“Él solo se propuso y él solo se ha excluido”. Así resumía el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, la jugada que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, acababa de presentar a los medios, después de la reunión mantenida entre ambos dirigentes la mañana del miércoles. El líder de la formación morada había asegurado que estaba dispuesto a dar un paso al lado a fin de que avanzara la fórmula “de los 161” del gobierno de izquierdas “a la valenciana” con Podemos, PSOE e Izquierda Unida (IU), si es que su persona era “el impedimento”. El golpe de efecto había cogido a los socialistas desprevenidos, que reiteraban la voluntad de que Podemos se sentara en la mesa con ellos y C's, para añadir “mejoras” a su pacto y avanzar por la vía “de los 199”.

Pero con el gesto de renunciar a una vicepresidencia que nunca había sido de facto suya, Iglesias había conseguido recuperar el dominio del relato en la investidura, y evitar situarse como principal culpable de no desencallar la formación de gobierno. Lo ilustraba una periodista, quien preguntaba a Sánchez “a qué renunciaría” el PSOE, si el líder podemista hacía “esta cesión”, y los naranjas accedían a negociar con los morados. El de Ferraz, que parecía no haberlas visto venir, respondía de que él llevaba “más de 100 días intentando formar gobierno”, y repetía, intentando recuperar el frame mediático, que estaba “muy agradecido” con que Iglesias hubiera “rectificado” y quisiera “negociar” con C's.

Así, la pelota iba a parar nuevamente al tejado del PSOE, con un Podemos de cara más amable que otras veces. En concreto, más sosegado que con aquellas palabras sobre “la cal viva” del GAL del barón Felipe González, durante la sesión de investidura de Sánchez. Muestra era también el gesto de regalar un libro al del PSOE sobre baloncesto, deporte de que los dos son seguidores. Sánchez, que iba con una americana de color berenjena, quizás en señal de complicidad, había hecho retuit a su adversario, cediéndole a Iglesias una atención mediática de que no había disfrutado desde hacía días, incluso antes de sentarse en la mesa.

Errejón, golpe interno

El gesto de Iglesias también tenía una clave interna. Él “renunciaba” a la vicepresidencia, pero encabezaría su equipo negociador con el PSOE. Al mismo tiempo, sería él mismo quien se sentaría con C's para pedirle que se abstuviera para su gobierno. Así, el número dos, Íñigo Errejón, quien había dirigido las negociaciones con el resto de grupos, quedaría eclipsado por su secretario general, a pesar de que estaría en las reuniones también. Errejón había asegurado que “no compartía” todas las decisiones de Pablo, pero las respetaba, dejando entrever que los rumores sobre un distanciamiento interno podrían tener parte de fundamento.

Así las cosas, con la “cesión”, Iglesias también conseguía que el presunto sector moderado de la formación quedara arrinconado. De la comparecencia destacaba que no era acompañado ni por su Secretario Político, ni por las confluencias. El hecho no dejaba de ser extraño, ya que siempre que se había anunciado un movimiento en relación con la investidura, Iglesias había ido rodeado de todos los suyos: Carolina Bescansa, Xavier Domènech, Errejón e Irene Montero, la cual sí que estaba allí. De hecho, voces de Compromís han explicado a este diario que las diferencias entre el número uno y el dos “son marcadas”, con respecto a las formas de un Pablo “más temperamental” y con menos mentalidad negociadora, y un Errejón “más estratégico”.

Derecho a decidir, emplazado

La “cesión” del podemista también llevaba anexada otra ganancia para el núcleo de Podemos. Según explicaba su dirigente, la cuestión del derecho a decidir restaría en manos de una mesa donde negociaran el líder d'En Comú Podem, Xavier Domènech, y Miquel Iceta, líder del PSC. De fuentes próximas a los podemites catalanes se infiere que la cuestión podría ser hoy menos irrenunciable que hace un mes, si es que hubiera una contraoferta igual de satisfactoria para los defensores al derecho a decidir. Así, se difuminaba una de las líneas rojas que más habían dificultado el acuerdo con el PSOE, dejándola en manos ajenas.

Ahora bien, Sánchez explicaba que tanto Iceta como él eran partidarios de la reforma constitucional y no de la autodeterminación. Pero tampoco acababa de cerrar la cuestión, afirmando que habían puesto a C's en la “senda federal”. Precisamente, un elemento que estos niegan, en el sentido territorial. De hecho, aquello a que Sánchez no responde es si buscaría “la altura de miras” que preguntaba Iglesias a los naranjas, a fin de que prosperara un pacto con Podemos e IU, donde los de Albert Rivera se tendrían que abstener. La jugada tampoco sería perjudicial para C's, que podría pasar a la oposición y collar el gobierno "de izquierdas", eclipsando a su competidor por el lado de la derecha, el Partido Popular (PP).

Así las cosas, Iglesias perdía una vicepresidencia, que incluso podría "ceder" a Errejón o Bescansa, al par que recuperaba el dominio por la batalla del relato, a seguir en el mes que queda hasta la disolución de las Cortes Generales.