El año 2002 un joven historiador sabadellense publicó “Cuándo la calle dejó de ser suya”. Empezaba su primer título citando un diálogo de su hermana pequeña, Joana, con un mítico relojero local, para confirmar si la historia que le había explicado su abuelo Joan, que el personaje se había dejado una larguísima barba que no se cortaría hasta que muriera Franco, era cierta. “Sí que es verdad. Pero ahora ya me la he cortado”, respondió el artesano.

La anécdota lleva a la memoria, a la reivindicación de la resistencia nuestra. Xavier Domènech, actual cabeza de lista de En Comú, y autor del ensayo, hizo de los recuerdos su profesión y de su ciudad un campo de pruebas. Domènech ha bebido de una ciudad que sabido levantarse, de la del alcalde Antoni Farrés, de la tierra de Joan Oliver, “donde cuatro pinos hacen un bosque espeso, y cinco cuarteas demasiada tierra”.

El partido, hoy, Domènech lo jugaba en casa. En la plaza doctor Robert, aquella donde en sólo un año es capaz de pasar de la era gris del bustismo al mástil con la estelada. En medio año Domènech ha pasado de ser el chico que jugaba a pelota en la calle Puigcerdà a uno de los actores del “cambio” en el Estado.

Bajo la fresca brisa, el sol se ha ido poniendo, al ritmo de los “tres tambores”, que no es más que más memoria. Sí, Pere Quart y los versos destruidos por el franquismo y reconstruidos en el 2007, con las lágrimas de aquellos que al escucharla volvían a revivir los momentos más claros, inmediatamente anteriores a la época más oscura.

Desde pequeño

Rebelde, de escapadas de casa a los 4 años a cabelleras largas y persecuciones policiales durante la adolescencia. El grande, el protector, influía también a la Joana. De los patios del IES Vallès se declaró insumiso, se movilizó contra la primera guerra del golfo y contra las subidas de tasas universitarias.

Fortuna o no, lo escogían como delegado. A él no le acababa de interesar, entender. Él era jugador de baloncesto. Como con prácticamente todo, hace cachondeo: “tampoco sé porque me escogieron candidato”. Y, curiosamente, su sonrisa característica también acabó siendo, ahora hace años, portada de El País.

“Los municipios son escuelas de radicalidad democrática”, ha señalado hoy en medio de un bullicio de curiosos, compañeros de lucha y amigos. Sabadell, a pesar de las “épocas oscuras” de la corrupción, “es una expresión central del cambio en Catalunya”. Pi i Margall, la semilla del catalanismo que dice suscribir, fue diputado por esta ciudad.

“No teníamos voluntad de hacer todo esto, pero fuisteis vosotros – ha dicho en referencia a los “de siempre” - qué sólo fuera posible el imposible”. Al final, “vuestra cara por sorpresa se el que os lleva más hacia vuestra desaparición y hacia nuestra victoria”.