El juicio que lo ha acabado condenando a 12 años de prisión ha durado más que el tiempo que Jordi Turull ejerció de conseller de la Presidencia -3 meses y medio-, el cargo que lo ha sentenciado. Digerido el veredicto y ordenadas las reflexiones que le han amartillado durante los dos años de reclusión, Turull se ha añadido a la decisión de muchos de sus compañeros presos, la de compartir en un libro su versión de los hechos. Un viaje que va de la clandestinidad del 1-O al escenario postsentencia.

En Persistim. Cartografia de l'1-O: el relat d'un pres polític -coescrito por la periodista Gemma Aguilera i editado por Columna-, el exconseller compila las lecciones aprendidas durante los últimos dos años de procés, relata aciertos y errores del pasado, para acabar enfocando al futuro con una receta clara y contundente: volver a la lealtad que hizo posible el referéndum y aparcar "egos, politiquería, cálculos electorales, sectarismo partidista, deseos de biografías personales y desconfianzas", porque "los postureos se pagan caros".

La red clandestina y las pizzas del 1-O

El punto de partida es el 6 de septiembre de 2017, el famoso pleno donde se aprobaron las leyes del referéndum y de transitoriedad. Justamente el día del cumpleaños de Turull, a quien hacía tan solo dos meses que Puigdemont había nombrado conseller de la Presidencia, en sustitución de Neus Munté -que tenía dudas sobre los próximos pasos a emprender. "Ahora sí que va de verdad y que esto no es ninguna broma", es el pensamiento que atravesó a Turull una vez validadas las dos leyes en el Parlament, en una sesión cargada de agitación y donde, tal como reconoce, la oposición "ganó mediáticamente".

A partir de aquel momento se acelera el camino hacia el 1-O a través de una red "clandestina" en la cual "la clave es que cada uno solo sepa aquello que le afecta directamente y dejar los móviles fuera de las reuniones". Turull solo pone una condición: "Pido que no me hagáis hacer el ridículo ni engañemos a la gente". El libro retrocede a la intensidad de aquellos días y revela secretos como el nombre en clave que utilizaban para referirse a las urnas y el material electoral cuando se comunicaban entre ellos para hacer el seguimiento del operativo. "Las urnas eran las pizzas" y a las papeletas las llamaban "invitaciones de boda".

"Los días que separan el 20-S del 1-O son unos de los de más actividad y felicidad política de mi vida, por el grado de unidad, complicidad, confianza y lealtad que vivimos", confesa Turull, que comparte todo lujo de detalles con el lector: cómo esquivan el control de la Guardia Civil, el dispositivo de control montado en el Palau de la Generalitat la noche antes del 1-O, la desazón surgida con las primeras cargas policiales, cómo alguien llega a plantear parar el referéndum", la euforia al comunicar los resultados. Y las dudas sobre cómo gestionarlos una vez oídos los discursos de Rajoy y el rey y los primeros encarcelamientos, de los Jordis, dos semanas después.

Los "silencios sonoros" y las desconfianzas

A finales de octubre la unidad que condujo al 1-O ha desaparecido. Turull explica cómo el límite que no están dispuestos a traspasar es que el Estado use la violencia física contra las personas para parar las consecuencias del referéndum. Las dudas crecen y Puigdemont les avisa de que se plantea ir a elecciones. Es precisamente Turull quien le da la idea de "dejar paso" y que sea Junqueras quien asuma la presidencia, una propuesta que le acaban trasladando al vicepresident y líder de ERC, pero que él declina.

El exconseller relata cómo "le saca de quicio" el hecho de que haya "un discurso de puertas afuera y otro de puertas adentro", en clara alusión a los republicanos, de quienes también critica algunos "silencios sonoros" que dejaron "al president solo ante una decisión trascendente". Asimismo, carga contra "los filtradores compulsivos" que no hacen más que poner palos en las ruedas.

Exilio o prisión

La misma tarde que se declara la independencia a los miembros del Govern les aconsejan que no duerman en casa y se citan al día siguiente en la estación de tren de Perpinyà. Al llegar a casa para despedirse de su mujer y sus dos hijas, Turull se rompe. "Lo siento, lo que nos espera y os espera a partir de ahora es por mi culpa". El fin de semana lo pasan recorriendo varios puntos de Catalunya, escondidos y planeando los próximos pasos. Ya saben que la fiscalía se ha querellado contar ellos. Se abren dos caminos: exilio o asumir el riesgo de ir a la prisión. Él argumenta por qué escoge el segundo.

A cinco minutos para las cinco de la tarde del día 2 de noviembre la jueza Lamela decreta prisión. "Cuando te encierran solo en el calabozo te cae todo encima". A todo ello, el único remedio para sobrevivir en prisión es adaptarse. En el libro, Turull comparte experiencias y consejos, como "pensar en corto", en los próximos días, nunca en el futuro lejano, para no hundirse.

El 12 de febrero llega el juicio. Licenciado en Derecho, Turull se lo prepara a conciencia intentando "encontrar el tono, que no sea demasiado de cabreado, no tener tono de suficiencia, ni frívolo". El momento de su interrogatorio por parte del fiscal pasará a la historia por la famosa pregunta: "¿Usted es socio de Òmnium?". Y la respuesta: "Soy socio de Òmnium, de la Fundación Catalana de l'Esplai, de Intermón Oxfam, de Càritas y del Racc". Irónico, Turull afirma al recordar el momento: "Lo pasas peor con una entrevista de Terribas, Basté, Heredia o Bassas, que van más informados".

"Ni un añico de arrepentimiento"

El día antes de que les comuniquen la sentencia Turull llama a sus padres y les dice que cuando oigan la cifra la dividan por cuatro y le resten 20 meses para saber cuándo podrá empezar a salir. Sobre el veredicto, es contundente, "el juicio no ha servido de nada. Es insultante. Tiene rigor cero, es una sentencia que se defiende más que no acusa".

A pesar de la condena, deja claro que no siente "ni un añico de arrepentimiento" y advierte: "Que nadie se equivoque, esta sentencia no decapita al independentismo". Por eso, llama a "persistir", pero lo hace invitando a la reflexión y apuntando una serie de consejos básicos para encarar la nueva etapa "siendo conscientes de las fortalezas, las debilidades y las miserias del movimiento".

En este sentido avisa de que "el héroe de la independencia no será una persona o un partido, sino el pueblo", que "para hacer posible el acuerdo uno tiene que bajar un peldaño de sus pretensiones y el otro tiene que subir uno". Y llama a "rehacer la confianza, perdonarse y guardar los reproches en la mesilla de noche", a "abstraerse de los profetas del desánimo y el derrotismo" para "concentrarse en la búsqueda de soluciones y no en recrearse en los problemas. Porque "la ropa sucia", dice, "se lava en casa".