El PSC confía cerrar un acuerdo de gobierno con la alcaldesa Ada Colau y la formación política que le da apoyo, BComú, en las próximas semanas, según han avanzado a El Nacional fuentes conocedoras del estado real de las conversaciones. Las negociaciones, que llevan personalmente la alcaldesa y el líder socialista en Barcelona, Jaume Collboni, están muy encarriladas y depende en estos momentos de cerrar algunos flecos y de la oportunidad política del momento, lo que hace, según los socialistas, que el partido de Colau "a veces parece que frene y otras que acelere". Los dos partidos y por razones diferentes también confían en sumar al acuerdo a Esquerra Republicana aunque sus concejales no se incorporen al equipo de gobierno.

Según apuntan a El Nacional fuentes socialistas, si el acuerdo no se produce en un plazo de tiempo corto será por las dudas de los comunes ante la incertidumbre generada por un escenario a nivel estatal que puede derivar en unas nuevas elecciones. Pero desde la calle Nicaragua la apuesta es clara: queremos volver a gobernar y formar parte del equipo de dirección de la ciudad que abandonamos en 2011, cuando la victoria de Xavier Trias..

Aunque la suma de PSC y BComú no otorgue la mayoría absoluta (suma 15 concejales de 41), lo que sí que remarcan ambas partes es que el acuerdo hará un ejecutivo “más sólido”. Tal como pasa en Lleida, en la que a Àngel Ros le falta un concejal para la mayoría absoluta, Barcelona seguirá dependiendo de otras fuerzas.

Principalmente, el tercer socio sería ERC (5), a quien el acuerdo gusta e incomoda a partes iguales. De hecho intentaron, sin éxito, vetar a los socialistas, y es por eso, que todo apunta en qué se quedarán como apoyo externo. La disposición a pactar, aseguran que está toda, como ya pasó a finales de diciembre con la aprobación de las nuevas ordenanzas fiscales.

Estrategia multipacto

Si finalmente se produce el acuerdo en Barcelona, el PSC habrá culminado su estrategia de recuperación de poder en las cuatro capitales de provincia (Tarragona, Lleida, Girona y Barcelona) en un tiempo record. Y lo habrá hecho con todas las ideologías posibles.

Actualmente ostentan las alcaldías de Tarragona, con Josep Fèlix Ballesteros al frente, y la de Lleida, con Àngel Ros. En el primer caso lo hacen con PP y Unió Democràtica integrados desde este febrero en el gobierno, y en el segundo con acuerdo con Ciudadanos. Con respecto a Girona consiguieron volver gracias a un pacto con los convergentes, huérfanos después de toda una retahíla de errores que acabaron con la dimisión del alcalde Ballesta.

Pero la política de geometría variable con todo el arco político también ha generado sus tensiones internas. Por ejemplo, en Tarragona, las juventudes del partido emitieron un comunicado durísimo, acusando a la ejecutiva de no hacer lo suficiente para llegar entenderse con las izquierdas y haber desinformado la militancia. De hecho, uno de los representantes del colectivo juvenil, abandonó dos días después la ejecutiva.

En Lleida, el pacto con la formación de Albert Rivera para implementar el bilingüismo en la administración, la prohibición de esteladas en los edificios públicos y la no adhesión a la Asociació de Municipis per la Independencia (AMI), que cuenta además con el apoyo externo de los concejales del PP, llegó a concentrar a 3.000 personas en las calles. Decisiones por las cuales Ros tuvo que justificar que “no se había vendido el alma”.