Dos tiros en la cabeza acabaron la noche del 21 de noviembre del 2000 con la vida de Ernest Lluch. Fue en el aparcamiento de su casa en el barrio de Les Corts de Barcelona, muy cerca del Camp Nou. El terrorista de ETA le disparó por la espalda mientras recogía despreocupadamente los apuntes de la universidad y el abrigo en el asiento trasero de su coche. Tenía 63 años. Venía de dar la que sería su última clase en la UB. Su cuerpo lo encontró casi dos horas más tarde un vecino. Ernest Lluch había sido ministro de Sanidad en el primer gobierno de Felipe González. Doctor en Ciencias Económicas, era un erudito y una figura muy respetada en Catalunya. Militaba en el PSC, había sufrido la represión durante el franquismo por su activismo y defendía el diálogo como vía para la pacificación en el País Vasco. Era catedrático de Historia de Doctrinas Económicas en la UB y rector de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander.

El asesinato de Ernest Lluch a manos de ETA cayó como un obús en una opinión pública catalana que había llegado a asumir como un terrible elemento de la vida cotidiana de aquellos años las arremetidas terroristas. Un mes antes, el 21 de septiembre, ETA había asesinado a un concejal del PP de Sant Adrià de Besòs, José Luis Ruiz Casado, de 42 años; tres semanas después mató a un concejal del PP de Viladecavalls, Francisco Cano, de 45 años; y el 20 de diciembre, justo un mes después, a un guardia urbano, Juan Miguel Gervilla, de 39 años.

Aquella noche del 21 de diciembre del 2000, la noticia del asesinato de Ernest Lluch impactó directamente en la clase política catalana, porque ETA acababa de abatir a uno de sus representantes más respetados. Las autoridades comenzaron a llegar a la casa del exministro, del amigo en algunos casos, del compañero de partido. Uno de los primeros fue Joan Clos (Parets, 1949), que era alcalde de Barcelona desde septiembre de 1997, cuando sustituyó a Pasqual Maragall.

¿Qué representaba la figura de Ernest Lluch en el año 2000?
Nosotros teníamos un gran respeto por Ernest Lluch. Primero, porque era una persona importante en el Partido Socialista, formó parte del primer gobierno de Felipe González; y para mí personalmente en especial, porque soy médico y en Barcelona era el responsable de Salud Pública, y estuve siguiendo mucho su trabajo para la aprobación de la ley general de Sanidad, una ley importantísima para nuestro país, y que, vista la situación política actual, parece imposible que se haya podido aprobar y que el Servicio Nacional de Salud haya funcionado hasta ahora, con sus problemas, pero también con los éxitos que tiene. A pesar de no venir del mundo sanitario, como político de mucha experiencia en la clandestinidad, en la oposición y después en el gobierno, lo hizo muy bien. Y en Catalunya también, su trabajo dentro del PSC fue muy importante, formaba parte del equipo dirigente del partido, y estuvo siempre en todos los debates importantes.

El cuerpo de Lluch estaba todavía allí, apoyado sobre la pared porque quedó medio sentado

¿Qué recuerda de aquella noche en que asesinaron a Ernest Lluch? ¿Cómo supo que había habido un atentado y que lo habían asesinado?
No recuerdo dónde estaba. La Guardia Urbana me avisó, supongo que el escolta o la misma Guardia Urbana; y fuimos directamente a su casa, al parking del sótano, y estaba allí él, todavía, el cuerpo estaba allí, apoyado sobre la pared porque quedó como medio sentado. Mientras estábamos allí, me dieron la siguiente noticia de que los terroristas de ETA habían hecho explotar el coche que habían utilizado a unos 350 o 400 metros de distancia. Quiere decir que era todo muy reciente.

Debió ser muy impactante la situación, ver a un compañero asesinado en el suelo...
Estas cosas son impactantes. Había dos o tres personas allí. Al cabo de un rato llegó el president, Jordi Pujol, pero todo se hizo en un entorno de un silencio absoluto, nadie decía nada, todo el mundo sorprendido, atónito, por aquella desgracia.

¿Qué es lo que más le impresionó?
Cómo debió ser de súbito. Porque él salía del coche, aparcó, salió del coche y le dispararon. Es decir, que estás en un momento en que vuelves a casa, aparcas, sales del coche y se acaba tu vida. Así como los terroristas lo habían pensado mucho y lo tenían muy estudiado, para él era absolutamente imprevisto e inmediato. Y este contraste me impresionó.

Todos recordábamos aquel acto en Donosti en que unos pitaban a Lluch... y él se enfrentó y dijo: 'gritad, gritad, que mientras gritáis no matáis'

La muerte de Ernest Lluch provocó un impacto muy fuerte en toda la sociedad catalana...
Sí.

Porque era una persona muy conocida, era un exministro de Sanidad, un dirigente muy importante del PSC...
Sí. Y, además, todos recordábamos aquella dialéctica que hubo en un acto en Donosti, en el que unos le silbaban y él se enfrentó y dijo: "gritad, gritad, que mientras gritáis no matáis". Me acordaba perfectamente de eso. Y también la sensación de que ETA ya debía estar mal en sus debates, porque parecía más bien una venganza, una reacción.

Dos meses antes del asesinato de Ernest Lluch ya había habido un atentado del comando Barcelona, después de unos años en los que no actuaba...
Sí.

Mataron a un concejal del PP en Sant Adrià, Jose Luis Ruiz Casado, el 21 de septiembre. Le dispararon en la cara. Y tres semanas después de la muerte de Lluch también hubo un atentado contra un concejal del PP de Viladecavalls, Francisco Cano Consuegra, al que asesinaron colocando un explosivo dentro de su furgoneta. Y el 20 de diciembre asesinaron a un guardia urbano, Juan Miguel Gervilla, en el cruce de Diagonal con Numancia, cuando intentaba ayudar a dos hombres a los que se les había parado el coche y resultaron ser terroristas de ETA...
Sí, mataron a Gervilla, pero iban detrás de Luis Olmo, me parece.

Efectivamente...
Yo me acuerdo de la reacción de la Guardia Urbana, que no deja de ser un cuerpo de seguridad, y se juramentaron a cazarlo, al que mató a su compañero. Y de hecho, al terrorista lo detuvieron al final de la avenida Paral·lel, al cabo de no mucho tiempo.

Los minutos de silencio que hacíamos en la plaza Sant Jaume para condenar los atentados ya casi se habían convertido en una rutina

Lo detuvo la propia Guardia Urbana.
La propia Guardia Urbana, sí.

Fueron muchas acciones terroristas en muy poco tiempo...
Sí. Todo esto ocurrió realmente en aquellas semanas que fueron bastante aterradoras.

¿El alcalde cómo vive un momento en el que hay un comando Barcelona que está actuando con esta intensidad y que es muy activo y con acciones como el asesinato de Ernest Lluch?
Ya habíamos tenido atentados de este comando, el más importante, en términos de número de víctimas, fue Hipercor, que fue terrorífico. Después, durante la preparación de los Juegos Olímpicos, y justo antes tuvimos tres atentados que causaron cinco muertos. La estrategia en aquellos momentos de la banda terrorista era elegir los actos por su repercusión mediática. Aunque haces todo lo posible para coordinar la eficacia de los cuerpos de seguridad y para prevenir, es imposible tener la seguridad perfecta. Y tienes que ir sufriendo este goteo. Fue una temporada en la que los minutos de silencio que hacíamos allí en la Plaça Sant Jaume, que bajábamos del Ayuntamiento y de la Generalitat, ya casi se habían convertido en una rutina. Era una situación muy desagradable.

Una de las cosas primeras que nos toca a los responsables en estos momentos es precisamente tragarte el miedo y pasar de él para que no te afecte

Como alcalde de Barcelona, como una persona de la primera línea política, viendo que había casi como una cacería, buscando ese eco mediático, ¿cómo lo vivía usted? ¿Tuvo miedo, personalmente, por las personas de su entorno, los concejales?
No. Miedo, no. Es decir, supongo que piensas que a ti no te tocarán, y ya está, y te lo quitas de la cabeza, porque solo falta que tengas miedo, que entonces te aniquila o te impide que puedas vivir normalmente. Una de las cosas primeras que nos toca a los responsables en estos momentos es precisamente tragarte el miedo y pasar de él psicológicamente para que no te afecte. Y esto, me parece que lo conseguimos todos, tanto en el Ayuntamiento como en la Generalitat. 

¿El atentado contra Ernest Lluch, un exministro de un PSC con un fuerte componente catalanista, se vio como un cambio de estrategia?
No, lo asociamos más al hecho de que Lluch vivía épocas del año en Donostia, y allí se pronunció. La clave no era tanto un atentado al PSC, sino un atentado a Ernest Lluch, por la contundencia en su mensaje.

Lluch era defensor del diálogo

Un mensaje en el que defendía el diálogo...
Exacto. Él era un defensor del diálogo. Había estado en la Menéndez Pelayo, había estado en muchas plataformas donde había contribuido a generar una actitud de diálogo y respeto. En el propio acto este en el que él se enfrentó a esos cuatro que gritaban, era un acto por la concordia, no por la confrontación

El asesinato de Ernest Lluch provocó un impacto muy fuerte en la sociedad y tuvo una respuesta política muy contundente. Hubo una gran manifestación en Barcelona, en la que usted estaba en primera línea donde se encontraba el presidente del gobierno, José María Aznar, y el de la Generalitat, Jordi Pujol. Estaban todas las principales autoridades. Al terminar se leyó un manifiesto y la periodista Gemma Nierga hizo un llamamiento al diálogo. "Ustedes que pueden, dialoguen", reclamó. ¿Qué impacto tuvo aquella llamada, el diálogo?
Bueno, en el 2000 los partidos habían hecho muchos intentos de diálogo que todavía no habían fructificado en aquellos momentos y tardaron 10 años más en fructificar, en 2011. Pero, en el fondo, todo el mundo estaba pensando en ver si alguna vez conseguíamos avanzar con el final del terrorismo, tanto incrementando la lucha policial y de inteligencia, como por el intento de buscar vías de una solución negociada. Eso se pudo hacer más tarde, con José Luis Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, que jugó un papel muy importante, también con los cuerpos y fuerzas de seguridad. La cosa empezó a cambiar cuando Francia va participar activamente en la lucha contra ETA. Mientras Francia iba arrastrando los pies, costaba que se pudieran tener todos los instrumentos en la mano para poder luchar contra ETA.

¿Aquella llamada al diálogo, que no formaba parte del texto acordado, cómo se encajó en aquella primera fila de la manifestación?
Vi allí algunas malas caras. Unas malas caras porque según qué personajes o qué actores políticos en nuestro país no les gusta que se les haga apelación al diálogo, aunque lo estén haciendo en secreto. Una cosa es hacerlo y otra cosa es que te lo pidan. Pero bueno, no pasa nada, no deja de ser una anécdota. No ha cambiado el hecho. Ellos estaban dialogando y después los socialistas dialogaron. Estaban buscando soluciones políticas que acompañaran a las de seguridad. Con una mano apretabas y con la otra buscabas soluciones.

En aquellos años se había producido el despliegue de los Mossos como policía integral en Catalunya y se habló de ciertos roces con lo que era la cooperación policial. ¿Usted cómo lo recuerda?
No recuerdo ningún problema especial, más allá de que los Mossos eran relativamente nuevos y estaban creciendo como cuerpo de seguridad; y que, la Policía Nacional y la Guardia Civil supongo que en términos de lucha antiterrorista debían ser muy celosos. Incluso, entre ellos tenían, con a veces disputas. No recuerdo que fuera especialmente complicado. Los Mossos se estaban formando, creciendo, en aquellos momentos.

El mensaje nuestro siempre era no pueden ganar, por lo tanto, tenemos que continuar

¿La violencia de ETA es uno de los peores recuerdos que usted guarda de su etapa como alcalde?
Sí, porque era como una gota malaya que iba goteando, de vez en cuando, y como para mantener un rescoldo, cuando, después del fin de la dictadura y la Transición, ya se veía que la mayor parte de la sociedad española ya no estaba por esa historia. En términos médicos, parecía más bien una esquizofrenia. Una incapacidad para leer la nueva realidad.

Visto 25 años después, pensar que en Cataluña hubiera un atentado con la muerte de un concejal en septiembre, otra muerte de un exministro en noviembre, dos muertes más en diciembre, y la explosión de diferentes coches bomba... ¿cómo se le puede explicar a una persona que no ha conocido esto, cómo se vivía aquel momento?
Nuestro mensaje siempre era no pueden ganar, por lo tanto, tenemos que continuar. Independientemente del número de víctimas. No puedes aceptar el chantaje. Eso era imposible.

Me cuesta decir que Lluch era una víctima especial, es una víctima de ETA

¿Cree que marcó un punto de inflexión el asesinato de Ernest Lluch?
Yo diría que sí, porque es amigo mío, y lo conozco. Y era un exministro, es muy fuerte. Pero, todos los muertos merecen el mismo respeto. Sea un ministro u otra profesión. Por lo tanto, me cuesta decir que Lluch era una víctima especial, es una víctima de ETA.

No puedes rendirte. No tiene salida la situación. Solo conseguir que acabe

Fueron muchos atentados y muchas muertes...
Queda cicatriz, aquí, en el País Vasco, en Madrid, o en Irlanda... La violencia. Además, no puedes rendirte. No tiene salida la situación. Solo conseguir que acabe el tema por las vías que sea.