La prensa de Madrid da hoy un buen salto en el relato que trata de relacionar a los presidentes Torra y Puigdemont con los CDR, bien regada con filtraciones de la instrucción que lleva el juzgado central 6 de la Audiencia Nacional, presidido por el magistrado Manuel García Castellón, que encargó a la Guardia Civil la investigación sobre los detenidos el lunes 23 de septiembre. Los cuatro diarios impresos de Madrid tienen prisa, mucha prisa, para fabricar el relato de que Torra y Puigdemont son los cabecillas de la violencia y, en Barcelona, El Periódico y La Vanguardia silban y miran al techo. Tiene gracia que en menos de dos años, la violencia haya cambiado de bando.

También es curioso que esos diarios hayan dejado en tercer o cuarto término las actividades de los siete encarcelados. Por una parte, da la i presión de que la justicia española ha tirado la toalla con los líderes independentistas exiliados y que la investigación de García Castellón es sólo una excusa para construir otra causa contra Puigdemont que permita activar nuevas euroórdenes con un argumento más sustancioso que el de las que tropezaron dos veces contra la justicia alemana y la belga.

Que haya violencia

A la vista de las portadas, cuesta pensar que sea casual una actuación tan coordinada del "periodismo de estado" con la Audiencia Nacional, extendiendo los rumores, bolas y declaraciones confusas que se escapan de los interrogatorios de algunos de los detenidos, aislados y sin asistencia de los abogados. Tampoco parece casual que los diarios acepten acríticamente todo lo que se filtra de la Audiencia Nacional, que no tiene un historial muy lucido en casos de este tipo. También se exageran alegaciones casi infantiles que figuran en la instrucción. Como estas: "...empleo de teléfonos clandestinos, securización de las comunicaciones, uso de lenguaje convenido y utilización de walkie talkies". Esta lista de actividades puede aplicarse a los equipos que organizan un concierto para recaudar fondos para cualquier buena causa o un congreso de oncólogos. Es de risa si no fuera porque de este batiburrillo solemne dependen condenas a muchos años de prisión.

Por otra parte, se les ve demasiado el plumero: desean que haya violencia en Catalunya y no lo disimulan nada. Tiene toda la apariencia de una operación chapucera, que busca justificar la sentencia del 1-O, la construcción de nuevas causas que permitan perseguir al independentismo y, quizás, fabricar un pretexto para volver a aplicar el 155, ilegalizar partidos independentistas y dar mucho miedo e intimidar tanto como sea posible a los votantes catalanes de cara a las elecciones generales del 10-N.

Realidad dura de pelar

A estos propósitos ayuda al giro españolista del PSOE: ayer Pedro Sánchez hablaba desde un atril decorado con el lema Ahora, España —lo tienes en la portada de El Mundo—, que bien podría ser el de Vox. Qué diferencia con el Sánchez que firmó la declaración de Pedralbes en diciembre del 2018, que reconocía un "conflicto político sobre el futuro de Catalunya" y apostaba "por un diálogo efectivo que vehicule una propuesta política" y "una respuesta democrática". Sánchez renunció a todo aquello de un día para otro, por razones que nunca se han explicado. Los periodistas no han hecho ni una pregunta sobre el caso. ¿Por qué?

La prensa —la de Madrid y la de Barcelona— no quiere salir de este guión, ni comprobar la verosimilitud de las acusaciones, ni siquiera se extraña de que una persona esté al mismo tiempo haciendo de emisario entre Torra y Puigdemont y visitando a su padre enfermo en el hospital, o que ambos presidentes necesiten la "protección" de los CDR para hacerse llegar mensajes. Cualquier cosa —incluida la dimisión del director general de los Mossos— encaja con este gran relato del independentismo en horas bajas y enemistado, que antes de rendirse incondicionalmente al imperio de la ley apela a la violencia, se "batasuniza", etcétera. La realidad, sin embargo, es dura de pelar: hasta ahora, violencia en la calle sólo se vio hoy hace exactamente dos años y no era la que viene las portadas de hoy, que no tienen ni un mal recuerdo para aquellas agresiones a gente pacífica que salía a votar.

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