Lo que más llama la atención en las portadas de hoy es la entrevista de El País a Hoesung Lee, presidente del IPCC, el grupo de expertos de la ONU sobre cambio climático. No es la mayor noticia, pero tiene que ver con las dos más importantes, al menos para los diarios sensatos: las graves medidas restrictivas de derechos y libertades que son parte del remedio para parar los contagios de la Covid-19 y el atentado islamista en Niza, cruel y brutal. (También llama la atención la casi desaparición de escena de la operación Volhov, que parecía el fin del mundo y, de momento, tiene muchos números para acabar como otros casos iniciados por el mismo juez: en humo y espejos).

Hoesung Lee dice que, debido a la pandemia —igual que por el terrorismo—, a las democracias occidentales no les ha temblado la mano a la hora de tomar "medidas radicales" contra el corazón de sus principios: confinamientos, cierres, restricciones de los derechos de movilidad, reunión y manifestación; suspensión de la actividad de sectores económicos enteros, tratamientos médicos aplazados, aislar a las familias, obligar a la gente a taparse la cara en público, organizar un fondo de reconstrucción europeo previa mutualización multinacional de parte de la deuda para financiarlo, saltarse o aplazar el control parlamentario de los gobiernos (El Mundo, con su dramatismo fanático de adolescente lo llama "portazo al Congreso") y otorgarles poderes extraordinarios, desmontar o desactivar gobiernos regionales, cerrar fronteras, hacer leyes ad-hoc, etcétera, etcétera, etcétera.

El científico surcoreano pone negro sobre blanco que otros desafíos que sacuden el planeta, como el cambio climático —o el terrorismo— reclaman medidas tan radicales como las que se han adoptado contra la pandemia. Que sólo las magnitudes de la pandemia y el cambio climático —o el terrorismo— son comparables ya lo han dicho analistas, científicos, líderes y charlatanes ilustrados, desde el mismo Hoesung Lee, el Papa Francisco y Noah Yuval Harari. La pregunta es si nuestras sociedades, ante esos retos que ponen en riesgo el planeta y la civilización, aceptarán la carga que supone enfrentarlos en términos de limitaciones de derechos y libertades y las conmociones económicas asociadas. Cuando menos ¿qué volumen de carga estaríamos dispuestos a asumir? Eso es lo que plantea Hoesung Lee. Ya era hora de que algún diario abriera este melón.

Una manera de abordar la solución la ha propuesto en varias entrevistas la historiadora y periodista francoalemana Géraldine Schwarz, autora de Los amnésicos: historia de una familia europea. La pandemia es una oportunidad para reinventarnos, dice Schwarz, que insiste en la responsabilidad personal. "Sería un gran error pensar que los cambios para mejorar las cosas descansan sobre los hombros de las instituciones. Debemos […] enfrentarnos a nuestras propias responsabilidades: si este sistema económico crea desigualdades sociales, si es devastador con el planeta y las personas, también es porque que lo alimentamos como consumidores, como contribuyentes y como votantes".

Schwarz no ignora que hacen falta líderes. Ella piensa en Angela Merkel. "Ha demostrado que se puede gestionar una crisis de manera brillante sin dejar de ser un líder democrático ejemplar: con transparencia en los procesos de toma de decisiones, con diálogo y acciones concertadas con ministros, Parlamento y los Länder; y finalmente con comunicación transparente. Sin paternalismo, sin infantilización, sin arrogancia, sin dificultades innecesarias". Todo el mundo ha podido verlo esta misma semana. Por si acaso, van unos clips de vídeo recientes de ella:

¿Qué tiene que ver esta excursión con las portadas de los diarios de hoy? Pues que informan de que la cosa viene torcida. De nuevos confinamientos y de que la pandemia va que cae. Son portadas tristes, duras, crudas; y si los diarios no quieren, no pueden o no saben brindar a la gente una pizca de esperanza y de propósito, esta columna sí quiere hacerlo.

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