Sólo hace cinco días de la sentencia contra los líderes del procés. Pero por el camino han pasado tantas cosas que parece que haga una eternidad. Una infinidad de protestas de intensidades y perfiles varios se han sucedido desde el lunes. Más allá de los lamentables disturbios, una de las que pasará a la historia será la de este viernes, coincidiendo con la huelga general. Más de medio millón de personas se han lanzado a la calle indignadas contra las condenas a los líderes independentistas. Entre los asistentes, sensibilidades de todo tipo. Hoy, en el centro de Barcelona, no iba, sólo, de independencia. Como ya pasó el 3-O de 2017.

Dos chicas con la bandera española han sido el centro de atención. Iban envueltas con la rojigualda y lucían dos carteles. "No soy indepe, pero a mí gente no se la pega", decía una de ellas. En ElNacional.cat hemos conversado con ellas.

Más allá de los colores de las banderas, también el color de la piel ha sido transversal. Entre los que han soportado el calor del bullicio del Paseo de Gracia, uno de los colectivos más criminalizados por la sociedad, a los que se ha bautizado como menores no acompañados, MENA, pero que tienen nombres y apellidos y además, mucha más empatía que muchos de los que les señalan. Hoy, acompañados de su educador, Edu, han salido a rechazar la sentencia. Venían del Masnou. Y hemos hablado con ellos.

Como no podía ser de otra manera, no han faltado a la cita las incondicionales e irreductibles abuelas del procés. Angelina ha caminado desde Gavà hasta Barcelona, en una de las Marchas por la Libertad. No le importaba cómo volverá a casa, en Platja d'Aro. Le preocupa más que el Govern quiera que la calle sea "quien saque las castañas del fuego".

Y como ha sido la tónica de los últimos días, en la concentración de esta tarde se han visto un grueso muy importante de jóvenes. La inmensa mayoría viven y ven con preocupación los disturbios de esta semana.