La simbiosis entre Podemos y el independentismo se degrada conforme la posibilidad del referéndum pactado se difumina en el horizonte de la política española y el proceso de independencia avanza. La formación morada era vista por muchos soberanistas como un aliado en Madrid. Pero la necesidad de contar con el PSOE para gobernar llevó a Pablo Iglesias a ir arrinconando el derecho a decidir. Ahora la Generalitat ha decidido desoír a los primeros avisos del Tribunal Constitucional y Podemos se ha sentido empujado a levantar barricadas hacia los defensores del Estado propio.

El secretario general de la formación morada aseguraba hace unos días que ahora sería "más difícil" proponer un ejecutivo alternativo al del Partido Popular. ERC y el PDC han puesto la directa a la hoja de ruta y aseguran que no se harán atrás con la aprobación de las conclusiones de la comisión de estudio del Proceso Constituyente. El modelo de Podemos nunca fue la independencia, sino la fraternidad entre territorios y la plurinacionalidad. El referéndum era la forma de garantizar la convivencia, a partir del reconocimiento de ese derecho. Sin embargo, con menos motivos el PSOE aceptaría ahora un pacto que descanse en aquellos que abrogan "por la ruptura de la unidad de España". Eso ha llevado a Pablo Iglesias a un delicado momento y una decaída de ánimo evidente por la pérdida de protagonismo en la investidura.

La constatación de la ruptura entre independentistas y Podemos hace días venía mostrando sus síntomas. El momento culminante fue durante la Constitución de las Cortes. De artífices del gobierno del cambio en el periodo posterior al 20-D, el PDC ha pasado a ser "la élite catalana" para Iglesias por el hecho de ayudar a Partido Popular y Ciudadanos a garantizarse dos vicepresidencias de la Mesa del Congreso. La formación morada se molestó porque ni ERC ni el PDC dieran apoyo a su propuesta de presidente de la cámara, el líder d'En Comú Podem, Xavier Domènech. Los catalanes alegaron que sólo lo votarían si estaba garantizado que el PSOE también lo haría. La falta de acuerdo por la izquierda –los socialistas querían que el candidato fuera Patxi López– permitió que Mariano Rajoy y Albert Rivera se hicieran con el control de la cámara.

La consecuencia directa del gesto convergente tuvo una respuesta en la adjudicación de los grupos parlamentarios por parte de la Mesa. En Comú Podem se volvió a quedar sin, igual que después del 20-D. El portavoz de la formación, Íñigo Errejón, aseguró sobre el PDC que ellos actuarían según sus principios de garantizar el grupo a cuantos más partidos mejor. Podemos se acabó absteniendo, al igual que el PSOE y el PP, en la decisión. Con los dos votos podemitas el grupo no habría prosperado, pero estos hicieron así evidente la ruptura con los exconvergentes.

La gestación de la ruptura

Preguntado por El Nacional después del suceso, Pablo Iglesias aseguró que con la ceremonia de las Cortes se había producido la ruptura respecto de republicanos y convergentes. Sin embargo, el kit de la cuestión se remontaba ya a los meses anteriores con tres elementos concretos: el distanciamiento respecto del referéndum por parte de Podemos, la tensión entre ERC y En Comú Podem y el fuego que los comunes abrieron contra Convergencia ya en la repetición electoral.

Iglesias se vio cerca de gobernar durante la campaña para las elecciones del 26-J con un único impedimento: el referéndum. Las encuestas hacía semanas que daban la mayoría absoluta a la suma entre Podemos y el PSOE. Los primeros todavía tenían en la retina la experiencia de los últimos meses de negociaciones, donde Ferraz había asegurado que no aceptaría la consulta a la escocesa para un pacto de gobierno, ni tampoco la canadiense. Los podemitas buscaron fórmulas que no les comprometieran en la negociación de investidura y pudiesen preservar su promesa electoral. Primero, se propuso que la promesa quedara relegada a una comisión parlamentaria y fuera del acuerdo para investir a Sánchez. Segundo, Iglesias aseguró que no habría líneas rojas en el diálogo.

Este retroceso llevó a Esquerra Republicana al ataque para ganar terreno a En Comú Podem durante la campaña catalana. Los republicanos querían ir a por todas y veían –como también ahora ven– en los comunes el principal rival por la izquierda del soberanismo. ERC se presentó entonces como "el único cambio posible" para lograr un Estado propio y su diputado, Gabriel Rufián, acentuó la estrategia contra Xavier Domènech. El enfrentamiento entre ambos sublimó en directo en el debate televisivo organizado por TV3. "¿Cómo lo haréis, Xavi?" inquiría Rufián una vez y otra a su oponente sobre el referéndum. Domènech fue menos contundente en la respuesta y aseguró que se trataba de ganar al PP para construir el gobierno que tenía que hacer el referéndum –tres condiciones, por este orden.

En Comú Podem ya ha detectado otro rival –que no ERC– que trasciende el eje del soberanismo y les devuelve al eje derecha-izquierda –del cual Podemos siempre ha querido huir con la idea de la transversalidad–: el Partido Demócrata. Después de ganar las elecciones con los mismos 12 escaños que el 20-D, Domènech aseguró que serían la alternativa a Convergència. En estos mismos términos solía pronunciarse la candidatura de Ada Colau al Ayuntamiento de Barcelona, cuando se diputó la alcaldía con el convergente Xavier Trias. Colau ha asegurado que quiere impulsar un espacio nuevo en Catalunya que aglutine todo el espectro de comunes, BcnComú y CSQP y parece dar señales de qué objetivos electorales tendrá.

Así las cosas, la pugna entre Podemos y el independentismo seguirá escalando conforme la hoja de ruta se despliegue y la tensión entre Generalitat y TC redoble. La formación morada mantiene de momento el silencio cuanto a opinar sobre los primeros pasos del proceso. Pero previsiblemente el choque con ERC y PDC podría ser el siguiente de la ruptura con Podemos, que defiende la unidad de una España plurinacional y hermanada entre territorios.