Cuando un político despierta simpatía visceral, pero no tanta como para ganarse tu voto, uno de los lugares comunes a los que se recurre es: "Me iría a hacer unas cañas con él". Porque, cuando hablamos de política, solo estamos dispuestos a perdonar vidas si las perdonamos en la barra. O comiendo, por lo menos. La última vez que Xavier Trias y Ada Colau se perdonaron sus respectivas existencias fue en El Racó d'en Cesc, donde desayunaron en enero de este año. "Me debe una invitación", bromea Trias durante el segundo cara a cara con ElNacional.cat, "porque en enero pagué yo. Si soy alcalde, sin embargo, lo primero que haré será volver a invitarla".

🗓️ Calendario de las Elecciones Municipales 2023 en Catalunya

🟡 Candidatos a las elecciones municipales 2023 en Barcelona

En el contexto actual, la única promesa electoral que un político catalán puede hacer sin miedo a los eventuales reproches por incumplimiento es la voluntad de cortesía. La cortesía es la única cosa que no depende de Madrid. Por eso, si Trias gana, El Racó d'en Cesc tendrá una reserva más. Por eso, si Trias gana, recibirá a Felipe VI cada vez que el jefe del estado visite la ciudad. "Estoy a favor de la educación", decía el cabeza de lista de Trias per Barcelona en el Palau Macaya, preguntado por si, con él al frente del Ayuntamiento de Barcelona, el ghosting al rey español seguiría produciéndose. Para nada.

"La independencia de Catalunya es una aspiración que tenemos muchos ciudadanos, y tenemos que dejar claras nuestras posiciones, pero también entrar en una situación diferente, de rigor".

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Xavier Trias durante el cara a cara de ElNacional.cat / Foto: Montse Giralt

Si el partido que representa Trias, tradicionalmente, basculaba seny i rauxa para gestionar el poder, la lectura que el equipo del alcaldable juntaire parece haber hecho a la hora de diseñar la campaña es que, de rauxa, el partido ya hace diez años que va lleno. Llámale la antigua Convergència, llámale Junts-pel-que-toqui, llámale Trias per Barcelona: no queda hielo, ni endorfinas, y todas las conversaciones estimulantes se han acabado; solo queda recoger y barrer. Xavier Trias ha dedicado buena parte del coloquio del político con Jofre Llombart a hablar precisamente de limpieza y seguridad. Borrar grafitis y echar dealers de narcopisos.

Después de diez años de aventura, parece querer decir Trias, ahora solo nos hace falta orden.

Trias tiene la intuición de que si se puede poner la vida en el centro, también se puede poner en el centroderecha

Xavier Trias tiene 76 años, un temblor en la mano izquierda que ha hecho evidente alzándola a cámara, y la intuición de que la pulsión extractiva de la vulnerabilidad no tiene por qué ser un patrimonio exclusivo de la izquierda. Que si se puede poner la vida en el centro, también se puede poner en el centroderecha. Porque quizás la nueva política está de capa caída, pero no así su retórica, ni tampoco su forma de articularse: “Presentándome solo con Junts”, se defendía Trias de las acusaciones de estar escondiendo las siglas de partido, “no nos habrían dado su apoyo el PDeCAT, Demòcrates o Moviment d'Esquerres; me haría perder la oportunidad de sumar”.