El Tribunal Supremo ha echado atrás el tercer grado de los presos políticos y el artículo 100.2. El alto tribunal ha esperado que la votación de los presupuestos generales del Estado estuviera atada y votada antes de hacer pública su resolución, que, por otra parte, tampoco ha sorprendido a nadie.

Lo que se tenía que anunciar la semana pasada ha quedado relegado a este viernes. Antes de las 10 h se han hecho públicos los autos, que todo lleva a pensar que ya estaban preparados desde ayer. El Supremo quería trabajar en silencio y sin los focos encima. Pero era inevitable pensar que una vez aprobados los presupuestos, con el apoyo de ERC y del PDeCAT, se sabría la decisión.

El equipo de Manuel Marchena, el mismo que juzgó a los presos, no sólo ha fulminado el tercer grado, sino que también ha tumbado el artículo 100.2 de régimen penitenciario. Con el primero, los presos obtenían un régimen de semilibertad con el cual sólo hacía falta que fueran a la prisión a dormir y podían pasar fuera el fin de semana entero. El segundo les permitía salir cada día a trabajar o hacer tareas de voluntariado.

Ahora han retrocedido como en el primer año del encarcelamiento. Con los 36 permisos al año para salir de la prisión. Eso es una media de tres salidas al mes. Y no pueden ni trabajar ni hacer tareas comunitarias de voluntariado. Lo que representa para alguno de ellos perder un trabajo que tuvieron que buscar y encontrar que estuviera completamente distanciado del mundo político, ya que todos los presos están inhabilitados, pero, además, pesa sobre ellos un distanciamiento obligado de la vida política para que no se les pueda atribuir una voluntad de reiterar en el delito.

Más encerrados que nunca

Joaquim Forn lo explicaba hace unos días en una entrevista en El matí de Catalunya Ràdio con Laura Rosel y destacaba el hecho de poder organizar las 36 salidas como quieran los mismos presos, con el inconveniente de que si un mes salen más de tres veces, el mes siguiente el número de salidas se ve reducido.

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Además, con la Covid-19, el régimen de segundo grado al que están sujetos todos los presos no les permite salir de su módulo. La vida es más aislada que nunca dentro los centros penitenciarios, donde no se puede acceder a los espacios comunes como la biblioteca.

La restricción, por lo tanto, es máxima, si se compara con la vida en la prisión que tenían antes de la pandemia, del 100.2 y del tercer grado.