Carles presidente, Carles amigo, Carles hermano, ¿dónde irás con esos zapatos, con esas suelas de haber caminado y caminado, con esos zapatos del esfuerzo? Te he visto por el suelo, en tu casa belga entre dos puertas blancas, como un rebelde con corbata, lo que no les gusta, con el flequillo largo, lo que tampoco les gusta, pero con los zapatos de caminar y de caminar más aún, zapatos de patear. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea, después de seis años de litigios, reconoció la exclusividad del diseñador francés Christian Louboutin para utilizar suelas rojas en los zapatos que vende. Son los zapatos del lujo, las de la reina Leticia, con la suela roja de los privilegiados, que estrenan zapatos cada día y así no las gastan; los tuyos, presidente, son zapatos de andar, de la austeridad catalana, los zapatos de la vida de cada día, la de los cansados que hacen el trabajo. Incluso cuando están tumbados en el suelo.

carles puigdemont exili terra

El pedestal son los zapatos, decía Joan Brossa, bien abrochados, eso sí, que un día iba subiendo unas escaleras de casa con las zapatillas en chanclas, se cayó y allí se quedó. El erudito Pere Miquel Carbonell murió también así, más o menos, pero en 1517, en la Barcelona vieja. Resbaló por la escalera de caracol cuando iba a comer a la cocina y se abrió la cabeza, que la gente literata es así, no sabe dónde pone el pie y camina como desesperada. Algunos Papas llevan zapatos rojos en recuerdo de los mártires, porque dicen que la iglesia se fundamenta en la sangre de los primeros cristianos. En cambio, las botas de los soldados del Gran Ejército de Napoleón, el que tenía que conquistar Rusia, eran unas botas industriales, todas iguales, es decir, con la misma bota para el pie derecho que para el izquierdo. No quiero ni imaginarme cómo sería la larga marcha de aquel gran ejército diminuto comparado con la inmensidad de Rusia, con aquello en los pies. Ni los pies castigados de los Mossos de la Escuadra con las alpargatas, más parecidos a los pies de los hobbits o a los pies de Pau Riba que a los nuestros. Dice la leyenda que los Mossos llevan, desde siempre, chistera y alpargatas porque no se andan con remilgos, porque son tan profesionales que castigan por igual al rico que al pobre. Créetelo. Los Mossos llevaban alpargatas porque el calzado militar era carísimo, mucho más caro que la triste chistera de la autoridad armada. O dicho de otro modo, que las alpargatas de los Mossos nos recuerdan que tienes que espavilarte con lo que tienes, no con lo que podrías tener, o con lo que deberías tener o con lo que tú dices que te mereces. Que la dignidad de las alpargatas es la del pueblo tozudamente en pie, la del pueblo que se mueve, la dignidad de los que van vestidos para trabajar y no para quedar más o menos bien en las fotografías. Por eso me gustan los zapatos con la suela fatigada del presidente Puigdemont. Los zapatos no, pero son exactamente las mismas suelas fatigadas del presidente Pau Claris, las mismas suelas guerreras de Pedro el Grande, las mismas de Roger de Flor. El capitán de los catalanes, sea quien sea, a lo largo de la historia, siempre lleva las mismas suelas incómodas, unas suelas de batalla.