No es la primera vez que el exministro del Interior Jaime Mayor Oreja vincula a ETA con el procés y suelta unas cuantas perlas seguidas. Lo había hecho el 1 de marzo, cuando soltó que "ETA no está derrotada porque en Catalunya avanza el procés", y después, dos días más tarde, el 3 de marzo, cuando aseguró que el diálogo no funcionará en Catalunya "igual que no funcionó" con la banda terrorista.

Ahora Mayor Oreja ha vuelto a la carga. Lo ha hecho en una entrevista a OKDiario, donde no se ha cortado ni un pelo a la hora de decir que "en Navarra parte del gobierno es de ETA. Y Catalunya, evidentemente, está en un proyecto de ruptura que es el proyecto de ETA". El exministro de José María Aznar lo ha repetido varias veces, señalando que "no hay fin de la organización terrorista", sino que "ha sido un momento en que ETA ha dejado de matar y estar a la vanguardia del movimiento nacionalista".

Es en este momento cuando liga el terrorismo de ETA con el "proyecto de ruptura" de Catalunya, un proyecto que, subraya, "está vivo en Catalunya" porque la banda "no es solo una organización terrorista", sino que "es un proyecto político de ruptura nacido para romper España".

El proyecto de ETA

Después de soltar que el proyecto de ETA es también el proyecto de Catalunya, Mayor Oreja empieza a halagar el gobierno del PP de entonces. "Lo que conseguimos con todo aquello, desde el fortalecimiento del estado de derecho, es acabar con aquella vanguardia, es decir, prácticamente dejamos que la organización casi desapareciera". Eso sí, aprovecha para poner encima de la mesa que, sin embargo, el proyecto político todavía no ha acabado.

El exministro de Aznar asegura que el acuerdo político al cual llegaron con el pacto de Estella el 12 de septiembre de 1998 para avanzar en el proceso de diálogo no gustó a los nacionalistas porque "ellos temieron en su conjunto que aquello no sólo fuera el final de ETA, sino también el final del nacionalismo".

Estuvo entonces —siempre en palabras de Mayor Oreja— "cuando el nacionalismo en su conjunto determinó una tregua trampa, que significó una década de treguas de ETA, para avanzar en su proyecto político. Pero dejaron de matar". "Todo eso —insiste— no nos tiene que dar a entender que fue el final de ETA; significa, esencialmente, una nueva etapa en que España tiene que afrontar un proyecto de ruptura más sofisticado".