Han pasado menos de cinco meses desde que Pedro Sánchez acuñó la frase "de la necesidad, virtud." Así anunciaba (y justificaba ante su partido) la voluntad de pactar con el independentismo una ley de amnistía a cambio de su investidura. La máxima sirvió entonces para seguir ostentando la presidencia española, pero no ha podido hacerse buena ahora con los presupuestos generales del Estado, a los que se ha visto obligado a renunciar. El motivo son las elecciones catalanas anticipadas, que alteran el mostrador político de una manera que empañan seriamente el futuro de Pedro Sánchez, a causa del papel que Junts y ERC pueden jugar en Madrid después del 12-M. ¿Continuarán las dos formaciones teniendo alicientes para mantener al líder socialista en la Moncloa?
 

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Hace diez días, cuando PSOE, ERC y Junts sellaron el pacto para una versión definitiva de la amnistía, había un efervescente optimismo en los bares de Madrid donde coinciden políticos y periodistas. "Ya hay legislatura; habrá presupuestos y Koldo se irá desinflando": era la idea más repetida. El 12-M, sin embargo, lo ha alterado todo. Ahora todo el mundo hace memoria de que Sánchez no ganó las elecciones del 23-J, que el líder socialista ha estado siempre asfixiado por una aritmética ajustadísima en el Congreso, y que el presidente español está completamente atado a la política catalana. Es alta la probabilidad de que uno de los imprescindibles dos socios catalanes que Pedro Sánchez tiene en el Congreso de los Diputados quede fuera de la gobernabilidad de la Generalitat después del 12-M. ¿Tendrá entonces esta formación —ERC o Junts— motivos para seguir siendo pata de gobernabilidad en Madrid?

De primeras, todo indica que el presidente del Gobierno tendría un bote salvavidas: una vez se apruebe de forma definitiva la ley de amnistía en mayo, y entre en vigor, la aplicación de la norma se dilatará, por los palos en las ruedas que puedan colocar los jueces españoles presentando prejudiciales en Europa o cuestiones de inconstitucionalidad en el TC. Y eso hace pensar que al independentismo le conviene más un gobierno socialista que uno del PP.

Pero este bote salvavidas está agujereado: la legislación española es garantista, y al reo siempre se le aplica la norma que le es más beneficiosa. En otras palabras: una vez entre en vigor la ley que tiene que reparar la persecución judicial a independentistas, ya no habrá marcha atrás. Lo admitía el mismo Alberto Núñez Feijóo este martes en una entrevista en Onda Cero, en la que prometía derogar la ley de amnistía si consigue ser presidente del Gobierno en algún momento. Pero avisaba: no tendría ningún efecto práctico porque el sistema penal en España contempla "como principio Constitucional la irretroactividad de las leyes".

La primera consecuencia: renunciar a los presupuestos de 2024

Si alguien tenía dudas del estruendo que pueden tener las elecciones del 12-M en la política española, así como de la absoluta dependencia que tiene Sánchez de ERC y Junts, pudo salir de dudas el mismo miércoles por la tarde. El presidente del Gobierno ordenaba a su equipo renunciar a los presupuestos generales del Estado de 2024 y empezar a ponerse manos a la obra en las cuentas de 2025. La noticia la daba la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, señalando que "la realidad" de las elecciones catalanas muestra un "tablero político alterado".

La Moncloa, sin embargo, todavía tiene que ordenar todo lo que ha pasado esta semana. Fuentes del Gobierno señalan que no detectan ninguna voluntad por parte de los independentistas de desestabilizar la legislatura o de entorpecer ninguna negociación. Ahora bien, admiten también que "sin incentivos", Junts y ERC "habrían hecho aumentar el precio de sus votos" de cara a las cuentas de 2024. El pronóstico era que Míriam Nogueras y Gabriel Rufián "se habrían puesto estupendos" con los presupuestos y que renunciar a los de 2024 y trabajar en los de 2025 es "una acción de realismo político que consolida la intención de tener una legislatura de cuatro años de duración".

 

Otras fuentes consultadas del Gobierno aseguran que en su bola de cristal ven las dos formaciones independentistas abiertas a "intercambios normales en leyes normales". Es decir, si decidieron renunciar a los presupuestos de 2024 fue porque pronosticaban "una competencia entre ERC y Junts" que hubiera imposibilitado ningún acuerdo. En cambio, insisten en que no les tiemblan las piernas cuando imaginan cuál será el papel de Junts y ERC "con las cosas del comer". Una de las lecturas buenas que hacen en la dirección de Ferraz del 12-M es la siguiente: después del mes de junio, "nos quedamos limpios", y en caso de que no haya una repetición electoral en Catalunya, Sánchez tiene en frente dos años de legislatura sin elecciones, un terreno más allanado que el actual.

El aviso de Feijóo a Sánchez: el 12-M puede ser "el inicio del final"

Sea como sea, Feijóo ya advertía al presidente español este jueves que la ley de amnistía puede ser la última que se apruebe en esta legislatura, y que el 12-M marque "el inicio del final" de la etapa de Pedro Sánchez al frente de la Moncloa. Feijóo advertía que el Gobierno no tiene ante él una legislatura, sino una "agonía", y que solo mantendrán el poder "si Puigdemont quiere". El líder de los populares se dirigía también a los diputados de Juntos: “Tienen suerte de haber topado con un presidente impúdico para conseguir su impunidad”. Y destacaba que los juntaires “someten el PSOE”. Y no solo esto: Feijóo hizo un discurso en la misma línea que sostiene la defensa de Carles Puigdemont: que con las elecciones catalanas del 12-M, “quizás ERC y el PSC han querido engañar" a Junts "para que la amnistía no llegue a tiempo”.

Una curiosidad: la sala de máquinas de Génova 13 no estaba enterada el miércoles por la mañana de la situación crítica que se vivía en Catalunya, con las consecuencias que eso podía tener (y está teniendo ya) en España. Algunos miembros del entorno más próximo a Feijóo ni siquiera sabían que los comuns amenazaban con tumbar los presupuestos aquel día, y se enteraron a través de conversaciones informales en los pasillos del Congreso. 24 horas después, el PP ya había hecho los deberes y ya había sabido interpretar que el 12-M se puede convertir en una ventana de oportunidad para que los populares recuperen la Moncloa.