De vez en cuando durante la vista en el Supremo se ponen en marcha las tres grandes pantallas de vídeo de la sala y al cabo de unos minutos se apagan. La imagen que aparece es un cielo inmenso con unas nubes blancas. Nada más alejado de la tensión con que este jueves se han vivido las declaraciones del vicepresident Oriol Junqueras y el conseller Joaquim Forn.

En la calle, un sol brillante y una expectación muy moderada. Dentro, el ojo del huracán. Junqueras explicando, a penas empezar el interrogatorio, que se encuentra en una situación de indefensión porque se le acusa por las ideas no por hechos y asegurando que seguirán intentando conseguir la autodeterminación de Catalunya pase lo que pase en el Supremo.

Le escuchan desde el fondo de la sala observadores internacionales, estudiantes de derecho, miembros de la ANC de Madrid y simpatizantes de Vox además de algún madrileño interesado por saber de primera mano qué está pasando en el Supremo. Son la cincuentena de ciudadanos que han conseguido entrar. Como cada día, desde el martes, han pasado horas en la calle para asegurarse el asiento. No obstante, en estos tres días la cola ha aprendido a autogestionarse. Las dos primeras madrugadas, Vox llevaba la voz cantante. Eran ellos quien se encargaban de organizarla y de registrar el orden de llegada. "Soy de Vox", se identificó el martes uno de estos voluntariosos ciudadanos para tranquilizar a los observadores internacionales. Este jueves, sin embargo, han sido relevados. Se ha encargado la policía. Incluso se han repartido unos papelitos con los números de turno.

Al cabo de tres días, además, los simpatizantes de la ANC y de Madrileños por el derecho a decidir han ido tomando posiciones. Se han colgado los lazos. Reivindican que están allí. "El primer día marcaba mi acento de Madrid, ahora ya no", explica una independentista. Unos y otros, han aprendido a convivir de madrugada, los lazos y los pins con la bandera española o con la forma de un pequeño mapa de España.

Todos ellos siguen las sesiones del juicio desde las últimas filas. Las primeras posiciones del público siguen reservadas para el Govern y representantes del Parlament y –este jueves por primera vez- del Congreso de diputados. Las conselleres Elsa Artadi y Ester Capella, se han encargado por la mañana de ocupar la primera fila, la que queda justo detrás de los acusados. Han sido testigo de la declaración de un Junqueras, sin papeles y muy seguro, que en algún momento ha parecido tentado de vacilar al tribunal. También de la primera parte de las respuestas de Quim Forn al fiscal. El vicepresident sólo ha respondido a su abogado.

Forn ha salido a declarar cargado de documentación con la voluntad de desmontar los argumentos de las acusaciones, hasta los detalles más mínimos, y poner en evidència contradicciones y inexactitudes. El tono irónico de alguna respuesta ha provocado risas en la sala y han desencadenado un toque de atención visiblemente irritado del presidente del Tribunal. Manuel Marchena ha dejado claro que no tendrá ningún inconveniente a desalojar la sala. No se ha repetido.

Por la tarde, la audiencia ha seguido con escrupuloso silencio la declaración de Forn. La tensión del diálogo ha creado un ambiente denso, aunque los patinazos de la abogada del Estado han contribuido a relajarlo. El abogado de Forn, Xavier Melero, ha ocupado el último turno de preguntas. Los consellers Miquel Buch y Alfred Bosch -que ha tenido que pedir un lazo porque había olvidado el suyo- han ocupado el espacio del Govern. Los dos consellers vestían de gris. Sentada entre los acusados, la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, llevaba una chaqueta rosa fucsia.

Cuando, después de tres horas y media de interrogatorio entre la mañana y la tarde, ha acabado la declaración de Forn, se ha reproducido la escena que se repite cada vez que se levanta la sesión. Marchena ordena la salida del presos que antes de marcharse se despiden de los miembros del Govern y de los familiares y amigos presentes. Forn, en el centro d'atención, constipado y con los ojos rojos, con aspecto agotado pero visiblemente satisfecho. El primer día de declaraciones, ha acabado. Y el público abandona la sala. Hasta el martes.