Entre el centro penitenciario de Soto del Real y la sede de la agencia EFE en Barcelona hay 657 kilómetros. En una habitación entre los muros de la prisión, Jordi Sànchez, dos técnicos, una mesa, un micrófono apoyado en un pie, un teléfono móvil con su trípode, unos auriculares y una cámara. Ah, y una foto del Rey y una bandera española. En la sala Can Tiana de la delegación de EFE en Catalunya, una pantalla gigante, unos setenta periodistas y unos cuantos técnicos más, sin los cuales la rueda de prensa que anoche autorizó la Junta Electoral Central no se habría podido realizar.

El permiso llegó con sólo doce horas de margen, tocadas las diez de la noche. De hecho, se publicó tan tarde que el propio Jordi Sànchez no ha sabido hasta que se ha despertado esta mañana que después de 550 días de encarcelamiento preventivo podría interlocutar y responder a las preguntas de los medios de comunicación. Mientras le colocaban los auriculares, él mismo bromeaba que "esto de la Junta Electoral es sorprendente". Habrá que arbitrar las medidas oportunas para que pueda efectuarse la comunicación telemática, decía el escrito de la JEC. Se activaba así el contrarreloj.

Más de una hora antes de la convocatoria oficial, cámaras y periodistas ya llenaban la sala de espera de la sede de EFE, junto a la plaza de las Glòries. Arriba y abajo corrían los miembros del equipo de campaña de JxCat, los responsables de la sección de política de la agencia, los técnicos y los trabajadores de seguridad del edificio. Nadie las tenía todas de que la comunicación pudiera acabar materializándose. Es como conectar el siglo XVIII con el XXI, decía alguien. La incertidumbre se ha acentuado porque a los dos técnicos que el medio ha enviado a la prisión de Soto del Real ―inaugurada hace 24 años―, les han requisado los teléfonos móviles al entrar. Normas de la casa. Finalmente, se han emitido dos señales. Una, la del móvil a través de Skype. La otra, la de la cámara de EFE, por satélite.

Pisando ya la hora prevista para empezar, las once y media de la mañana, el delegado general Leandro Lamor ha abierto las puertas a la prensa. Uno, dos, tres, probando. El técnico testeaba que imagen y sonido llegaran bien. Los periodistas cogían sitio y enchufaban la respectiva tecnología. Y en pleno enredo de cables, Jordi Sànchez ha aparecido en la pantalla. "Bon dia". El primer "bon dia" que dirigía en público centenares de días después.

La rueda de prensa ha arrancado quince minutos tarde, todo un mérito teniendo en cuenta la cantidad de trabajo. Las normas restrictivas del centro penitenciario no han dado opción de ganar este cuarto de hora por detrás. A las doce y media, se cortaba la emisión, los reclusos no pueden llegar tarde al comedor. Bueno, salvo los días de juicio, parece. Leandro Lamor ha despedido a Jordi Sànchez y la pantalla se ha fundido a negro. En la sala, un silencio eterno, cosa impropia de los periodistas, acostumbrados a comentar la jugada inmediatamente después de que haya terminado. Claro está que, hoy, nada ha sido normal.