El Partido Popular y el juez José Yusty nunca estuvieron tan cerca del paseo de la fama hollywoodiense como este domingo en el Teatro del Barrio de Madrid. Una papeleta para el referéndum –de dimensiones colosales– presidía el escenario, a medida que más de 500 personas tomaban la calle de Zurita número 20 y las butacas se llenaban en el interior. Risas. Expectación. Ningún altercado, ni la Guardia Civil. Y es que, lejos de disuadir a la gente a asistir al acto "Por la libertad de expresión, la democracia y el derecho a decidir", la prohibición del magistrado –que, muy profesional, cerraba su auto con un "Viva Espanya"– ha producido el efecto conocido como "efecto [Bárbara] Streisand". Es decir, un éxito total de convocatoria de la izquierda española y catalana para denunciar "la deriva autoritaria del Estado". Unos, bajo el grito de "no pasarán", y otros, bajo el de "queremos votar".

"La cuestión de Catalunya no es una cuestión territorial, es una crisis de la democracia. Nos incumbe a todos estar aquí hoy ante la criminalización de aquellos que defienden estos derechos" denunciaba la representante de Podemos, Isabel Serra. "Intimidan a alcaldes, prohíben actos como el de Anna Gabriel hace tres días", proseguía, en un gesto de solidaridad con los cuperos de quienes no hace muchos años ocupaban la Puerta del Sol. 

Pero pronto, la tensión se convertía en ironía cuando subía al escenario Alberto Arregui, de Izquierda Unida. "Las escobas se han convertido en armas de destrucción masiva, junto con la cola y los cubos", se reía, alejándose de la equidistancia mostrada por otros viejos comunistas catalanes, como Joan Coscubiela o Lluís Rabell. "La unidad solo se puede establecer de forma voluntaria", les aleccionaba Arregui, con el diputado de Catalunya Sí Que Es Pot, Albano-Dante Fachin, quien le miraba admirado desde la butaca, acompañado de la diputada en el Congreso, Marta Sibina, de En Comú Podem.

Este domingo, el miedo no cabía en la sala y la hermandad de la izquierda llenaba la calle, donde se habían colocado altavoces para que todo el mundo pudiera oír los parlamentos. Y así, ya más animada, se acercaba al púlpito Núria Gibert, del secretariado de la CUP, que reconocía su impresión por la forma cómo la gente ignoraba la acción judicial. "Se duda del derecho de reunión, amparado por el marco constitucional. Y todo es ya un poco demasiado, cuando un ministro se jacta de requisar planchas de carteles y después lo cuelga en Twitter". Se había ganado el público porque los aplausos de la calle inundaban el interior.

Así, la sátira se había apoderado de la situación y los monólogos se sucedían en una carrera para ver quién hacía reír más a los oyentes. "A mí me hizo independentista Mariano Rajoy, que pensaba que se nos tragaríamos todo lo que nos echaran encima", exponía Eduardo Reyes, de Súmate. "Ya me han requisado dos cubos, cuatro carteles y le pienso enviar la factura al señor Montoro", se burlaba antes de hacer un último alegato, más serio. "Yo votaré sí, porque es la forma de ayudar a que se despierten en Andalucía, que es de donde yo soy. Para poder decidir, yo y miles de andaluces el día 1-O votaremos sí", añadía.

Entonces era el turno de las asociaciones Òmnium y ANC, que ofrecían recursos para el argot soberanista. Natàlia Esteve, de la Assemblea, explicaba que había leído el auto del juez Yusty y como abogada le parecía que "la Audiencia Nacionalista" había respondido con gran "rapidez y celo". "Resulta práctico cuando otros te hacen el trabajo sucio", le afeaba a Rajoy. "Se trata del derecho a la opinión política, de la libre asociación y reunión, no solo de la autodeterminación", empatizaba con los podemitas. Jordi Cuixart le seguía el hilo argumental y afirmaba que "antes que independentistas" eran "demócratas" y lanzaba un saludo a Euskal Herria, Madrid y Andalucía, como "tierras de luchas compartidas".

Pero seguramente el momento más cómico del día lo protagonizaba Joan Tardà, de ERC, a quien un esguince en el hombro no le impedirá ni votar 'sí' el 1-O, recordaba, ni tampoco estar en la capital del Estado para reivindicar el derecho a decidir. "Es cierto que estamos improvisando. Nadie había previsto que llegaríamos hasta aquí", se felicitaba. Entonces, se erigía como el gran ídolo de masas, cuando ya en la calle gritaba: "¡Viva la tercera república española! Como decía Francesc Macià, ¡vivan las repúblicas ibéricas!". Y acto seguido, confesaba: "¡Hoy me siento muy madrileño!" Todo un mérito de Yusty, el PP y Rajoy.