Cambio radical de público en el Supremo. Caras nuevas que no se habían dejado ver hasta ahora en la sala de plenos. Llevan la acreditación de público pero no tienen las restricciones del común de los mortales ni en los pasillos y ni en la sala. Están en el pasillo en el momento prohibido en que entran los presos. En la sala ocupan bancos habitualmente reservados. Y, no sólo llevan móvil sino que lo utilizan -y no disimuladamente-. No van en parejas, pero un buen conocedor de la parroquia deja caer al oído "hoy hay picoletos".

Cuando el coronel Diego Pérez de los Cobos entra en la sala, sentados en su banco de terciopelo almohadillado, se ponen en guardia y lo siguen con la mirada. Observan atentos con una ligera sonrisa de aprobación. El coronel no viste uniforme pero su declaración tiene la contundencia de una tanqueta.

No dispara ráfagas desordenadas. Apunta con mira telescópica. Incluso llega a objetivos que no son visibles. El mayor Josep Lluís Trapero se convierte en uno de las principales dianas. Y los Mossos. En este caso, el presidente de la sala, Manuel Marchena, no interrumpe las alusiones con la diligencia con que frena las referencias a los agentes de los cuerpos estatales encausados por la violencia del 1-O en diferentes tribunales.

A preguntas de la fiscalía, el coronel describe un operativo de los Mossos más dirigido a facilitar el referéndum que no a impedirlo, que incluso hace tareas de vigilancia y seguimiento de las fuerzas estatales con las cuales llega a producirse un enfrentamiento.

Todo en un contexto de violencia y, de nuevo, los CDR. "Aquellas murallas humanas tenían grupos perfectamente organizados. Había una jerarquía, quien impartía instrucciones y quien ejecutaba", relata. De los Cobos habla de encapuchados. A preguntas de la fiscal, asegura que en determinados colegios se situó a niños y personas mayores como "vanguardia" de sus parapetos.

El hilo argumental con el relato que horas antes había desovillado Enric Millo es evidente. Incluso, en referencia al 1-O evoca situaciones de extrema gravedad en ataques a las fuerzas de seguridad del Estado, habla de un guardia civil abatido en el suelo recibiendo patadas en la cabeza. Por un momento el aroma del Fairy se extiende como perfume cargado por la sala de plenos.

Los nuevos miembros del público no se pierden detalle. Sobre sus cabezas hay un relieve con letras doradas con la palabra PAX. En el otro lado de la puerta hay un drelieve idéntico donde dice LEX.

Dentro de la sala sólo hay dos agentes del CNP uniformados. Uno al lado de la puerta y el otro justo en frente. Entre el público se sientan habitualmente agentes de paisano que tan pronto como se levanta la sesión controlan la salida de los presos. Otros se quedan fuera. Uno de estos agentes se dirige como "jefe" a uno de los nuevos miembros del público.

El interrogatorio de la fiscalía encaja como un reloj suizo, como un ballet perfectamente coordinado. Pero las piezas se empiezan a desencajar con el interrogatorio del abogado de Quim Forn, Xavier Melero. El letrado pone en evidencia inexactitudes de la declaración del coronel sobre las instrucciones de la fiscalía y el TSJC, donde se pidió proporcionalidad en la actuación policial.

A las ocho y media, el presidente de la sala, ante la evidencia que los interrogatorios de las defensas todavía requieren un buen rato levanta la sesión. Los presos, que cada mañana madrugan a las 6 para llegar al juicio, parecen cansados.

De los Cobos recoge su cartera, se levanta y se marcha. Intercambia una sonrisa con los nuevos miembros del público que ocupan los bancos reservadors. Estos se levantan y salen con él. El resto del público tendrá que esperar a que los presos y el tribunal abandonen la sala. Mañana, la Guardia Civil tendrá que volver al Supremo.