Vuelven los juicios contra ciudadanos anónimos, independentistas o no, que salieron a la calle para protestar contra la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes independentistas catalanes. La Audiencia de Barcelona juzgará el próximo 26 de abril a tres jóvenes, que no se conocen entre ellos, y para quienes la Fiscalía pide penas de hasta 7 años y 9 meses de prisión por haber participado en la protesta ante la delegación del Gobierno, y les acusa de tirar objetos a los Mossos y de resistirse a su detención, el 15 de octubre de 2019, al día siguiente de darse a conocer la condena y el segundo día de movilizaciones en la calle. Por estos hechos, Andrea —que en estos años ha transicionado a persona no binaria y Dren es el nombre que ha escogido— fue una de las primeras personas detenidas y que estuvo más tiempo en prisión preventiva en la prisión de mujeres de Wad-Ras: un mes. La Fiscalía pide 4 años y 9 meses de prisión por los delitos de desórdenes públicos (18 meses) y atentado contra la autoridad (3 años y 3 meses de prisión), y que indemnice con 750 euros a un agente de la policía catalana por unas lesiones leves.

Ninguno de los tres jóvenes ha querido que se le haga una campaña de apoyo, como en otros casos. En el escrito provisional de acusación, el ministerio público precisa que uno de ellos ha participado en un proceso de mediación con los dos agentes a quienes ha admitido que atacó, a través del Equipo de Justicia Restaurativa, a los que les pidió disculpas. Por eso, le aplica una atenuante de mediación y le pide la pena más baja: 2 años y 7 meses de prisión, aparte de tener que indemnizar a los agentes con más de 10.000 euros. Para el tercer joven, la Fiscalía solicita 3 años y 9 meses de prisión por el delito de desórdenes públicos y 4 años más por el de atentado contra la autoridad, en concurso con un delito leve de lesiones, con la agravante de disfraz, y tiene que indemnizar a un agente con 600 euros. En el juicio, la Fiscalía les tendría que rebajar la petición de la pena de prisión con respecto al delito de desórdenes, ya que con la reforma legislativa aprobada por el PSOE y ERC ya no se agrava el castigo por ser autor de desórdenes aprovechando una manifestación, como se les aplica. Sin embargo, las peticiones de penas por delitos de atentado contra la autoridad, por ahora, son muy desorbitadas.

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Una de las manifestaciones contra la sentencia del Supremo. / Foto: Sergi Alcàzar

Una decena de juicios contra independentistas

La organización Alerta Solidaria, que defiende a la mayoría de los jóvenes que se movilizaron en las protestas por los líderes políticos, insiste que el caso de Dren y los otros dos jóvenes, evidencia que "la desjudicialización es una falacia", y que antes del verano se celebraran una decena más de juicios relacionados con la lucha independentista, con cerca de una veintena de personas procesadas. "Estos encausados llegan a juicio olvidados por las instituciones y por los partidos políticos que en momentos recientes de nuestra historia nos animaban a todos a salir a la calle una vez y otra a defender los derechos", ha denunciado Martí Majoral, portavoz de Alerta Solidaria. Ha añadido que "más allá de la renuncia al proyecto independentista que han hecho en los últimos años, es un abandono y, incluso, una traición a estas personas encausadas", que, por suerte —precisa— todavía tienen entidades y grupos de apoyo, como Alerta.

En esta cuenta atrás para el juicio, hemos conversado con Dren para conocer cómo afronta la vista, cuatro años después de aquellos hechos que lo marcaron, pero no lo frenaron. "Salgo la calle contra las injusticias", declara Dren, defendido por la abogada Norma Pedemonte, de Alerta Solidaria. Dren ha pedido que se le respete su anonimato y no se le hagan fotos.

¿Por qué participó en la manifestación del 15 de octubre de 2019 en Barcelona? ¿Es independentista?
Intento ir a manifestaciones contra las injusticias, y para mí la sentencia a los presos catalanes me parecía desmesurada e injusta. Además, la condena por sedición podría abrir un precedente que se podría aplicar a otras causas, como en las movilizaciones contra desahucios y la defensa de la vivienda. Nunca me he identificado como independentista, ni he militado en ninguna entidad. Mi militancia ha sido de barrio, y cuando vivía en Sabadell era miembro del centro social La Obrera y de la PAH. Éramos la gente de La Obrera, pero al entrar en la prisión me llamaron "activista de La Obrera" (ríe).

¿Cuatro años después de su detención, cómo afronta el juicio?
Ahora mismo, afronto el juicio con incertidumbre. Son cuatro años sin saber absolutamente nada y ahora me encuentro nervioso, pero confío en la defensa, e incluso en la absolución. Voy tranquilo al juicio, pensando que no volveré a entrar en la prisión.

¿De la acusación que le hace la Fiscalía?
La niego completamente.

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Un patio de la vieja prisión de mujeres de Barcelona, Wad-Ras. / Foto: D.J.

Fue de los primeros jóvenes detenidos. Además, de los 28 en prisión provisional, fue el que estuvo más tiempo: un mes. ¿Cómo recuerda su paso por la prisión en Wad-Ras?
Lo recuerdo complicado. De golpe me cambiaron todo cuando me encerraron: tuve que dejar los estudios, y cambiar todas mis relaciones. Un mes es mucho tiempo encerrado, pero muy poco en consideración con otros presos. El hecho de salir fuera y volver a empezar es muy desestabilizador... Dentro de la prisión se notaba mucho la diferencia en el trato que los funcionarios nos daban a nosotros, presos políticos entre comillas, porque veníamos de una manifestación política, y los presos comunes.

¿Por qué?
Porque sabían que saldríamos pronto, que tendríamos repercusión mediática. Era un trato diferenciado, nos llamaban constantemente por megafonía, nos venían a ver a muchas personas, diputados, representantes del sistema penal. Vino mucha gente a vernos. ¿Por qué? ¿Para decir que nos habían venido a ver? A nosotros no nos solucionaron nada, no nos sacaron de la prisión. Era peor, nos separaban del grupo todo el rato, no podíamos crear un vínculo con las otras reclusas. Cuando salimos de la prisión, dijimos que vivimos una realidad que no es ni mucho menos la de las presas de Catalunya, ni la de las de Wad-Ras. Nos hicieron creer que estábamos en Disneyland, y que después dijéramos que la prisión de mujeres está muy bien.

En la prisión de Wad-Ras, vivimos una realidad que no es la que viven las presas de Catalunya

¿Lo ayudó estar en la prisión con Paula y Xènia, que todavía tienen pendiente su juicio por manifestarse en el 2019?
Sí. Lo primero que te dicen los funcionarios es que en la prisión entras y sales solo, y que nadie te vea vulnerable porque se te comerán. Son los tres consejos que te da el funcionario al entrar en la prisión, y nosotros nos los cargamos todos. Entre nosotros encontramos un espacio de confianza e hicimos nuestra burbuja de seguridad, donde sí que podíamos ser vulnerables y confiar entre nosotros. Cuando ellas dos salieron de la prisión y yo me quedé solo, las eché mucho de menos, y también pensé que ellas estarían viviendo una situación muy rara a fuera, de volver al mundo y saber que yo estaba dentro. Es como estar en un Limbo, cuando sales. En la prisión, Paula y Xènia fueron una gran ayuda y se los agradezco.

Estudiaba Ingeniería Química y cuando estaba encerrado en Wad-Ras su entorno explicaba que intentaría hacer los exámenes. ¿Qué pasó? ¿Ha podido continuar los estudios?
Lo intentamos. Las compañeras de clase me enviaban apuntes, los profes me ofrecieron hacer los exámenes dentro de la prisión, porque justo eran entonces. Al final dije que no estaba preparado, miraba los documentos, leía una frase y no entendía nada, y me sentía incapaz de hacerlo. Al salir, en estos cuatro años, he podido acabar la carrera, y ahora trabajo en el sector químico. Por mi seguridad, enterré lo que he vivido, para poder avanzar. Y ahora, para el juicio, vuelve este sentimiento de incertidumbre.

El objetivo de encarcelarnos es para que tengamos miedo; he tenido mucho miedo, pero no me quería dejar ganar por eso

¿Después de lo que ha vivido y sufrido ha vuelto a ir a una manifestación?
Sí. He tenido mucho miedo, claro. Y sé que el objetivo de encarcelarme a mí y a otras personas es que tengamos miedo. No me quería dejar ganar por eso. Voy a manifestaciones con personas que me dan seguridad, que decidimos marcharnos cuando empiezan a cargar, teniendo una vía de escape... Es lo que vives en manifestaciones, nervios y miedo, pero en mi caso se ha agravado. Me ha acondicionado un poco, pero no he dejado de ir.

¿La represión que vivisteis fue para detener las movilizaciones?
Sí. En muchos casos no teníamos ninguna intención de huir, ni tampoco de no presentarnos al juicio, ni de muchas excusas que se dijeron para que se nos decretara la prisión preventiva. Fue para intentar frenar lo que venía aquella semana.

¿La juventud se ha desmovilizado? ¿Se ha desencantado con los políticos?
No puedo hablar por el resto. No esperaba nada de los políticos. No salí a la calle por ellos, sino que salí como por cualquier otra injusticia. Las movilizaciones tienen que seguir. Y espero vivirlo en libertad.

 

En la foto principal, manifestación de estudiantes contra la sentencia del Supremo a los presos políticos, en octubre de 2019. / Foto: Bruna Maneja