ETA ha decidido disolverse y, a pesar de los ríos de sangre y de tinta que ha hecho correr, parece que a todo el mundo le importe un rábano. Bien, a todo el mundo, no. Fijaos como la gente del PP y Ciudadanos mantienen inalterable el discurso beligerante que cualquiera diría que les sabe mal perder a un enemigo que les hacía sentir mejores de lo que son. En La pell freda Albert Sánchez Piñol describe de manera precisa y brillante como algunos hombres —las mujeres no sé— necesitan a un enemigo para reivindicar que son lo que no son.

Incluso da pereza escribir de eso de ETA, si no fuera porque sirve de excusa para no tener que hablar de lo de aquí y descansar un día de nuestro procés, la cosa más excitante y al mismo tiempo odiada de mi vida periodística. Aseguro a todos que Donald Trump e Hillary Clinton dan mucho trabajo pero no tan angustiante como Puigdemont y Llarena.

La conclusión inapelable sobre el balance político de la existencia de ETA me lo dio hace pocas semanas una joven universitaria vasca que pasaba unos días en Catalunya: "¿Josu Ternera? Nadie sabe quién es. La gente en Euskadi está en otra". Un tío de la chica, de larga trayectoria abertzale, me interpelaba: "Oye, a ver si os dais prisa y formáis gobierno de una vez, que los vascos queremos el presupuesto". Se refería, obviamente, al presupuesto del Estado, que el PNV ha hecho ver que vetaría mientras hubiera 155. Con un gesto con el que se ha puesto en el bolsillo a los jubilados de Bilbao, que han demostrado su capacidad de movilización, el PNV ya no tendrá que esperar a que levanten el 155 en Catalunya.

Decía el lehendakari Urkullu que lo que no soportan los etarras es asumir que su existencia no ha servido para nada. Tiene un punto de cinismo su afirmación porque durante los años más decisivos el PNV rentabilizó políticamente todo lo que pudo los asesinatos de ETA. El planteamiento conocido era que "unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces", frase atribuida a Xabier Arzalluz. No sé por qué, en Catalunya siempre ha habido quien ha admirado a los vascos, probablemente por la envidia de no tener el concierto económico y otras conquistas autonómicas que Catalunya no ha conseguido. El concierto económico vasco no figura como suele decirse en la Constitución. Fue el fruto de una encarnizada negociación política posterior. ¿En qué contexto? En el contexto de la ETA más sanguinaria. La organización terrorista mató más que nunca en los años 1978, 1979 y 1980, justo cuando se negociaba el concierto económico y el cupo. Más de 240 muertos. ¿Alguien cree que los asesinos de entonces serán reconocidos como héroes de la patria vasca?

Catalunya no tiene el concierto económico, pero si el precio tenía que ser de 240 muertos en tres años y todo lo que ello comportó, se lo regalo. Frecuentan ahora en Catalunya los discursos sottovoce de impacientes que ven la no violencia que ha marcado el procés como un signo de debilidad. Es porque no han leído a Mahatma Gandhi y porque no se han dado cuenta de la obsesión de jueces y fiscales españoles que necesitan catalanes violentos para poder tener razón.