Desde que el Brèxit obtuvo el 52% de apoyos en el referéndum para salir de la Unión Europea, la isla no vaga por el espacio sideral. Tampoco lo hace uno de sus territorios con reivindicaciones de independencia, como es Escocia. La estrategia internacional del gobierno español se ha basado en avivar el miedo a que una Catalunya independiente fuera expulsada de la UE. Sin embargo, el pragmatismo que caracteriza a las instituciones comunitarias ha puesto en entredicho los argumentos de España. La representante escocesa, Nicola Sturgeon, ha sido recibida este jueves en Bruselas, donde ha informado de sus planes de reingresar, en caso de que el Reino Unido se marche.

A diferencia de los ingleses, el 62% de los ciudadanos escoceses votaron a favor de permanecer en la UE, decisión que fue ratificada por el propio parlamento nacional. Conocedor de la situación, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ha accedido a entrevistarse con Sturgeon. También lo ha hecho el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que aseguró tener la puerta "muy abierta" para recibir a la mandataria escocesa. Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, es el único que no se reunirá aún porque cree que no es el momento adecuado.

Pero mientras Bruselas exhibe predisposición a contemplar el caso de Escocia, España se opone en redondo a la recepción de Sturgeon. El presidente del ejecutivo en funciones, Mariano Rajoy, ha aparecido en diarios del continente por su enojo durante la cumbre. "Yo estoy radicalmente en contra. Los tratados están radicalmente en contra. Creo que todo el mundo está radicalmente en contra de eso", dijo Rajoy. En su opinión, los contactos que se están produciendo no deberían tener efectos prácticos, ya que el único actor válido para las interlocuciones es el país miembro, que es el Reino Unido.

Más allá de preocupaciones por el marco legal internacional, la posición de Rajoy tiene una segunda lectura en clave doméstica. El corresponsal del Financial Times en España, Tobias Buck, aseguró en un tuit que el presidente en funciones "claramente tenía a Catalunya en mente". No es el único que lo piensa. Un artículo publicado este miércoles, el diario británico Independent atribuyó la posición del cabeza del ejecutivo a los "asuntos" internos del Estado, como son las reivindicaciones vasca y catalana de convertirse en Estados propios.

Ante la posibilidad de que el diálogo fructifique, el diario Herald Scotland reveló la expectativa comunitaria de que España vetara la entrada de Escocia en la UE. "Cuando el Reino Unido se marche, Escocia también" fueron las claras palabras de Rajoy durante la cumbre europea. Frente a ese escenario inédito que se abrirá de ahora en adelante, la opinión de la prensa anglosajona coincide con la del presidente Carles Puigdemont. Puigdemont ve en el caso escocés el precedente para Catalunya y para pedir la futura reincorporación a la UE al margen de España.

Aliados y contexto

En un momento en que los defensores del proyecto de integración y solidaridad europea necesitan apoyos en medio de la convulsión ocasionada por Brèxit, Sturgeon se ha ganado su favor. En consecuencia, la posición oficial del Gobierno sobre avivar el miedo queda en cuestión.

El líder del grupo de los liberales europeos (ALDE) y ex primer ministro belga, Guy Verhofstadt, considera que no debería haber trabas para la incorporación. "Nos gusta tener todos los ciudadanos a los que les gusta Europa, y sería completamente suicida si la UE dijera 'no' a los que quieren venir a la UE. La UE es tan grande, es un proyecto tan bueno y fantástico, que sería suicida no ser empático con los que quieren unirse a ellos "aseguró. Verhofstadt es el presidente del mismo grupo que Ciudadanos y Convergencia, así como Albert Rivera, confía en el camino de integración de los Estados europeos. Sin embargo, Rivera no secunda independencias.

La política de hechos en la Unión Europea no es la excepción, sino la norma, pues en varias ocasiones Bruselas ha enfrentado contingencias del momento que le han hecho actuar bordeando los tratados. Es el caso de Kosovo, con quien la UE firmó el Acuerdo de Asociación y Estabilización (SAA) para mantener intercambios comerciales, además de la retirada gradual de aranceles en un plazo de diez años. El objetivo es satisfacer las condiciones de una futura adhesión a la UE, a pesar de que cinco estados de la Unión no reconocen a la República que se separó de Serbia: España, Eslovaquia, Rumania, Chipre y Grecia.

Es decir, que la UE también tiene una agenda propia y los fines ulteriores priman en el largo plazo: "siempre sumar' es el mantra que rige en Bruselas. Eso, a pesar de la posición de España al respecto, ahora cuestionada por la evidencia escocesa y la negativa de que esta constituya un precedente para Catalunya.