La acusación popular no ha tenido ocasión de interrogar a ninguno de los acusados del juicio al procés. No han aceptado someterse a sus preguntas, a pesar de que tanto Quim Forn como Jordi Turull sí han contestado a la Fiscalía y al Abogado del Estado. El número dos del partido, Francisco Ortega sigue el interrogatorio de Raül Romeva apoyando la mejilla sobre el puño izquierdo, casualmente este gesto le obliga a mantener en alto la muñeca donde luce una pulsera con la bandera española, que permanece en constante exhibición.

Mira sus papeles, conversa -a menudo- con su compañero de acusación, Pedro Fernández, se rasca los ojos..., pero son pocas las ocasiones en que observa al acusado mientras declara. Y eso que para Romeva, igual que para el resto de acusados que ya han declarado, piden ni más ni menos 74 años de prisión.

Romeva empieza la intervención asegurando que se considera un preso político y reprocha que los que defienden la democracia están en el banquillo de los acusados y los que defienden al contrario, es decir, Vox, representan la acusación popular. Pero, ni así. No consigue captar su interés. Los dos abogados de Vox no esconden que están aburridos como pasas.

Quizás es la hora. De hecho, hay alguien del público que aprovecha la sesión que se abre a las cuatro de la tarde, en llena y precipitada digestión, para hacer una cabezadilla. Pero lo cierto es que la actitud de Vox es en todo momento la misma desde que empezaron los interrogatorios. El primer día ya demostraron la irritación por el hecho de que Oriol Junqueras hubiera aprovechado el interrogatorio para hacer un alegato politic. Lo denunciaron a las puertas del Supremo. Ahora se muestran resignados. Y pacientes. Saben que llegará su momento.

Por el contrario, el fiscal Jaime Moreno que a lo largo de la mañana ha actuado como una martillo intentando abrir una grieta en el muro de la defensa de Turull, ha escuchado con atención e interés las explicaciones de Romeva. Otra cosa es que fuera un interés auténtico.

En la sesión de la tarde, ha habido cambios entre el público. Han conseguido entrar -por la cola del público- a la diputada cupaire Natàlia Sànchez. Se confirma que los simpatizantes de Vox, dado que no actúan los suyos, han perdido interés en el juicio.

Por lo demás, los catalanes siguen siendo fastidiosos y estorbando el orden de la sesión. La responsable de la sala ha tenido que llamar la atención a los dos diputados del Congreso, Joan Olòriz y Míriam Nogueras por utilizar el mòbil repetidamente. En la primera fila. La auxilio de tribunal -que esta es la responsabilidad de la funcionaria- ha tenido que atravesar toda la sala para advertirle con uno "disculpe, pero no se puede usar el teléfono".

Por si no era suficiente, Nogueras ha pedido salir antes de tiempo. No ha sido la única, hasta tres veces ha tenido que abrir la puerta con el pesar de aquel que está a punto de provocar la descompresión de la cámara y hacer volar las más de 60.000 hojas de la instrucción que reposan en las sillas tras las acusaciones.

Desde la segunda fila un periodista dibuja a los acusados con lápiz negro. Lo hace mientras escucha el interrogatorio. Más atrás alguien duerme plácidamente.

Oriol Junqueras sigue el juicio sentado tras su abogado. Observa con atención la sala que al comenzar tenía a su espalda. Toma apuntes. En cambio, Forn y Turull siguen en sus sitios, en el centro de la sala.

Cuando finalmente Romeva termina, dedica la última frase a emplazar al tribunal a que vuelva a enviar a la política la patata caliente -él dice la "carpeta política" - que esta les pasó al constatar que no sabía como resolver el problema. Y Marchena levanta la sessión. Los abogados de Vox observan de pie desde sus sitios como los presos saludan a las familias y compañeros de partido. No observan por interés en la escena. Es sencillamente, que nadie puede salir hasta que estos han abandonado la sala.