La Vanguardia y El País, los diarios españoles más institucionales, han decidido hoy disimular la grave crisis que supone el enfrentamiento entre el jefe del Estado y el Ejecutivo españoles porque este ha impedido a aquel presidir la entrega de destinos a los 62 jueces de la LXIX promoción, de los que 56 se quedan, bien o mal, en Catalunya. Esta ceremonia es tan importante como lo era la entrega de despachos a los nuevos oficiales de las fuerzas armadas, institución que ahora tiene poca relación con el poder real, gracias a Dios. El Rey, sin embargo, no se ha privado de transmitir su malestar al, digamos, comandante en jefe de los jueces, Carlos Lesmes, y al resto del, digamos, ejército monárquico.

A pesar de todo eso —o quizás a causa de todo eso— uno y otro diario abren portada con la confusión de la pandemia en Madrid y el desafío de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, que se niega a extender las restricciones como le pide el gobierno central, con quien ha roto. No sufras que nadie habla de aplicar el 155 a Madrid (ni se hablará), aunque de esa actitud insurrecta de Ayuso dependen muchas vidas. "Bonito es mi padre pa que le toquen el sombrero", como decía un castizo.

Bien. La pandemia es importante, pero hoy se hace extraño que esos dos diarios rebajen el lío institucional —que no salga humo por la chimenea— especialmente La Vanguardia, que ayer aplicaba el criterio contrario. Ayer era más importante noséqué maquinación del Govern que la crisis sanitaria en Madrid. Hoy la crisis sanitaria en Madrid pasa por delante del choque entre el Poder Ejecutivo, que procede del Congreso que votan los ciudadanos, y un Jefe del Estado al que no ha elegido nadie (bueno, sí lo eligió alguien pero ahora queda feo decirlo). Se hace extraño.

Guerra de facciones

El resto de diarios hace tema principal del choque del team Rei+Jueces contra el gobierno. El Punt Avui quiere hacer una broma que no acaba de tener gracia. Ara, en nueve palabras, explica de forma casi redonda el núcleo del conflicto.

El Mundo, ABC y La Razónla fiel infantería— se escandalizan a favor de Felipe VI e inventan persecuciones, ofensivas y vetos "socialcomunistas" sin documentar a la real persona. Es la retórica de ventanilla y garita que ya conoces. El Mundo destaca una frase del discurso de Lesmes que explica la peculiar mentalidad del poder judicial. Habla del "especial vínculo constitucional de la Corona con el poder judicial". No hay nada de todo eso en la Constitución (al menos a la española), pero lo que no se sabe se inventa. En cualquier caso, queda claro que los jueces añoran mucho al Rey y viceversa.

Un antiguo delegado de la Generalitat en el exterior, buen conocedor de toda esta ropa, explica que España, como copia mala de Francia, no es una burocracia meritocrática nutrida por los mejores alumnos de las soberbias Grandes Écoles, sino una burocracia hereditaria, sostenida por los descendientes de las familias de siempre. Es una simplificación, claro.

Las portadas de hoy son una especie de partes de guerra entre facciones del Estado Profundo (sin conspiranoias, por favor): de los que sostienen que el Estado es una democracia representativa, como pronuncia la Constitución, y de los que mantienen que se trata de una monarquía judicial, como indica la práctica política típica. Una guerra entre los que piensan que los electos tienen la última palabra y los defensores del poder final de los altos funcionarios, cargos cooptados, concursados, meritados o heredados. 

Los diarios españoles, en este contexto, son más de marcar la temperatura del poder que de vigilarlo. Juegan a la proximidad con los que mandan y no tanto a apoderar a los ciudadanos con información. Es una constante histórica. Pasa en otros países, aunque seguramente no son los que tomarías como modelo. Naturalmente, hay excepciones, pocas —alguna etapa de algún diario, algún momento diferente, más rebelde y ciudadano— en la década de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado, cuando parecía que la prensa tomaba una trayectoria más limpia. Lástima. Hoy, de todo aquel fuego quedan cenizas frías y alguna brasa que todavía arde, aislada y solitaria.

LV

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