Desde hace semanas que el Palau de la Generalitat, prácticamente cerrado a causa de la liquidación del autogobierno por parte del Gobierno español, está rodeado con vallas de seguridad, pero ahora cuenta con un elemento más para asegurar que allí no entra quien no es invitado, aunque los últimos que entraron de forma notoria fueron agentes de la Guardia Civil en pleno registro dentro de las operaciones contra el soberanismo.

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Los técnicos han instalado un bolardo retráctil y luminoso que refuerza la seguridad, de tal manera que ahora, entre vallas y pilón, aparece más cerrado a cal y canto que nunca. Tanto si se trata de un símbolo del 155 como una medida más en situación de alerta antiterrorista, entre una cosa y otra ahora la sede del Govern de la Generalitat parece más alejada que nunca de la ciudadanía y el país a quien tendría que servir.