Esperanza Aguirre querría ser una especie de Victòria de Samotràcia de la Espanya eterna, aquella figura alada y resplandeciente que se ponía en la proa de los barcos de madera para protegerlos de los naufragios. La líder del PP es la representante más joven de una oligarquía con vínculos en Madrid y en Barcelona que ha atravesado el siglo XX sin conocer la derrota. Como viene de una casta que ha resistido 400 años de decadencia, está acostumbrada a explotar las supersticiones del pueblo y a mantener la sonrisa mientras todo se hunde a su alrededor.

Nacida en Madrid en 1952, Aguirre es condesa de Bornos y Grande de España. Por línea materna es nieta de José Gil de Biedma, tío del poeta y político de la España caciquil. Su padre fue procurador de las cortes franquistas durante tan sólo siete legislaturas. Aguirre está emparentada con la fotógrafa de la movida madrileña Ouka Leele. En su clan familiar hay desde peponas que hacen fiestas privadas con Marta Sánchez y Miguel Bosé hasta bohemios que han hecho fortuna, como el fundador de la consultora inmobiliaria internacional Aguirre Newman.

Aguirre siempre se ha identificado con un liberalismo conservador, monárquico y castizo

Educada en el Instituto Británico y primogénita de ocho hermanos, la líder del PP madrileño se inició en el Ministerio de Cultura del gobierno Suárez. En 1983 fue escogida concejala del Ayuntamiento de Madrid y, después de ocupar varios cargos y de enredarse en las riñas de los liberales españoles, ingresó en el PP. Una década más tarde Aznar llegaba a la Moncloa y Aguirre sacaba más votos que ningún otro candidato en la historia del Senado. Entonces ya estaba más que preparada para asumir el Ministerio de Cultura y Educación, que cedería a Rajoy en 1999, para convertirse en la primera mujer a presidir el Senado.

14447516859_a15496f3c9_o2

Mientras España vivió en la fantasía de una Transición modélica, Aguirre encarnó las ambiciones de un país que se quería sentir demócrata, rico y europeo a cambio de poco esfuerzo. Desde joven, la líder del PP se ha identificado con un liberalismo inglés conservador, monárquico y castizo que en España sólo habría sido posible si los Borbones hubieran perdido la Guerra de Sucesión contra los Austrias. Este liberalismo más pintoresco que liberal, igual que el hecho de venir de una estirpe de vencedores en un país de perdedores, le ha dado un carisma de mujer abierta y estilosa que la ha protegido de muchos escándalos.

Como Barberá, ha sabido jugar con la corrupción sin ensuciarse

En el 2003 ganó las elecciones a la Comunidad de Madrid, pero la victoria no fue suficiente. Atascada en un sólo diputado de la mayoría absoluta, el gobierno de izquierdas que iba a dejarla en la oposición fue frustrado por dos tránsfugas vinculados al entorno económico del PP. Después de esta maniobra, denominada el tamayazo, el PSOE de Madrid quedó deshecho y Aguirre encadenó tres mayorías absolutas. El PP siempre ha impedido investigar qué pasó con los diputados Tamayo y Sáez, y no cuesta suponer por qué.

Como le ha pasado a Rita Barberá, la cultura familiar de Aguirre quedó disimulada mientras duró la euforia económica y el buenismo cínico de Zapatero. Igual que la alcaldesa valenciana, la líder madrileña ha sabido jugar con la corrupción y animarla sin ensuciarse. El verano 2006, se entregaron los primeros pisos de Ciudad Valdeluz, un terreno situado a 8 kilómetros de Guadalajara que pertenecía a la familia política de Aguirre. Este terreno se convirtió en un pequeño núcleo urbano gracias a la estación del AVE que un ministro del PP había decidido plantar sin ningún criterio. En el 2013 la estación recibía 70 viajeros diarios.

La comunidad de Madrid le dio protagonismo mientras Rajoy hacía la travesía del desierto

La especulación urbanística, junto con las privatizaciones en la sanidad y el sectarismo de Telemadrid, dieron munición a la oposición, que nunca pudo derrotarla. El 2012 Aguirre anunció que dejaba la política, cuando tenía la mayoría absoluta más abrumadora de su presidencia. Dicen que la decisión fue tomada después de que un par de amigas murieran de un cáncer como el que ella había sufrido. Más allá de los motivos personales, Aguirre también sabía que se le escapaba la posibilidad de disputar la sucesión a Rajoy. Con la crisis y la mayoría absoluta del PP, la política autonómica se podía convertir en una ratonera para ella.

La figura de Aguirre no se entiende sin el protagonismo que le dio la Comunidad de Madrid mientras Rajoy hacía la travesía del desierto. Las luchas por el poder dentro del PP sacaron a relucir un vedetismo, una soberbia y unas actitudes de persona hipócrita y clasista a la cual no le importa nada que no sea ella, que la acabaron perjudicando. La necesidad de demostrar continuamente que era más lista que Rajoy sirvió para dar color a la prensa, pero a la larga resultó tan estéril como su liberalismo de opereta o los intentos de explotar a los antepasados catalanes del árbol genealógico para hacerse la ecléctica.

Si alguien quiere hacer memoria sobre el legado de Aguirre que se pregunte qué queda de la consejería de Cultura de Santiago Fisas, de los flirteos con Albert Boadella o de los discursos paternalistas en el Círculo Ecuestre. Con el pitote que el independentismo ha extendido en España hace gracia que el eslogan promocional más famoso de la Comunidad de Madrid durante su presidencia fuera "la suma de todos". También es curioso que ahora llame "la secta" a La Sexta, después de vender Tele Madrid con un eslogan tan orwelliano como "el espejo del alma".

Se ha encontrado con una mujer de hierro tan elegante como ella pero sin su frivolidad de aristócrata mimada

El último tiro al pie que se ha pegado la lideresa consistió en volver a la política para disputar la alcaldía de Madrid en las municipales del 2015. La idea era aprovechar el desgaste de Rajoy para aspirar al liderazgo del PP desde el ayuntamiento de la capital. Aguirre vio la oportunidad de presentarse como alternativa a la demagogia de Podemos. Pero con la izquierda madrileña vigorizada por el republicanismo chocó con otra mujer de hierro, igual de elegante que ella y sin su frivolidad de aristócrata mimada. Manuela Carmena sacó menos votos, pero como estaba menos aislada pudo formar gobierno.

Los casos de corrupción destapados en el PP valenciano y madrileño, la trama Púnica, que ha imputado a sus dos colaboradores más próximos, Francisco Granados e Ignacio González, la han acabado de rematar. Dicen que ha dimitido de su cargo dentro del partido para perjudicar Rajoy. Se ha escrito que participa en la operación Menina y que espera resurgir como un ave fénix. Hay políticos que no saben retirarse porque en casa se aburren. Seguramente, Aguirre continuará al pie del cañón pero su tiempo ha pasado y su sonrisa plastificada ya hace tiempo que parece una caricatura gerontológica de la de Albert Rivera y Pedro Sánchez. Cifuentes la definió muy bien un día que dijo: “Todos sabemos que Aguirre es más liberal y más rubia que nadie”.

23217228244_e17cec33b8_o2

FOTOS: PP Madrid i Efe