rey. Se ve que la Constitución nos la dimos entre todos, pero se la han acabado quedando los letrados del Congreso, a los que no ha votado nadie. Es un país muy chulo, España.

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