Había un tiempo en el que Albert Rivera lo petaba mucho. Las encuestas sólo hacían que regalarle los oídos. Un sondeo de abril de 2018, hace tan sólo años y medio, incluso lo situaba como primera fuerza. Se había convertido en la apuesta del establishment del Estado. El sorpasso de Ciudadanos al Partido Popular parecía una realidad tan sólo se pusieran las urnas. Las elecciones catalanas del 21-D tenían que ser su gran trampolín. Pero ha llovido mucho desde entonces. De la noche a la mañana ha pasado de asaltar los cielos a luchar contra la intranscendencia política. Las encuestas ya no sonríen, sino que lloran.

En estos momentos, en el cuartel de la calle Alcalá de Madrid, todo es pánico. Las encuestas que publican los diferentes medios coinciden en un hecho: que su partido se hundirá, en mayor o menor medida, y será irrelevante. No sólo lo dicen los sondeos externos, sino también sus trackings internos. Dentro de la formación son conscientes de que su votante es el menos politizado y, por lo tanto, el menos fiel; tanto puede quedarse en casa como escoger por otra opción. Además, el entorno de Rivera empieza a ser consciente también de la oportunidad desperdiciada de poder condicionar un hipotético gobierno de Pedro Sánchez. Este tren ya parece que se escapa con su debacle. Ha pasado de querer hacer el sorpasso al PP a poder ser sorpassado por la extrema derecha de Vox, en el peor de los escenarios. Y eso que viene de casi doblar su grupo parlamentario ahora hace medio año. La estupefacción es máxima en la dirección del partido.

Ha pasado de querer hacer el sorpasso al PP a poder ser sorpassado por la extrema derecha de Vox, en el peor de los escenarios

Ante este panorama, sin saber si llega demasiado tarde, Albert Rivera ha decidido dar un volantazo en su estrategia política. El político catalán ha decidido aplicar el manual de resurrección que le ha servido a Pablo Casado: el del supuesto "giro al centro". Aquel cordón sanitario al PSOE de hace unas semanas, que lo llevó a plantar varias reuniones con Pedro Sánchez, ha desaparecido de la noche a la mañana. Este mismo viernes era el único de los principales candidatos que se abría abiertamente a una gran coalición, a diferencia de Pedro Sánchez, Pablo Casado y Pablo Iglesias. En el fondo está haciendo lo que le pedían los críticos que acabaron abandonando el barco después del 28-A. Ahora Toni Roldán debe estar frotándose las manos.

Rivera dio el pistoletazo de salida de la precampaña levantando su veto a Pedro Sánchez y mostrándose abierto a pactar. En el inicio de esta campaña electoral, después de que Sánchez y Casado hayan rechazado una gran coalición, ha sido el líder de Ciudadanos quien se ha erigido en el más pactista de todos. En un acto en Málaga este viernes, aseguraba que él no quería engañar "a la gente" y que, "seguramente", lo más probable es que sea necesaria una coalición porque nadie tendrá mayoría absoluta. El problema para él es que, encuestas en la mano, al PSOE y al PP tendrían les bastaría solos; y que el PSOE con Ciudadanos no sumaria lo suficiente.

Albert Rivera, que hace unas semanas rechazaba incluso reunirse con Pedro Sánchez, se ha erigido hoy en el más pactista de todos

No lo ha logrado ni siquiera agitando su recurso preferido: el espantajo de Catalunya. No se perciben los réditos electorales de la moción de censura de Lorena Roldán contra el president Quim Torra que estaba abocada al fracaso. La ocurrencia de ser presidente de España para "encarcelar a los que quieran romper España" generó una estupefacción generalizada. La desesperación empieza a ser evidente a la dirección de Ciudadanos, que ha tenido que recurrir a métodos extremos para ganar protagonismo. Por ejemplo, aprovechar el embarazo de Inés Arrimadas para convertirlo en un reclamo electoral que colgar de un cartel en su sede estatal.

Quién sabe qué hubiera pasado si hubieran levantado el cordón sanitario a Pedro Sánchez antes de que se disolvieran las Cortes españolas el pasado 21 de septiembre. Querían ser el gran partido de centro, pero, según el CIS, los españoles ya no lo perciben como tal. Ahora tendrán que hablar las urnas.