El Congreso de los Diputados se acerca cada vez más a un aula llena de adolescentes con las hormonas revolucionadas. Gritos, broncas, aspavientos, golpes en las mesas, insultos, la profesora Meritxell Batet reclamando orden cada dos por tres y pidiendo que se callen "los alumnos" de una puñetera vez.

Ahora bien, el pasado 10 de septiembre alguien puso la guinda del pastel: un chicle pegado a un escaño. Concretamente, en el asiento del diputado de Ciudadanos, Marcos de Quinto. Según apunta eldiario.es, durante el inicio del primer pleno después de las vacaciones de verano, De Quinto advirtió de este hecho al compañero de patio, Miguel Ángel Gutiérrez, secretario general de su grupo parlamentario, y este reclamó la ayuda de uno de los ujieres que presta asistencia a los diputados durante los plenos.

No obstante, la sesión había empezado a las tres de la tarde y el asiento del diputado no fue sustituido hasta que finalizó el Pleno. El escaño de Marcos de Quinto está situado en la cuarta fila del hemiciclo y rodeado de diputados de su misma formación política. A su derecha se sienta Juan Carlos Girauta y a la derecha de Girauta hay un pasillo que lleva a la zona donde se sitúan otros grupos políticos.

Actualmente no se conoce el propietario del chicle, pero la situación política actual hace que De Quinto tenga que sospechar de cualquiera de los miembros de la cámara, incluso de su propio partido, donde las escisiones están en el orden del día.