Las conselleres Meritxell Borràs y Dolors Bassa han protagonizado un relato agrio y conmovedor sobre su experiencia en la prisión madrileña de Alcalá-Meco, donde estuvieron 32 días encarceladas preventivamente. Las que fueron responsables de Governació y Benestar Social han confesado alguno de los detalles más turbios de su paso por prisión como la presencia de pulgas en la habitación, la falta de agua a la hora de las comidas, la falta de intimidad y la sensación de aislamiento. En una entrevista en Rac1, las conselleres han contado los pasajes más oscuros de su vida entre rejas pero también han remarcado que la experiencia les sirvió para que se conocieran y trabaran una buena amistad.

La consellera Bassa ha relatado que uno de los peores episodios vividos en prisión fue cuando sufrió picaduras de pulgas. "Me levanté llena de picaduras", ha expuesto la titular de Benestar Social, que ha denunciado que en la cárcel "no quisieron reconocer nunca" que este hecho se hubiera producido. Otra de las denuncias, contadas por la misma Bassa, ha ido dirigida a la falta de agua en las comidas. "En la hora de comer no había bebidas. Teníamos que beber de la fuente de fuera", ha contado Bassa, que también ha subrayado que les prohibían hablar en el comedor. Borràs, que hablaba por primera vez tras su paso por la cárcel y haberse apartado de la primera línea de la política, ha corroborado la versión de su compañera en el Govern.

Sin despedirse

Tanto Bassa como Borràs han reconocido que no se planteaban entrar en prisión el día de la vista con la magistrada de la Audiencia Nacional Carmen Lamela. La que fuera consellera de Benestar Social reconoció que fue "muy duro" ver de repente como se tomaba esta decisión. Borràs, por su parte, ha revelado que —aun sin saber si iba a ir prisión— escribió una nota dedicada a sus hijos. "Aún no sabía que entraría [a la cárcel] pero vi a los abogados nerviosos", ha contado Borràs, que ha revelado que en la misiva pedía a sus hijos que no sufrieran por ella y que saldrían de la experiencia como una familia "fortalecida".

Ya dentro de prisión, lo peor de la estancia fue la soledad y el aislamiento. "Me indignaba que hubiera un recuento por la noche de pie, vestidas y firmes. Es duro el aislamiento y la impotencia", contaba Bassa, a lo que se añadía la recriminación de Borràs, que ha lamentado que solo había cinco minutos diarios para realizar llamadas y que muchas "se gastaban en gestiones" y no en hablar con la familia.

"Amigas para siempre"

Tras la experiencia, Bassa y Borràs aseguran que se llevan algo muy positivo: la amistad que las une. "Ahora somos amigas para siempre", confesaban. Reconocen que se ven muy a menudo tras establecer un fuerte vínculo en momentos complejos, como cuando lloraban juntas tras recibir alguna información de sus familias, según han reconocido.