Son como niños. Si alguna cosa no les gusta, cierran los ojos, o se los cubren con las manos. Si no quieren escucharte, se tapan las orejas y se ponen a gritar para ahogar lo que se les dice. Si quieren alguna cosa, insisten sin parar, ñiquiñic, ñiquiñic...

Así son algunas portadas hoy: las manifestaciones de bolsillo de los llamados cayetanos, convocadas por Vox abiertamente —y el PP por omisión— han sido poca cosa: unos centenares de personas, como mucho, con el efecto magnificador de hacerlas en coche, cláxon va, cláxon viene. Pero si escondes estos datos y dices que "han colapsado" ciudades y abries la portada a toda castaña con eso, te haces la ilusión que ha arrancado una revuelta ciudadana, que la libertad se reivindica en la calle porque el gobierno la tiene encarcelada con la excusa del estado de alarma, etcétera.

Como los chiquillos. La cosa es que no hablamos de chiquillos, sino de adultos. Mientras a los niños las rabietas se les pasa pronto, en adultos la frustración es poco constructiva y puede degenerar en odio.

Así engañan hoy El Mundo, La Razón y ABC. Fabrican una realidad que se adapta a sus preferencias y deseos y excluyen los hechos simples y los principios elementales. Arrancaron blanqueando a la ultraderecha y poniendo en duda la legitimidad del gobierno. Ahora son los diarios de la gasolina, parte de los que quieren ganar a la fuerza en la calle, en las portadas —y en los tribunales— aquello que la gente no les otorga libremente en las urnas ni en las Cortes.

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