Ayer en Montjuïc se conmemoraron los 80 años de la muerte de Manuel Carrasco i Formiguera, y Antoni Castellà, el diputado de Demòcrates de Catalunya, que ha asumido la herencia soberanista de Unió Democràtica, recordó la paradoja de que el ejército rebelde de Franco ejecutó Carrasco después de condenarlo por rebelión. El homenaje fue un acto de afirmación democrática al cual asistieron dirigentes de todos los partidos soberanistas, también de los Comunes. Todo el contrario de lo que pasaba a la misma hora en el Auditorio. Nadie se habría dado cuenta de la visita del rey Felipe VI en Barcelona si no hubiera sido por el desmesurado despliegue de policías y por la presencia de unos cuantos republicanos que tuvieron el detalle de salir a recibir al monarca para reprocharle su complicidad con la represión de los independentistas.

El mismo día que se puso en circulación en la red el videoclip titulado "Los Borbones su unos ladrones", Felipe VI hizo a una visita a Barcelona casi clandestina. Podríamos decir que el Rey estuvo en la capital catalana de extranjis, seguramente para evitar que a la protesta de los catalanes se sumen los republicanos españoles, que cada vez son más de los que ellos quieren y dicen.

Después de la tensión institucional que marcó la visita anterior con motivo del Mobile World Congress, la Casa Real optó por organizar una estancia del Monarca en Barcelona la más corta y discreta posible, lo cual confirma que la Corona ya ha interiorizado que Catalunya se ha convertido en tierra hostil. Eso es más un problema del Rey que de los catalanes. Los reyes no se votan, no son elegidos democráticamente, así que su autoridad se calcula según las expresiones de afecto de los ciudadanos y por lo que se ha visto este lunes, la monarquía española cotiza en Catalunya más a la baja que nunca. No es un asunto menor atendido que ninguno de los antepasados del monarca fue recibido en Barcelona con tanta frialdad como Felipe VI. Incluso Alfonso XII fue recibido con más entusiasmo después del golpe militar que acabó con la Primera República.

Felipe VI presidió un acto celebrado en una sala medio vacía sin que estuviera presente ninguna autoridad democráticamente elegida por los catalanes. Es decir, el Rey ha actuado de espaldas al pueblo y a sus representantes. Podría decirse que ha sido un desprecio al país más propio de los emperadores de antes con las colonias y un comportamiento que tiene un simbolismo antidemocrático. Probablemente a Felipe de Borbón no le gustó la actitud crítica que le dispensaron las autoridades catalanas el pasado mes de febrero, pero en vez de buscar la manera de mejorar las relaciones ha preferido suspenderlas, como si estuviera en condiciones de "castigar" al presidente del Parlament y al alcadesa de Barcelona por|para sus atrevimientos. Con eso el Rey nos viene a decir que la Monarquía está por encima de la democracia y eso no cae nada bien en un país donde ya hace más de 300 años se le recordaba al monarca que "Nós valemos tanto como usted y juntos valemos más que usted"

Para encontrar un hecho similar del jefe del Estado sin representantes democráticos nos tenemos que remontar a los viejos tiempos de la dictadura, cuando Franco era recibido por el alcalde Porcioles y el presidente de la Diputación, el Marqués de Castellflorite. Joan Carles y Sofía también visitaron Catalunya antes de que la democracia llegara a las instituciones, pero fueron recibidos con muestras de simpatía de la gente que anhelaba el cambio democrático. Por cierto, que la anécdota de aquel viaje fue un pie de foto en El Noticiero Universal que decía "Samaranch saluda al Rey y Viola, a la reina". Hay que aclarar a los jóvenes que Joaquim Viola fue el penúltimo alcalde franquista de Barcelona, que murió en atentado años después de dejar el cargo.